Desde el miércoles 16, varios mendocinos no duermen bien y perciben que el piso se mueve aunque no haya temblado. En definitiva, han quedado atemorizados luego del terremoto que se produjo en Coquimbo (Chile) y se percibió con fuerza en la provincia. Las réplicas que se han venido sucediendo y los rumores de que podría ocurrir uno más fuerte sólo empeoraron la situación. Pero especialistas aseguran que el temor y la angustia son reacciones normales ante un suceso inesperado.
Cintia cuenta que ese miércoles se paralizó y su esposo tuvo que volver a la casa porque le dio un ataque de nervios. Claro que todavía se acuerda “como si hubiera sido ayer” de que durante el terremoto del 26 de enero de 1985 se le cayó una repisa en la cabeza y se vino abajo una pared de la vivienda familiar. Como sintió dos de las réplicas del lunes último, el martes dudó en dejar que una de sus hijas -una de 10 años y otra de 3- fuera a una excursión escolar, porque prefiere saber dónde están en cada momento.
La mujer confesó que permanentemente chequea Facebook, ya que allí aparecen de inmediato las noticias de los movimientos sísmicos. Es que señala que en un primer momento se habló de que las réplicas se iban a sentir durante 30 días y después ese períodos se extendió a 2 meses. Cintia no sólo tiene un bolso preparado, sino que está atenta a los ruidos y al comportamiento de su perra, que se alborota unos minutos antes, y con frecuencia mira las lámparas para ver si oscilan.
El psiquiatra Benigno Gutiérrez indicó que se trata de una situación extrema que activa el instinto de conservación. Y si bien el temor inicial lo experimenta la mayoría de la población, en algunas personas, de acuerdo a su estado emocional previo, el estrés puede mantenerse durante un tiempo. Esto se observa más en quienes viven en edificios altos porque se incrementa la oscilación propia del sismo.
El médico comentó que hay quienes, producto de la angustia de esperar que vuelva a moverse el suelo, no se acuestan en la cama sino que duermen -o dormitan- en un sillón, a veces con una luz o el televisor prendido. Gutiérrez señaló que en el 90% de los casos, a medida que transcurren los días y disminuye la intensidad y frecuencia de las réplicas, los individuos retoman su rutina habitual. Recomendó tener paciencia y que, si se produce otro temblor, la persona intente mantenerse en el lugar ya que cuando comprenda que pudo sobreponerse al miedo, recuperará la autoestima.
Agua y abrazos
A Lucía siempre le generaron mucho temor los temblores, pero esto se agravó desde que vive en un 7° piso. Es que a la sensación de que puede producirse un terremoto que destruya todo, se le suma la impotencia de que no alcanzaría a escapar a ningún lugar. Si bien no sintió el primer sismo, porque iba en auto, no quiso dormir esa noche en el departamento y se quedó en la casa de una amiga, en planta baja, lo que le permitió pasar una noche tranquila. Sí percibió, en cambio, varias réplicas y agrega que por las redes sociales circula mucha información basura, que favorece la paranoia social.
Enrique Stein se especializó en psicotrauma en desastres y vive en Buenos Aires, pero trabajó en Mendoza después del terremoto de 1985. El médico psiquiatra indicó que la sensación de temor que se experimenta luego de un episodio reciente es normal, ya que resultaría ilógico que la gente no se inquiete.
Sin embargo, esta angustia depende de la vulnerabilidad de cada persona, de su historia personal, del contexto en el que está. Así, recordó que en el ‘85 era distinta la actitud de quienes vivían en una casa de adobe que en una sismorresistente, pero a su vez no todos los que residían en una vivienda de barro estaban angustiados del mismo modo.
Stein planteó que, frente a una situación que irrumpe en la cotidianidad, es fundamental la contención familiar y comunitaria. Y resaltó que es tan importante un vaso con agua como un abrazo para la recuperación (lo que se denomina resiliencia). Es que aunque se habla de lo que le pasa a cada individuo, los desastres son sociales y por eso es esencial reconstruir los vínculos.
María José Godoy, magíster en Psicología Clínica, viajó a Chile en 2010, unos 15 días después del terremoto, para colaborar en la zona afectada.
Explicó que es común que las personas se mantengan en alerta después de un cataclismo y que durante este período se experimente dificultad para dormir, sobresaltos, angustia e incluso que se reviva el momento. Esto, manifestó, es natural y además positivo en el caso de un sismo, ya que las réplicas se repiten y hay que estar preparados, pero siempre que no paralice. Lo esperable es que, cuando se percibe que ya no hay riesgo, estos síntomas desaparezcan; de lo contrario, es conveniente buscar tratamiento interdisciplinario.
El kit para que no nos sorprenda el temblor
"La información adecuada es el mejor ansiolítico", plantea el médico psiquiatra y especialista en psicotrauma en desastres Enrique Stein. Y subraya que es fundamental saber qué se puede hacer en caso de que se produzca un sismo o cualquier otra contingencia.
Desde Defensa Civil de la provincia recordaron que se debe diseñar un plan de acción familiar y en el trabajo, y armar un bolso o mochila de emergencia para estar preparados ante un terremoto u otra catástrofe.
Se recomienda que la familia defina un punto seguro dentro de la vivienda para refugiarse, como también un sitio de encuentro -plaza, parques cercanos- en caso de que no estén en el hogar. Esto, porque es habitual que las líneas telefónicas se saturen. También se debe fijar quién se encargará de cortar la luz y el gas, y quién tomará la mochila de emergencia. Asimismo, es conveniente planear cómo ayudar a los niños, ancianos y personas con discapacidad.
El plan familiar incluye el armado de un bolso con agua potable; alimentos no perecederos enlatados, secos, chocolate (y revisar cada cierto tiempo la fecha de vencimiento); una lista con los integrantes de la familia y sus datos (DNI, grupo sanguíneo, obra social, medicamentos que toman), incluidas las mascotas; lista de teléfonos de familiares; botiquín de primeros auxilios; radio a pilas; linterna; guantes; documentos personales y sus copias; muda de ropa y manta de abrigo; kit de aseo; herramientas y alambre.