Italia afronta uno de los desafíos más fuertes de toda su historia reciente al convertirse en el país con más muertes producto del avance del coronavirus. La pandemia se cobró hasta el momento casi 5500 víctimas fatales y las medidas drásticas que tomó el gobierno provocaron un cambio radical en la vida cotidiana.
En este marco muchos argentinos que viven en el país europeo se toparon con un panorama impensado hace tan solo un par de días. Uno de ellos es el sacerdote salesiano David Martínez (34), oriundo de Fray Luis Beltrán y que hace un año y medio dejó Mendoza para continuar sus estudios en Roma. David dialogó con diario Los Andes y relató en primera persona cómo es vivir el día a día en el país que se lleva la peor parte de la enfermedad.
El religioso vive actualmente en la Pontificia Universidad Salesiana, un campus formado por seis comunidades que la constituyen miembros de todo el mundo y que se ubica a las afueras de Roma. Y si bien el epicentro de la pandemia hoy es el norte italiano, la virulencia con la que se hace sentir sumió a toda la nación en un marco de drásticas medidas: "Acá la situación es bastante tranquila, lo más grave está sucediendo en el norte, en Milán y sus alrededores. Ahí están los mayores casos y de muerte y se cree que la situación se salió de control a partir de dos eventos masivos que se produjeron en esa zona, uno es el Carnaval de Venecia y el otro es la Semana de la Moda de Milán", relató.
La vida en la capital romana está tan cambiada como es hoy la cotidianeidad argentina. En el caso de los religiosos y religiosas, como también otras 'profesiones' que requieren la presencia, todo está en una suerte de stand by: "Ahora está todo cerrado, no hay misas y tampoco hay eventos públicos. La administración de los sacramentos se hace a través de Internet, se avisan los horarios de inicio y la gente se conecta en gran nivel. Hace unos quince días se tomaron algunas medidas a la hora de realizar ritos; se buscó evitar la aglomeración de personas, se retiró el agua bendita de los templos y se pasó a comulgar en la mano. Esto duró hasta que el gobierno prohibió todo tipo de reunión".
Aunque reconoció que algunos sacramentos no se pueden administrar ni siquiera de forma virtual –como la confesión o la unción de los enfermos- explicó que el drama se nota al conocer la situación de quienes perdieron familiares por el virus y a veces ni siquiera pueden velarlos: "En los funerales no hay personas, o muy pocos –dos o tres-. Muchos de los salesianos que atendían parroquias están recluidos y todo está todo suspendido para no difundir el virus".
Pero los efectos del coronavirus también son emocionales y en los momentos de crisis afloran todo tipo de respuestas. Por un lado David confiesa que en el ambiente hay un clima de "tristeza y desánimo por la reclusión, ya que Roma es una ciudad viva y siempre con movimiento debido al turismo. Pero ahora con la gente aislada la sensación es de pesadumbre porque ya van varios días y la situación no ha mejorado".
No obstante está la otra cara de la moneda, la de la gente que resiste y que le pone la mejor cara a la crisis: "También se ve la iniciativa de la gente de mantenerse conectada, los vecinos en la tarde ponen música o cantan, se agradece a los trabajadores del sistema de salud, están atentos a las personas mayores que viven solas"
Y si bien reciben noticias de que religiosos mayores han sido víctimas del virus en países como España, David reconoce que ahora miran con preocupación lo que acontece en el país de origen de cada miembro de su comunidad: "Acá estamos tranquilos, miramos con preocupación que se ha complicado un poco allá. Me mantengo en contacto permanente con mi casa, aquí estamos bien y por suerte no hay casos cerca. Pero tratamos de mantener la mente ocupada porque si uno se maquina no ayuda para nada".
Sobre el final el religioso reconoce algo que también lo han dicho distintos dirigentes a lo largo y ancho del mundo: "Es como una guerra invisible, nadie sabe dónde está el enemigo y si está adentro de uno".