Por un motivo u otro, las producciones de las economías regionales están siendo afectadas, generándose automáticamente un panorama con una doble preocupación: cae el mercado interno por un menor consumo por parte de la población, mientras se profundizan los problemas de falta de competitividad en los mercados internacionales por el incremento de los costos internos y especialmente del transporte, que no pueden contrarrestar el supuesto "beneficio" otorgado por el incremento en el valor del dólar.
Mientras ello ocurre, las autoridades nacionales parecieran no ver más allá de los límites que marca la Pampa Húmeda, salvando los problemas que afectan a las producciones que se encuentran cerca de los puertos y mucho menos los del resto de las regiones.
No se trata aquí, ni mucho menos, de reflotar la vieja grieta entre unitarios y federales, pero también es dable advertir que por una cuestión casi natural -la ubicación del puerto fue fundamental- el crecimiento social fue desmedido entre lo que sucede en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires y lo que ocurre en el resto del país.
En cierta oportunidad un dirigente gremial nacional resumió la situación al indicar que en la Ciudad de Buenos Aires se encontraban las oficinas de la producción que se concretaba en el resto del país.
No le faltaban razones, ya que es sabido que la producción dedicada al consumo interno tiene como destinatario un solo mercado, el Central de Buenos Aires, que es el que no solo recepta la mercadería, sino que también suele fijar los precios. Es así que, en muchos de los casos, productos surgidos en Mendoza se venden a menor valor en el Mercado Central que en la propia provincia.
En un país desequilibrado, esa parte geográfica concentra a la mayor población, a lo que debe agregarse que por una cuestión de la naturaleza se encuentra rodeada de la parte más rica en lo que a producción se refiere: la Pampa Húmeda.
De manera tal que resulta explicable aunque no justificable que los funcionarios nacionales tengan la "mirada corta" cuando deben abordar los distintos problemas que se plantean. Pero lo cierto es que el país es un todo en el que intervienen también las economías regionales. Por ende, cuando se consideran ciertos presupuestos no se trata de compartimientos estancos, sino de vasos comunicantes.
A modo de ejemplo podría señalarse que el incremento en el precio de los combustibles tiene como base el hecho de que el valor permita a la compañía poder financiarse, pero no se tiene en cuenta que el incremento posee una incidencia mayor en las economías regionales, por la distancia que existe con el gran mercado interno y porque el costo del transporte hasta el puerto les hace perder competitividad en los mercados internacionales.
Desde las provincias alejadas del puerto se ha insistido, a través de las dirigencias empresariales, que los mayores inconvenientes que plantea la falta de competitividad tiene tres elementos fundamentales: la inflación, que afecta los costos internos; el dólar que se mantuvo durante mucho tiempo "planchado" y en tercer lugar -y como aspecto fundamental- el costo del transporte que genera que resulte más caro llevar un contenedor desde Mendoza al puerto de Buenos Aires que desde allí hasta Hamburgo.
Sin embargo, al empresario del interior no le queda otra alternativa para recurrir al camión, ya que el transporte ferroviario es inexistente por carencia de infraestructura. Por consiguiente cada aumento en los combustibles repercute directamente sobre los costos de los productos.
Si el objetivo de los gobiernos pasa por construir un país más igualitario, deberán comenzar trabajando en la solución que permita a todos contar con las mismas posibilidades.
Una tarea en la que deberán intervenir también los propios gobernadores porque, como los últimos hechos han demostrado, cuando el reclamo surge de la Pampa Húmeda es el propio presidente el que recibe a los dirigentes empresariales, pero cuando los planteos surgen desde el interior, los derivan a funcionarios menores.
