La memoria de los futboleros más entrañables era el exclusivo registro de esa zurda mágica sacada de un cuento de hadas. Sin embargo, ahí está, es una imagen fugaz, pero es él, con su gambeta exquisita, con su andar erguido con la pelota pegada al botín zurdo.
El que pasa de largo, desairado, es nada menos que el “Gringo” Scotta, por aquel entonces, año 83, delantero de Deportivo Armenio. El 10, al que se lo ve de espaldas, con la camiseta de Central Córdoba de Rosario, es Tomás Felipe Carlovich, el Trinche, el mito y la leyenda.
Las imágenes forman parte de la película argentina “Se acabó el curro”, dirigida por Carlos Galettini e interpretada por Julio De Grazia, Víctor Laplace, Moria Casán y Adriana Brodsky, entre otros.
“El Maradona que no fue”, “el Maradona invisible”, “el Diego inconcluso”, son las frases que suelen escucharse de esa leyenda que, como los genes, se transmite de generación en generación.
A tal punto que un grupo de jóvenes hinchas de Independiente Rivadavia lo esperan en la puerta del centenario matutino para capturar una “selfie” con el protagonista de una historia que superó lo mitológico.
“La realidad es que no me gusta demasiado hablar de mí. Pero muchas de las cosas que se dicen no son ciertas o se han agigantado con el paso del tiempo”, contesta con total humildad cuando se le pregunta por el caño de ida y vuelta (doble túnel al mismo jugador) que patentó la noche del 17 de abril de 1974, en la cancha de Newell’s, cuando Carlovich manejó la batuta del baile que un combinado rosarino propinó a la Selección Argentina que estaba a un par de meses de jugar el Mundial de Alemania.
El Trinche (así lo apodó un amigo) hizo tantas maravillas que en el entretiempo el Polaco Cap, DT de la Selección, le pidió por favor a Griguol que lo sacara. Y Timoteo lo sacó.
Acerca de Carlovich se han hecho documentales y biografías y el interrogante persiste: ¿por qué razón un talento de esa naturaleza no actuó en las grandes ligas?
“Yo siempre jugué igual, con las mismas ganas. A lo mejor ir a Francia o al Cosmos, posibilidades que tuve en su momento, me hubiera cambiado la vida. Para mí, jugar en Central Córdoba fue como jugar en el Real Madrid”, sostiene cómodamente sentado en el sillón del hall de entrada junto a sus amigos Eduardo “Tucho” Méndez (ex futbolista de Maipú, Independiente, Gimnasia y Godoy Cruz, entre otros) y Carlos Vilches, con quienes el jueves compartió un grato momento junto al mejor jugador mendocino de todos los tiempos: Víctor Legrotaglie.
Un rato después partirán rumbo al Gargantini, donde Carlovich se sintió como un Rey con corona ante miles de feligreses que corearon por él cuando Armando Lazzy (vicepresidente en la época en la que él jugó) le entregó la plaqueta.
-¿Es verdad que quiere radicarse en Mendoza?
-Es algo que estaba hablando con los muchachos. Me gustaría mucho porque me gusta estar acá. En Rosario me dedico a ver algunos jugadores y he recomendado a algunos como Monserrat (Independiente) y Tévez (Newell’s).
-¿Se explica por qué la simbiosis especial que tiene con el hincha de la Lepra cuando solo jugó un año?
-Es increíble. Tanto acá como en Rosario hay chicos que no me vieron jugar y me paran por la calle para saludarme. Sucede que le contó el padre, el abuelo o el tío. Es emocionante.
Cena homenaje y encuentro con su amigo Víctor
El jueves por la noche, el doctor Oscar Casares (reconocido hincha de Gimnasia) organizó una emotiva cena en la que se agasajó a Tomás Felipe Carlovich y Víctor Antonio Legrotaglie, el Trinche y el Víctor, quienes forjaron una gran amistad con el paso del tiempo.
Ambos coincidieron en Independiente Rivadavia en aquél famoso amistoso contra el Boca de Juan Carlos Lorenzo.
Era tal el baile al que estaban sometiendo al Xeneize los compadres que el que el propio “Toto” le pidió al árbitro que sacara a alguno de los dos porque sino iba a retirar a su equipo en el entretiempo.