Para que el tema del trabajo en las cárceles pudiera dar resultado se necesitaba conjugar tres cuestiones: de qué forma capacitar a los presos para tenerlos ocupados; cómo lograr que por algún trabajo realizado obtengan algún tipo de compensación económica y en tercer lugar brindarles una oportunidad de apertura laboral en la que puedan desempeñarse una vez que hayan cumplido sus condenas. Eran muchas las variables que se debían concatenar para alcanzar los resultados deseados, y recién ahora se podría decir que los resultados se están alcanzando a fin de cumplir gran parte de los objetivos propuestos.
Tiempo atrás, durante un programa televisivo de alcance nacional, el tema central de la discusión pasó por el grave problema que se plantea en la reincidencia en el delito por parte de quienes salen de prisión. Uno de los profesionales asistentes fue tajante en su opinión, destacando que para ingresar a cualquier empleo privado la gente necesita un certificado de buena conducta, que no puede obtener por haber estado preso, razón por la cual al único lugar que podría ingresar es al Estado. Pero, aclaró que también resultaría injusto que se le dé prioridad a un ex presidiario, postergando a muchos jóvenes con estudios profesionales incluidos. "De esa manera -dijo-, al no tener posibilidades de trabajo, quien sale de la cárcel debe volverá delinquir".
Hace un año, el gobernador de la Provincia anunció en la Legislatura que la capacitación y realización de un oficio o labor dejaría de ser un derecho de los presidiarios para pasar a ser una obligación y, con números en la mano, destacó que la cantidad de internos que trabajan en las unidades productivas de los distintos penales pasó de 560 a más de 2.000, a quienes se sumaron quienes realizan tareas de maestranza, mantenimiento y capacitaciones, lo que determina que más del 80 por ciento de los internos se encuentran desarrollando alguna tarea. La información destaca además que un alto porcentaje de internos ocupa cuatro horas al día al trabajo o al estudio, destacando la importancia de que hay muchos que asisten a la universidad.
Los distintos talleres cuentan con la infraestructura necesaria y los profesionales capacitados para conducir grupos, los que poseen una carga horaria de 4 horas por día y a cambio de su trabajo hay dos formas de pago: la primera, una retribución mensual que reciben por capacitarse y la segunda es a destajo, según la producción.
Las autoridades advirtieron que sobre el salario percibido se producen descuentos; los primeros son para gastos de mantenimiento por el daño producido en algunos bienes e inclusive los denominados descuentos judiciales, es decir el costo del proceso o alguna deuda que quedó en el momento del ingreso.
Otro dato destacado se centra en el anuncio del ministro de Seguridad, quien destacó que cada interno obtendrá una "carpeta de trabajo", en la que se consignarán todos los productos que elaboraron y el aprendizaje a través del trabajo y los estudios y que el objetivo final es que cuando los presidiarios recuperen su libertad "tengan algo para mostrar, ya sea en forma individual o junto a su familia”.
La iniciativa resulta más que interesante y esa sensación se convierte en realidad cuando se toma en cuenta que muchas empresas privadas han invertido en unidades productivas dentro del penal y cuentan con talleres externos donde se desempeñan personas que recuperaron su libertad y hasta les dan máquinas de coser para que trabajen en sus casas.
No se puede saber a ciencia cierta cuál es el ideal y si resta mucho para alcanzarlo, pero no es poco advertir que se está marchando por el camino correcto.
