Hugo -mi Viejo, de 90 años- siempre dice: “Sin ferrocarril, este país no tiene futuro”. Por cierto, pone el alma en esa afirmación, porque trabajó 45 años en las vías, vive añorando el tren y será ferroviario hasta el último día.
Y debe tener razón pues, si bien es cierto que para mejorar nuestra calidad de vida necesitamos también buenas rutas, puertos, aeropuertos y comunicaciones, la red ferroviaria es fundamental en un país enorme como el nuestro, el 8° del mundo en superficie, con 2.780.400 km2.
La prueba es que de los 7 países que nos anteceden en tamaño de territorio, 5 están superdesarrollados (EEUU, Rusia, Canadá, China y Australia) y tienen entre ellos 520.000 km de vías, a un promedio de más de 100.000 km cada uno.
Lo curioso es que Argentina posee aún 40.000 km de vías y está también 8° en el ránking ferroviario mundial. Eso sí, por el PBI total figuramos en el puesto 21 entre los 192 países, y por el PBI per cápita, en el lugar 61, bastante abajo.
Consignados estos números, que podrán servir para que cada uno establezca la relación entre tamaño de países, kilómetros de vías y Producto Bruto Interno, ahora pondremos el foco en otro asunto: ¿a quién le interesa todo esto?
Los gobiernos posteriores al de Carlos Menem -el genio que desbarató el ferrocarril a principios de los ’90 con el argumento de que era deficitario para el Estado, cuando en realidad es un servicio público y puede dejar enormes réditos por otro lado, en actividades como turismo, comercio e industria- vienen prometiendo que los recuperarán por el bien de la Patria y la grandeza de la Nación.
Apenas si han restaurado algunos ramales que interconectan a Capital Federal con el conurbano bonaerense y activado la línea Buenos Aires-Tucumán, que funciona con regularidad.
Y ni qué hablar de las administraciones mendocinas, con la fantasía de que impulsarían la reinstalación del otrora glorioso Trasandino... La verdad es que todos han sido incapaces de desarrollar estrategias a largo plazo que, desde el Estado, nos pongan en las vías. Tampoco lograron alianzas con capitales privados para que empresas -nacionales o extranjeras- desarrollaran el negocio.
Volvamos al punto: ¿a quién le interesa todo esto?
Muchos dirán que sólo a veteranos nostálgicos, a los que desde los ventanales del Libertador mirábamos arrobados los atardeceres de la pampa, camino a Retiro. O a quienes enamorábamos a señoritas con café con leche y poemas en el vagón comedor del Aconcagua...
Pero no. Hace unos días descubrimos que también muchos pibes, algunos inoculados de ferromanía por sus padres, mantienen el sueño de ver una locomotora diesel partiendo el aire hacia la lontananza.
Y se pusieron en movimiento con lo que tenían a mano: bicicletas, una zorrita que se oxidaba en un garaje-cochemotor abandonado, los rieles que siempre están, incluso bajo décadas de piedra y yuyos... Pero más que nada ingenio y voluntad de compartir su pasión.
Así, Julio del Monte con sus hijos Marisol y Rodrigo, junto a Marcelo Spinello y Guillermo Sanfilippo, construyeron un chasis que se ajusta al milímetro a la trocha angosta (1.067 mm) del Trasandino, le adaptaron dos bicicletas encima, una sobre cada riel, y salieron a recorrer, con tracción a sangre, el trayecto que hacía el tren binacional entre Gutiérrez y Russell. Estas bicis en tándem, según comprobamos pedaleando, andan bárbaro. Calzan justo sobre los rieles y uno puede impulsarse con confianza, incluso soltando el manubrio.
Claro que antes de poner en marcha el proyecto “Bicitren”, con base en Gutiérrez, Maipú, debieron reacondicionar las vías, despejándolas y remplazando rieles torcidos y durmientes robados. Como mucha gente se interesó y disfruta el paseo entre viñas, olivares y antiguas estaciones, ahora van por más: en una primera etapa, abrirán camino para el Bicitren hasta la estación Chacras de Coria, y luego hasta Cacheuta, y después, si nadie les mete un cambio de vías para desviarlos del objetivo, hasta la mismísima frontera con Chile.
“¡Señor, yo quiero ver un tren!”, cantaba Spinetta. Esta gente escuchó la melodía y muestra el camino con su férreo sueño. Para contactarlos, basta con buscar en internet.
¡Aguante la Patria Ferroviaria!