El trazo que deja un eterno resplandor

El miércoles inaugura una importante exposición que reúne series de dibujos y pinturas del recordado artista Enrique Sobisch.

El trazo que deja  un eterno resplandor
El trazo que deja un eterno resplandor

"La línea no existe. La línea se crea con la sensibilidad de cada persona". Eso solía decir, aunque era un hombre de pocas palabras. Así lo recuerda su esposa Marta Sobisch mientras mira las "marcas de vida" de esos lienzos y dibujos que viajaron tanto, que cruzaron varias veces el océano y que ella considera la obra más fresca de su amado.

Una vez más, ella imagina a Enrique Sobisch pensando en el número del oro, en los posibles retratos de Velázquez, en desnudos y sombreros, en grotescos y pasteles, en su estudio sobre Marc Chagall, en "La Patagonia rebelde"... 

Esta muestra nació con una energía particular. En principio, estuvo ligada a los encuentros del método Ling Tai (más conocido como Chi kung) en los que Marta se encontró con "un grupo de gente muy hermosa" que se abocó a desarrollar una experiencia espiritual en conexión con la obra de Sobisch.

En otra sincronía, cientos de cuadros y dibujos que conserva fueron registrados fotográficamente por Eduardo Dolengiewich. A su vez, Pablo Chiavazza se encargó del relevamiento documental, del archivo personal del artista y de ordenar en base a los criterios temáticos de Sobisch esa cantidad de obra que permanecía puertas adentro.

Ahora que la exposición ha tomado forma –curada por el propio Chiavazza– da cuenta de lo que allí encontraremos. “Algunas obras de los 50 y otras, la mayor cantidad, del período 69 a 79”.

Chiavazza despliega el contexto. Además de la plástica, la otra gran pasión de Sobisch fue la literatura. Como ilustrador del Fondo de Cultura Económica (donde trabajó durante su residencia en México), Enrique ilustró las obras de los grandes autores de la literatura hispanoamericana.

Claro que respiró la "Época dorada de la cultura mendocina", entre los años 50 y 60.  Tal como dice el curador, Sobisch perteneció a esa bohemia resplandeciente que reunió, en ese tiempo y este espacio, a mentes como Carlos Alonso, Armando Tejada Gómez, Juan Mathus, Fernando Lorenzo y otros tantos talentosos cuya preocupación estética estaba vinculada profundamente a su preocupación política. Así, en esa atmósfera intelectual peinada a la izquierda, Sobisch se convirtió en uno de los fundadores de la revista "Voces". Más tarde ilustrará "Declinación y ángel" (el libro de Di Benedetto) y "Pachamama" (de Antonio Tejada Gómez). Y después, lo haría con "Profeta en su tierra"  y "Amanecer bajo los puentes", sin mencionar los cuentos de Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos, Roberto Arlt y el cuadro "Cerca ya de todo" que hizo en homenaje a un verso de César Vallejo.  

En la profundización temática de esos trabajos, hacía dibujos. Y a muchos de ellos tendremos acceso esta vez. 

Chiavazza, en el texto que acompañará a esta muestra, completa el recorrido: “A lo largo de su trayectoria pasó por los más diversos estilos y tendencias, como tratando de incorporar todas las enseñanzas que el arte moderno ofrecía. Del dibujo académico pasó al Informalismo, y de allí ensayó la abstracción; se vinculó brevemente a la Nueva Figuración, estudió en México a los muralistas y se interesó por el arte precolombino. Sin embargo nunca abandonó la figuración, en torno a la cual concentró sus esfuerzos a medida que transcurrían los años. Ya instalado en España (1979), se abocó a lo que denominó “Realismo mágico”, tendencia que amalgamaba elementos del hiperrealismo y el surrealismo. Impartió clases de arte en su taller y gestó el movimiento “Figuración crítica”.

Tempranamente sentenció Sobisch: "la línea no existe". Se inspiraba en el libro "Veinte lecciones sobre las Bellas Artes" de Alain (publicado en Argentina en 1952). Daba a entender que el dibujo era sólo un idioma, una convención, una forma de imaginar, de pensar el mundo y, por lo tanto, de concebir la posibilidad de contribuir a su transformación. Ese era precisamente el sentido que de modo subyacente esta "generación dorada" dio a las artes, despojándose de esencialismos inmóviles. La ficción como crítica y posibilidad. La poética como parte de la construcción de un país.

Cuando su amigo Armando Tejada Gómez sostuvo aquello de que “hay que soñar la vida para que sea cierta”, sintetizó poéticamente esa amalgama entre estética y política, esa efectividad buscada a través de las artes, que tan intenso sentido adquiriría con el transcurrir de los años de aquella larga década de los 60.

Ese es el amplio marco en que la obra de Sobisch encontró sus cauces y sentidos.

Esta muestra constituye un rescate del olvido, una suerte de vuelta de Enrique Sobisch a su Mendoza natal luego de muchos años. Es un justo homenaje a uno de los más destacados artistas que aquella memorable bohemia mendocina supo dar al país y al mundo.

La ficha

Enrique Sobisch: La línea no existe

Inaugura: miércoles 23, a las 20.

Lugar: Espacio Julio Le Parc (Mitre y Godoy Cruz, Guaymallén)

La muestra se podrá visitar hasta el 1 de julio.

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