La carrera no es para los rápidos, ni la batalla para los fuertes, ni incluso el pan para los sabios, ni aún las elecciones intermedias para hombres de entendimiento. O como lo expresé en la víspera de otra arrasadora victoria del Partido Republicano, la política determina quién tiene el poder, no quién tiene la verdad. De cualquier forma, no ocurre con frecuencia que un partido que está tan equivocado sobre tantas cosas obtenga tan buenos resultados como los republicanos.
Hablaré un poco sobre algunas de las razones que pudieran haberse dado. Sin embargo, primero es importante destacar que los resultados de las intermedias no son razón para pensar mejor de la posición republicana sobre importantes temas.
Sospecho que algunos expertos matizarán sus análisis para reflejar el nuevo equilibrio del poder; por ejemplo, pretendiendo una vez más que las propuestas presupuestarias del representante Paul Ryan son intentos de buena fe por poner la casa fiscal de Estados Unidos en orden, en vez de ejercicios en engaño y doble lenguaje. Sin embargo, propuestas de política de los republicanos merecen más escrutinio crítico, no menos, ahora que el partido tiene más capacidad para imponer su agenda.
Así que ahora es un buen momento para recordar justamente cuán equivocados han estado los nuevos gobernantes del Congreso con respecto a, bien, todo.
En primer lugar, está la política económica. Con base en el dogma conservador, que denuncia cualquier regulación de la sagrada búsqueda de los ingresos, la crisis financiera de 2008 -ocasionada por instituciones financieras totalmente descontroladas- no debería haber sido posible.
Sin embargo, los republicanos optaron por no reconsiderar sus perspectivas ni siquiera ligeramente. Inventaron una historia imaginaria en la cual, de alguna manera, el gobierno era responsable de la irresponsabilidad de prestamistas privados, al tiempo que combatió cualquiera y todas las políticas que pudieran limitar el daño. En 2009, cuando una economía enferma necesitaba ayuda con desesperación, John Boehner, que pronto se convertiría en el presidente de la Cámara baja, declaró: “Es el momento de que el gobierno se apriete el cinturón”.
Así que aquí estamos, con años de experiencia por estudiar, y las lecciones de esa experiencia no podrían ser más claras. Los pronósticos en el sentido que el gasto del déficit conduciría a que las tasas de interés se dispararan, a que dinero fácil condujera a inflación descontrolada y se degradara al dólar, han estado equivocadas una y otra vez. Gobiernos que hicieron lo que Boehner recomendó con urgencia, abatir el gasto en vista de economías deprimidas, han presidido sobre baches económicos del nivel de la Gran Depresión.
Además, los intentos de gobernadores republicanos por probar que una reducción de impuestos a los ricos es un elixir mágico de crecimiento han fracasado de manera estridente.
En resumen, la historia de la economía conservadora en estos últimos seis años y más ha sido una de debacle intelectual; empeorada por
la marcada incapacidad de muchos integrantes de la derecha de reconocer un error bajo cualquier circunstancia.
Después está la reforma de salud, donde republicanos se mostraron muy claros con respecto a lo que se suponía que debía pasar: matriculaciones mínimas, más personas perdiendo su seguro que ganándolo, costos disparados. La realidad, hasta ahora, contradice eso, entregando registros por encima de los pronósticos, un marcado descenso en el número de estadounidenses sin seguro de salud, primas muy por debajo de las expectativas, aunado a una marcada desaceleración en el gasto general de salud.
Además, no deberíamos olvidar la equivocación de mayor importancia, sobre el cambio climático incluso ya en 2008, algunos republicanos estaban dispuestos a reconocer que el problema era real e incluso a defender estrategias serias para limitar emisiones; el senador John McCain propuso un sistema de topes e intercambio similar a propuestas demócratas.
Sin embargo, en últimas fechas, el partido está dominado por “negacionistas” del clima y, en cierta medida, por teóricos de conspiraciones que insisten en que todo el asunto es un engaño concebido por una cábala de científicos de la izquierda. Ahora, estas personas estarán en posición de bloquear acciones durante los próximos años, orillándonos muy posiblemente más allá del punto donde no hay regreso.
Pero, si los republicanos han estado tan completamente equivocados con respecto a todo, ¿por qué los votantes les dieron una victoria tan grande? Una parte de la respuesta es que prominentes republicanos se las ingeniaron para enmascarar sus verdaderas posiciones. Quizá más notablemente el senador Mitch McConnell, el líder entrante de la mayoría, logró transmitir la impresión totalmente falsa de que Kentucky podía conservar sus impresionantes progresos en cobertura de salud incluso si el plan de salud de Obama fuera derogado.
Sin embargo, el mayor secreto del triunfo republicano seguramente yace en el descubrimiento de que el obstruccionismo rayano en sabotaje es una estrategia ganadora en política. Desde el primer día de la administración Obama, McConnell y sus colegas han hecho todo lo que han podido por socavar la estrategia efectiva, en particular bloqueando cada esfuerzo por hacer lo obvio -darle impulso al gasto en infraestructura- en tiempos de bajas tasas de interés y alto desempleo.
Resultó que esto era malo para Estados Unidos, pero bueno para los republicanos. La mayoría de los electores no sabe mucho sobre detalles estratégicos, ni entiende el proceso legislativo. Así que todo lo que ellos vieron fue que el hombre en la Casa Blanca no estaba cumpliendo con traer prosperidad y castigaron a su partido.
¿Cambiarán las cosas ahora que el Partido Republicano no puede evadir la responsabilidad tan fácilmente? Supongo que lo vamos a averiguar.
Por Paul Krugman - Servicio de noticias de The New York Times - © 2014