En la antesala de su presencia en la Asamblea General de las Naciones Unidas, hubo otro revés propinado por la justicia estadounidense. El viernes, la Corte de Apelaciones del Segundo Circuito de Nueva York rechazó el pedido de Argentina y el Citibank para que habilitara el pago de bonos bajo ley argentina "por única vez" el 30 de este mes a bonistas que entraron en los canjes de 2005 y 2010. Dicho en otros términos, la Corte le devolvió la pelota al juez Thomas Griesa.
Aunque en rigor, ese revés lo sería en apariencia. Si Griesa no habilitara ese pago, el mayor perjudicado sería el Citibank. "Argentina tiene un arma sobre nuestra cabeza y probablemente será disparada", advirtió la representante legal del banco a la Corte de Apelaciones.
Es que el incumplimiento de su obligación de pago a los bonistas podría derivar en la pérdida de su licencia bancaria en Argentina, la toma de su control por el Gobierno e incluso el encarcelamiento de funcionarios de su sucursal local. Es un fuerte elemento de presión política sobre Griesa, que de llevarse a la práctica profundizará aún más las diferencias abiertas con Washington a raíz de la disputa con los fondos buitres.
Pero la atención central habrá que ponerla en el discurso presidencial del martes ante la Asamblea General de la ONU. Cristina llega precedida por otro hecho político que también contrarió a Estados Unidos: la abrumadora mayoría de países (Rusia, entre ellos) que apoyaron la propuesta del Grupo de los 77 más China a iniciativa de Argentina de elaborar una convención internacional sobre las reestructuraciones de deuda soberana de los países.
Los términos del discurso presidencial darán la clave del alcance del respaldo que la Presidenta pudo haber tenido del papa Francisco. Es que en fuentes del Gobierno la expectativa de máxima sobre el almuerzo del sábado era que el Papa la habilitara a exhibir en el discurso su apoyo en la pelea contra la especulación financiera global.
Según esas fuentes, a favor de esa habilitación contaría el supuesto desencanto de Francisco con el presidente Barack Obama por no comprometerse a fondo en esa pelea, sobre lo que le habría dado su palabra en su encuentro de abril pasado. Es sabido que la especulación financiera global representa para el Papa el mayor problema de la economía mundial, junto con la decena de guerras locales que constituyen "la tercera guerra mundial".
Del cuarto encuentro de Cristina con Francisco en un año y medio de su papado no pudo haber estado ausente la problemática nacional. Desde su llegada al Vaticano, el Papa ha reiterado a cuanto argentino lo visitó que quiere que haya una transición sin sobresaltos institucionales hasta el final del mandato de la Presidenta.
De esa palabra papal se ha tomado la jefa del Estado cuando lo ha requerido, como cuando señaló a Luis Barrionuevo de instigar a posibles saqueos con los que ya parece tradicional finalizar cada año en el país. El efecto fue inmediato: el gastronómico y Hugo Moyano tuvieron que recular en el plan de lucha abierto con el paro general de agosto.
El paraguas papal no alcanza, sin embargo, para atenuar los efectos de la desaceleración económica, la inflación y sus consecuencias sobre el empleo y el salario.
El principal motivo de ello está en la escasez de dólares de la que el Gobierno culpa a "los buitres de adentro y de afuera". Mientras, con un endeudamiento interno pateado hacia más allá de 2015, implementa planes de estímulo al consumo para sostener el mercado interno. De ese modo intenta capear el interregno eterno de tres meses, hasta que la cláusula Rufo caduque. "Antes de que termine diciembre ya habrá negociaciones con los buitres", adelantó una fuente gubernamental.
La economía se impone, pero la política también se mueve. La aparición de Máximo Kirchner demostró que no es el "Mínimo", como lo tildó en su momento Moyano. Su discurso, como la fuerza política ante la que apareció, son un mensaje de que el kirchnerismo no allanará porque sí el camino al próximo presidente. Impensada una reforma constitucional pro re-re, su apuesta es a que Cristina sea la "gran electora".
Jugará ese papel para designar al próximo candidato del oficialismo si Mauricio Macri y Sergio Massa, como hasta ahora se prevé, eludieran las Pa so para convalidar sus postulaciones. Pero ese rol de Cristina dependerá en buena medida de cómo logre encauzar la economía desde enero próximo, pero sobre todo de cómo capea el temporal del último trimestre de 2014.