Alberto Isaías Garro, el padre de la criatura, no se equivocó. La base, compuesta por la esa generación dorada del semillero tombino, estaba en su máximo esplendor y en línea ascendente. No había que tocar demasiado.
Y en tiempos donde comenzaba a estar de moda reforzarse con una “camionada” de futbolistas, el sabio entrenador de Godoy Cruz entendió que había que potenciar la estructura sumando algunos nombres para desandar una larga aventura de 42 capítulos.
El equipo estaba. De hecho, en el debut ante los tucumanos (y a lo largo de casi todo el torneo) en la formación bodeguera se repitieron 8 de los 11 héroes que habían alcanzado la gesta del ascenso en la provincia de Misiones apenas dos meses antes.
En un torneo en el que coincidió con el Estudiantes de la ‘Brujita’ Verón y Calderón, el Colón del ‘Negro’ Ibarra y La Crema dirigida por Gustavo Alfaro, el Tomba comenzó a mostrar ese fútbol atildado que lo distingue.
Terminó cuarto, se ilusionó con el ascenso (dejó atrás a Quilmes) pero Colón lo frenó en semifinales.
Comenzó pisando fuerte...