Los liderazgos construyen éxitos. Los triunfos generan idolatrías. Parece simple la fórmula, pero es compleja. Cuando Carlos Bianchi llegó a Boca, en julio de 1998, ya era el Virrey de Liniers.
Se había convertido en ídolo con sus 206 goles en sus dos etapas como jugador. Y solidificó su estatua ya como entrenador, en la etapa más gloriosa del club, hace ya 20 años.
Con esos pergaminos y el traje de líder de grupo, más allá de su paso en falso en la Roma, arribó Bianchi a Boca. Fue la tercera opción de la presidencia de Mauricio Macri, tras los fracasos de Carlos Bilardo y Héctor Veira.
Carlos Bianchi había confesado en sus juveniles años de goleador, tras quebrarle un récord de imbatibilidad a Amadeo Carrizo, sus simpatías por River. El desafío, en la otra vereda, era doble.
Barrer con el archivo que manejan los memoriosos. Al finalizar la pretemporada en Tandil, el Virrey tomó una decisión. Se reunió con Martín Palermo y Guillermo Barros Schelotto, rivales en su momento en Estudiantes y Gimnasia, y les aseguró la titularidad durante todo el torneo, más allá de los resultados. El debut oficial fue en la Copa Mercosur, el 5 de agosto de 1998 en La Bombonera, ante Vélez.
Su Vélez le ganó 1-0. Otra historia fue en torneo Apertura. La dupla ofensiva explotó. El equipo encontró un funcionamiento y una solidez defensiva que no tenía. Se consagró bicampeón y estableció un récord en el profesionalismo: 40 partidos sin perder.
La Libertadores de 2000 y la Copa Europea-Sudamericana, tras vencer a Real Madrid 2-1 en Tokio, extendieron la luna de miel de Bianchi con los hinchas de Boca.
En la cancha, la gente amaba a Juan Román Riquelme, a Martín Palermo, a Mauricio Serna, pero el Virrey ya había dejado de ser el Virrey de Liniers.
Ya era de Boca
A fines de 2001 decidió no renovar su vínculo con el club. Una conferencia de prensa, con Macri reclamando motivos y con Bianchi abandonando el lugar en forma abrupta, es la imagen de aquella despedida.
Regresó a principios de 2003 con todos los honores. Como en su etapa anterior, potenció lo mejor de cada jugador de Boca. Y ganó tres títulos más.
A mediados de 2004, tras caer en la final de la Libertadores con Once Caldas y aunque todavía tenía 18 meses más de contrato, decidió alejarse. "Era lo mejor para el club", dijo.
Su relación con la dirigencia nunca fue buena. Con la gente, ya era amor eterno.
Tras otro mal paso por Europa (Atlético de Madrid), Bianchi se recluyó en su familia. Y Siempre era el favorito en las encuestas. En 2009 retornó en la función de manager.
Duró un año y se fue porque no quiso suceder a Basile. En este final, a pesar de los malos resultados, la gente lo bancó siempre.