Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com
"Es de país bananero tener a sus ex-presidentes presos".
Carlos Grosso.
"En los países serios se protege a sus ex-presidentes".
Miguel Ángel Pichetto.
"Los chamanes creen poder diagnosticar y curar el sufrimiento humano contactando con el mundo de los espíritus y formando una relación especial con ellos. Aseguran tener la capacidad de controlar el tiempo, profetizar, interpretar los sueños, usar la proyección astral y viajar a los mundos superior e inferior".
Wikipedia.
Hasta hace diez días nadie sabía por dónde iría a explotar la bomba de la corrupción. Incluso muchas personas importantes estaban tratando de desarmarla para que no explotara.
Mauricio Macri navegaba entre las dos aguas.
Algunos le sugerían que después de lo de Brasil tenía que subirse a la ola anticorrupción como su gran líder nacional y, si fuera posible, continental.
“Cabalgar la evolución” decía Juan Perón y en estos tiempos la evolución, empujada por el fantasma de la corrupción, está barriendo a los más celebrados gobiernos latinoamericanos de la última década.
Sin embargo, otros le aconsejaban que no se metiera. Pichetto, la presa peronista más ansiada por el macrismo para lograr un Senado amable y consensualista, suplicaba a los oficialistas que por favor la pararan porque todos los caminos -todísimos- conducen a la ex-presidenta. Aunque lo que les estaba diciendo es que muchos peronchos que podrían ser buenos con el macrismo caerían también en la volteada y entonces ¿con quién negociaría el gobierno?
Ni lerdo ni perezoso, el gran chamán macrista Jaime Durán Barba se la jugó el todo por el todo por el teorema Grosso-Pichetto acerca de que los países serios no encanan jamás a sus presidentes ni aunque se lo hayan robado todo, porque más vale parecer que ser o, mejor dicho, el parecer debe ocultar al ser si queremos que vengan las inversiones.
Un periodista le preguntó al chamán: “Yo escucho a mucha gente decir que quiere ver presa a Cristina, y leí que decías que no es así”. A lo que el ecuatoriano le respondió: “A muy poca gente le importa el pasado... Yo veo todos los días encuestas y veo que sólo el 4% está interesado en que le hablen del pasado. El 96% dice 'no me joroben, háganme un país para que yo viva bien'. ¿Un Presidente debe dedicarse a buscar en los basureros 3 años? Entrá a Google y fijate cuánto se habla de corrupción: no llega al 0,5%... ¿Cuántos inversores que están dispuestos a venir dirían '¡Qué bueno, voy a ir a ese país que está hecho pedazos, con corrupción, una inflación imparable y todo está en el horno!'?”
Mientras, en off, el chamán le decía a Macri las auténticas razones que lo obligaban a querer tapar la corrupción en vez de combatirla: “Mauri, si nos ponemos a detener corruptos no nos va a quedar ninguno de la contra con quien negociar, y vaya a saber cuántos de los nuestros”.
Mauricio dudaba, acicateado también por el tristemente célebre Carlos Grosso, su asesor en off, que le pedía que no fuera bananero.
Hasta que explotó la bomba.
Ya Jorge Lanata lo había adelantado tiempo atrás cuando Elaskar y Fariña cantaron en todos los idiomas. Pero entonces la mafia denunciada apretó a los fácilmente apretables delatores que al día siguiente se desdijeron de todo lo que confesaron, amplificados por el aparato comunicacional K que los bancó en haberse arrepentido de haberse arrepentido, intentando ridiculizar a Lanata.
“Te juro que yo sólo vendía artículos de perfumería a los Báez”, dijo Fabián Rossi a su bella esposa Ileana Calabró, quien no sabía si creerle, hasta la semana pasada en que lo vio con sus propios ojos contando dólares y euros a troche y moche.
Porque ésa fue la bomba que hizo volar por los aires el teorema Grosso-Pichetto y los consejos del gran chamán: la divulgación de un video donde se veía todo lo que ya se sabía pero que, para que resultara creíble masivamente, había que verlo. A partir de ese entonces ya nadie dudó. Y menos que menos los culpables, quienes decidieron entregar a Báez para salvar a Cristina.
El voluble juez Casanello dijo que con el video se llevó una gran sorpresa (tiempo atrás sostenía que Fariña y Elaskar eran imputables pero que Báez no; ahora dice que Báez es imputable pero Cristina no). Diana Conti dijo que ver los videos le dio vergüenza de ser argentina (dijo argentina, no kirchnerista). La hermana Alicia afirmó, sin sonrojarse, que Lázaro Báez jamás tuvo nada que ver con la familia Kirchner. José Ottavis, sentadito en la falda de Vicky Xipolitakis, manifestó que le dio asco ver al hijo de Lázaro Báez contando plata. Para poner el moño a todo este conjunto de asquerosos (en el sentido del asco por ellos sentido) apareció Ricardo Echegaray en un programa televisivo de la corpo para profetizar que “Báez terminará preso”.
El pobre Lázaro, para intentar en Pascuas resucitar de entre los muertos, les respondió que él tiene cómo probar su lavado de dinero pero que no pasa lo mismo con Echegaray y Alicia K, insinuando que si lo siguen apretando, él también puede implicar a alguien de más arriba.
Frente a este vodevil de delatores, a Macri no le quedó más remedio que tirar a la basura el teorema Grosso-Pichetto y decir al gran chamán que esta vez, sólo esta vez, no le hará caso pese a los resonantes consejos triunfales por él aportados. Entonces confesó sentirse “apabullado y asqueado”, por lo que mostraban los videos de la Rosadita. Clara insinuación de que no le queda más remedio que ponerse a la cabeza de la lucha contra la corrupción a fin de evitar el riesgo de que con el tiempo la corrupción no le acabe pidiendo la cabeza también a él o a los suyos.
Es que cuando los tsunamis políticos avanzan sobre la sociedad, ocurre algo parecido a lo que pasa con las catástrofes naturales. Uno no se puede poner de frente a intentar pararlos porque lo arrollarán. En la Argentina poskirchnerista el fenómeno de la corrupción acaba de estallar por la mera difusión de un video que fulminó las encuestas durán-barbistas. Es que las grandes mayorías nacionales se sintieron indignadas al ver en tevé lo que presentían y entonces la corrupción pasó de no importar a ponerse en la punta de los reclamos populares junto a la inflación.
En consecuencia, tanto a la corrupción como a la inflación habrá que combatirlas hasta su exterminio, en vez de intentar taparlas a fin de que los inversores no se asusten. Todo un cambio de filosofía.