En enero de 2018 el buque tanquero Eduard Toll (de 50 m de eslora) fue el primero en utilizar el mar Ártico que costea al territorio ruso para el transporte comercial en invierno.
Realizó un derrotero que partió de Corea del Sur para cargar gas licuado de petróleo (GLP) en la península de Yamal en el noreste de Siberia (Rusia) y luego transportar el GLP a un puerto francés por el mar del Norte.
A partir de allí el hielo ártico ya no fue más un obstáculo para la navegación comercial en los inviernos de esa región, en los cuales, tiempo atrás, surcar por esas latitudes sólo podía hacerse con la ayuda de navíos específicos.
Fue entonces que comenzaron a desarrollarse en la región sistemas complejos de transporte especializado no sólo de gas y petróleo sino también de minerales debido a que son los commodities más abundantes en ese litoral.
El marco descripto reconoce como su causa principal al calentamiento global y representa un cambio copernicano en la actividad de esa región, que no es sólo económico, sino también social y ambiental, y naturalmente, como todo cambio trae beneficios y perjuicios, más en una región donde el crecimiento térmico, según la revista Planeta (SP), es el doble del promedio para el resto de la tierra.
El aumento verificado de las temperaturas en el planeta produce un mayor derretimiento de los hielos árticos, que según la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio, siglas en inglés) fue de 13% en promedio en los últimos 10 años. Sabido es que el polo norte no es un territorio sino un gigantesco bloque de hielo en proceso de disminución que ojalá no termine desapareciendo.
Año súper caliente
Si bien el calentamiento global es un proceso regular en todo el mundo en los últimos años, parece haberse ensañado en el hemisferio Norte y más precisamente en la región ártica donde, particularmente 2018, fue súper caliente. En algunos lugares la temperatura creció hasta 20 grados encima de la media.
En Suecia, por ejemplo, uno de los países cercanos, se produjeron más de 50 incendios forestales de los cuales 12 estaban precisamente en la zona ártica. Al mismo tiempo olas de calor sacudían América del Norte y otras partes de Europa y Asia donde las temperaturas tocaron los 40 grados produciendo muertes de fauna y también humanas.
En el invierno de 2017 el hielo marino retrocedió 2 millones de km2 con relación a los últimos 10 años. Según predicciones científicas de continuar con este ritmo de degradación de hielos árticos, entre 2030 y 2040 el polo norte se convertirá en un océano totalmente navegable en todas direcciones, lo cual pareció ser la mejor música que las empresas mineras y energéticas querían escuchar.
Seguramente no van a despreciar un futuro que para ellas se presenta disruptivo y por eso se disponen ya mismo a desarrollar sus industrias no sólo por el transporte sino también por la explotación del rico fondo oceánico, generando grandes expectativas de ganancias y de duración impredecible.
Al mismo tiempo crecen las desesperanzas en el mundo ambiental al que de todos modos no vemos darse por vencido en su lucha por la protección del planeta y tal sentido se esperan duras batallas jurídicas entre mineras y conservacionistas en el marco de una creciente toma de conciencia mundial del riesgo que estamos corriendo.
Veremos cómo se resolverán estos temas, pero, ya hay pasos concretos en dirección a la explotación económica de los mencionados recursos y, como muestra basta un botón, el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha autorizado el año pasado a realizar tareas de prospección en Alaska en un área de vida silvestre natural que ha sido protegida durante décadas. Al mismo tiempo, su colega ruso, Vladimir Putin, está ya permitiendo la explotación en su primer campo petrolero localizado en Prirazlomnoye, en el mar de Pechora (frente a las costas siberianas del noroeste de Rusia), del cual ya se han extraído más de 10 millones de barriles de una región en la que las reservas de gas y petróleo representan 22% del total mundial conocidas (Planeta -SP 2018).
Los perdedores
Para que no queden dudas de cómo será la actividad de los próximos años en el Círculo Polar Ártico, el diario inglés The Guardian publicó hace días el envío del gobierno ruso a la región de una usina nuclear flotante de nombre Akademik Lomonosov, que reemplazará viejas instalaciones y reforzará la producción de energía en la infraestructura extractiva instalada, cuyo valor se estima en unos 340 millones de dólares.
Está muy claro quiénes son los perdedores de esta situación que sin duda es provocada de manera general por el hombre. La fauna ártica encabezada por el oso polar está condenada, pero también lo están los zorros, las focas y aves como la gaviota marfil la cual, según la revista Polar, ha perdido el 80% de su población en los últimos 30 años.
En pocas palabras es la cadena alimentaria la que está amenazada o sea todas las especies que participan en ella.
Diversos tipos de ballenas son también afectadas. Un equipo técnico liderado por la ecologista marina Donna Hauser de la Universidad de Fairbanks (Alaska) descubrió que la mitad de esas poblaciones está en estado de vulnerabilidad con el tránsito marítimo y las que más sufren son las narvais (o narval), belugas y groenlandas. Ocurre ya que sus sistemas de sonar para detectar presas son interferidos por los sonidos de las embarcaciones que les provocan confusión y también colisiones que significan directamente su muerte.
Pero esto no es todo, hay una población de 400.000 personas en la zona ártica (algo parecido a los esquimales)que tienen su vida y su dieta adaptada a la región que también sufrirá por los cambios que se están produciendo en la cadena alimentaria regional.
Grupos de científicos están trabajando activamente para realizar formulaciones que movilicen a las autoridades de los 5 países que tienen costas en el ártico (Rusia, Estados Unidos, Canadá, Dinamarca y Noruega) a establecer legislación que permitan continuar la vida en la región sin excesos y con límites a los que no se puede exceder o sea explotar los recursos de manera sustentable. O sea, nada diferente. Los que cuidan el hábitat contra los que contaminan.
Los mamíferos más vulnerales
Estudios científicos han analizado 80 subpoblaciones de los siete mamíferos marinos que viven en el Ártico y ha identificado sus riesgos en o cerca de las principales rutas marítimas en setiembre, el mes en que el Ártico tiene más cantidad de agua libre de hielo. Un total de 42 de esas subpoblaciones estarían expuestas al tráfico de embarcaciones y el grado de exposición y las características particulares de cada especie determinan cuáles son las más sensibles.
Los investigadores hallaron que los mamíferos marinos más vulnerables son los narvales y las ballenas dentadas, que migran a través de zonas del Paso del Noroeste hacia y desde sus hábitats de verano.