Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
Existen hoy tres extremos que, por sus respectivas dinámicas, están complicando a muchas empresas y sectores. La primera es la inflación, que amaga disminuir lentamente pero hasta que no decante el efecto de los nuevos cuadros tarifarios del gas no podrá confirmarse una tendencia firme a la baja. En el gobierno confían que los últimos meses del año arrojen datos del 1,5% mensual para tender a colocarse entre 1,5 y 1 a lo largo de 2017, para cerrar el año con no más 16 ó 18%, mientras las consultoras privadas ven algo más del 20%.
El otro extremo es el valor del dólar, que después de la devaluación por efecto de la liberación cambiaria de diciembre, se ha quedado estancado en un nivel que no llega a los 16 pesos por unidad. El problema es que el panorama luce peligroso para los meses venideros, ya que muchos inversores venden dólares para pasarse a pesos, vienen otros por el blanqueo, y además, a partir de diciembre, se espera que comiencen a ingresar producto de las exportaciones de trigo, que tendrá una cosecha récord.
Frente a este panorama muchos se preguntan si el Banco Central intervendrá en el mercado. De hecho, la autoridad monetaria ha comprado en lo que va del año más de 10.000 millones, pero los analistas calculan que si lo hace agresivamente solo conseguirá que no baje, pero nadie espera que suba de manera significativa.
El tercer frente complejo es el poder adquisitivo de los salarios, que quedaron afectados por la inflación más el efecto pánico generado por los aumentos de tarifas originales. Esto llevó a restringir el consumo, en muchos casos por necesidad y en otros, por precaución. La caída de ventas supermercados y shopping en agosto, entre un 10 y 15% real, muestra que las mismas causales, aunque en otras dimensiones, se dan en todos los niveles sociales.
Si el dólar no sube y la inflación se mantiene alta, aunque esté bajando, se resiente la actividad exportadora, y esto lo sabemos bien quienes seguimos y dependemos de una economía regional. Esta actividad es dinamizadora y crea puestos de trabajo importantes.
Esta suerte de pinzas entre inflación alta y dólar quieto se complementa con una fenomenal presión impositiva que ya no puede subir más, y está obligando a efectuar ajustes presupuestarios tanto a nivel nacional como provincial y municipal. Pero no alcanza, hoy la economía requiere que comiencen a bajar los impuestos, pero es una tarea muy difícil porque la mayoría de las jurisdicciones están en déficit.
Los sectores complicados
Uno de los que más han sentido el problema ha sido el de la construcción, aunque esto comenzó a fin de 2014, cuando el anterior gobierno comenzó a paralizar los pagos y luego las tareas de una gran cantidad de obras públicas. Esto mismo se dio en provincias y municipios. Tan fuerte ha sido la parálisis en este sector que el indicador del Costo de la Construcción registró una suba menor que el IPC del Indec en el último año. Este es el sector que más mano de obra expulsó y al que le están apostando las políticas nacionales.
Otro de los que ha sufrido es el sector textil y, con él, el del comercio minorista. Según la Fundación Pro Tejer, uno de los problemas del sector es el costo impositivo (supera el 25%) y el costo bancario, ligado a las operaciones con posnet para recibir tarjetas de débito y crédito. Además, ahora los bancos, en un juego casi oligopólico, han subido un 20% el costo de sus paquetes premium, castigando más a sus principales clientes. Hasta ahora no ha habido reacciones contra ellos, aunque planean deshacerse del negocio de las tarjetas.
Este sector, y los minoristas, sufren además dos problemas vinculados al valor del dólar. Uno es el ingreso de productos textiles de origen chino de contrabando, y otro son las compras fronterizas hechas por argentinos en países vecinos, como Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia. También se incluye en el problema a los productos electrónicos, computación y telefonía celular.
A pesar de los controles de aduana cada vez más estrictos con compradores individuales pero cada vez más laxos con grandes cantidades o con narcotráfico, los volúmenes ingresados legalmente están afectando a muchos comercios en todo el país. Pero los comercios sufren otros costos internos. Los alquileres, que suben como si la actividad fuera exitosa, los que están en centros comerciales tienen costos elevados, sumados a los que deben pagar franquicias.
Las buenas noticias nos son muchas y llegan en grageas, pero el anuncio de una rebaja en ciertas alícuotas de Ingresos Brutos, anunciada por el Gobernador Cornejo así como la reglamentación de la ley Pyme, traerán un poco de alivio al sector. La ley nacional aporta beneficios interesantes, como el uso del impuesto al cheque a cuenta de ganancias o la posibilidad de desgravar de ganancias un porcentaje de las inversiones es el inicio de un camino positivo.
Los empresarios deben pensar que en el horizonte no es probable esperar que el dólar crezca mucho en su valor, incluso si hubiera algún retoque de la tasa en EE.UU. Por tal motivo hay que recuperar competitividad bajando costos o haciéndolos más eficientes mejorando la productividad. Para eso deberán potenciar el capital humano, apostar a la calidad y la innovación. En este juego se develará quienes sobreviven o se quedan en el camino.