El Tata Brown, un símbolo de la hazaña

Era un hombre que llevaba la voz cantante del equipo dentro de la cancha, un líder que se proyectaba desde la última línea; fue un jugador discutido y se transformó en irreemplazable para la Selección.

El Tata Brown, un símbolo de la hazaña

Llegado el día descanso para todas las selecciones participantes en el Mundial '86, se venía lo mejor. La fase de grupos había quedado atrás, y ya estaban emparejados los clasificados de los 6 grupos para disputar la rueda de los Octavos de Final. Instancia a la cual se habían clasificado los dos primeros de cada Zona, y los cuatro mejores terceros de los seis grupos.

Argentina, que había liderado el grupo A, se mediría con el potente Uruguay (en 48 horas), el 16 de junio, en el estadio Cuauhtémoc de la ciudad de Puebla. Mientras tanto, el plantel piensa en darle vida al “clásico del Río de la plata”,entre ellos el “Tata” fue ganado voz de mando desde el fondo para transformarse en un respaldo para el equipo, en un motivador y también en un líder.

“Está claro que si Daniel (Pasarella) no se lesionaba, no hubiese jugado el Mundial. Lo curioso es que con Daniel éramos compañeros de habitación desde una gira anterior. Lamentablemente se quedó afuera por una lesión, no es lindo para nadie entrar por un compañero así, pero me tocó la oportunidad y gracias a Dios la pude aprovechar”, sostiene José Luis Brown.

Quizá ni él podía llegar a imaginar todo lo que le tocó vivir en este certamen, es que llegó al torneo con el antecedente inmediato de no ser tenido en cuenta en su club, Deportivo Español, y como uno de los más criticados en la lista de los 22 jugadores elegidos por Carlos Bilardo.

Para colmo, en su puesto estaba Daniel Passarella, capitán de Argentina en los dos Mundiales anteriores. Pero el Kaiser se enfermó antes del debut contra Corea y se quedó afuera del once ideal por toda el torneo; el destino -esta vez- se confabuló para que el “Tata” pudiese cumplir con su historia.

“El día previo al debut en México fuimos a un shopping y comimos unas hamburguesas espectaculares, a escondidas. Eramos varios. Como ganamos, ¿qué hicimos antes de Italia? Repetir. Una vez nos vio el doctor Madero, Bilardo le decía ‘Andá allá, Raúl, está todo bien’. Se sentó con nosotros y cumplimos con la cábala. Madero nos dijo de todo, que éramos unos irresponsables...”, contó tiempo después el defensor que también se transformó en un símbolo para el equipo.

Su primer partido, su estreno en el fútbol nacional, fue en el Monumental contra River, con un empate sin goles en el inicio del campenato Metropilitano del ‘75.

“Tres días antes, Carlos me había puesto en un amistoso contra el Stal Mielec, de Polonia, como stopper para marcar a Lato, que venía de ser el goleador del Mundial ‘74. Lo marqué bárbaro, pero perdimos (1-0) y el gol lo metió Lato. El tipo se fastidiaba, yo estaba con toda la polenta de mis 18 años y siempre fui muy fuerte físicamente. Un jugador es inteligente cuando sabe sus limitaciones y las trabaja al máximo”.

Hoy Brown es un indiscutido, una pieza ineludible para enfrentar a los charrúas. En sus espaldas pesa gran parte de la responsabilidad para resguardar el arco de Pumpido. Pero, este presente que lo hacerca a la gloria había comenzado días atrás: “cuando partí para el Mundial, me acompañaron mi mujer, mis hijos y un amigo”, cuenta sobre aquella solitaria despedida el dueño de la camiseta número cinco. “Al principio fue muy duro. Se decían cosas como que iba a México porque era amigo de Bilardo, que estaba lesionado...”.

Su camino a México fue más comlicado de lo pensado, “me lesioné en un amistoso contra Uruguay en agosto del ‘84: salí con pelota dominada, se me tiraron de atrás y me desflecaron el cruzado. Volví a Colombia, solo en el avión, la rodilla era una pelota. A partir de ahí fue una lucha de casi dos años de sacrificios terribles”.

Pero esas vivencias han templado  su esíritu, en 48 horas el “Tata” volverá a pisar la cancha para enfrentar a Uruguay, el primero de los partidos más importantes, “Pensar que había gente que decía que nos volvíamos a los 15 días”, piensa sin rencord José Luis Brown.

Intimidades

Bilardo el programador

Objetivo claro. "El técnico te pedía concentrar de tal manera que entrábamos en la cancha con una computadora en la cabeza, de tan estudiados que teníamos a los rivales. Por ejemplo, yo le dije a mi mujer que no me llamarse por teléfono, a no ser que se hubiera muerto alguien. Es que de octavos para adelante, una desconcentración puede significar que te tomés el avión de vuelta. Además de contar con Maradona, fue importante el período de adaptación al calor y a la altura. Por ejemplo, Dinamarca, que llegó con poco tiempo de anticipación, empezó con todo, y se cayó ante España".

Descanso dividido

La concentración del América. "La concentración era muy buena, el problema es que como no entrábamos todos en ls habitaciones y mandaron a construir un galpón atrás. del complejo Era un espacio grande y lo dividieron en cuatro habitaciones. En una estábamos hospedados Daniel y yo, en otra Ruggeri y Almirón, en otra Valdano y Trobbiani; y en la cuarta, Bilardo, porque decía que el técnico del equipo tenía que predicar con el ejemplo y estar en el peor lugar. Vivíamos en la otra punta, lejos de todos".

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