El Tomba completó ayer en Santa Fe una semana realmente decepcionante. El equipo dirigido por Mauricio Larriera evidenció las enormes secuelas anímicas y futbolísticas que dejó la increíble eliminación de la Copa Argentina 2017 a manos de Rosario Central el último lunes, cuando el equipo tombino ganaba 2-0, tenía un hombre más desde el minuto de juego y terminó cayendo 3-2 de manera poco creíble.
El partido de ayer en el estadio 15 de Abril de Santa Fe, sin dudas, fue de lo peor de la era Mauricio Larriera. Ante un adversario que lo respetó demasiado en el primer tiempo, que retrocedió para cederle la iniciativa y salir de contragolpe, el Tomba se mostró carente de ideas, inexpresivo, sin alma ni reacción.
Salvo las excepciones de casi siempre (Leonardo Burián y Santiago García) dio la sensación de que el equipo se arrastraba en la cancha y hacía lo que podía.
Con Fabrizio Angileri y Pol Fernández jugando con los perfiles cambiados (Turco por derecha, Pol por izquierda), el Tomba tuvo más tenencia de balón que su rival en el primer tiempo, pero la realidad es que Nereo Fernández, el arquero del Tatengue, fue un espectador de lujo: no tocó la pelota.
En el complemento, Unión salió decidido a atacar y en tres minutos generó tres chances. Eso sí, aprovechó los errores en la salida de Godoy Cruz, especialmente de su capitán Leonel Galeano, y encontró la ventaja mediante dos penales correctamente sancionados por el juez Echavarría.
El Tomba jamás reaccionó y se sumerge en una crisis que comienza a ser preocupante.