El Tangódromo de Río

Los argentinos han vuelto a copar Río de Janeiro y tres mendocinos cuentan cómo esperan el partido de esta tarde en el Maracaná.

El Tangódromo de Río
El Tangódromo de Río

En la zona sur de Río de Janeiro, desde el miércoles pasado, da igual hacia dónde se mire: es imposible no ver una remera argentina. La insuperable creatividad de la hinchada se ha convertido en una pesadilla para los cariocas a medida que la 'ciudad maravillosa' se inundaba de blanco y celeste.

Por si no fuese suficiente haber recibido siete goles en unas semifinales de repercusiones sísmicas y otros tres tantos anoche contra Holanda, Brasil contiene la respiración ante la posibilidad de ver a Lionel Messi coronarse campeón en Maracaná y acepta la humillación de apoyar mayoritariamente a su verdugo, Alemania, el próximo domingo. “Esto está lleno de argentinos”, dice Marcelo, un panadero de Copacabana, a pocas cuadras de la Fan Fest de la FIFA: “¡No me dejan dormir! Ahora nos toca apoyar absolutamente a los alemanes, qué se le va a hacer”.

Ni siquiera la torrencial lluvia caída en Río de Janeiro en los dos últimos días ha apagado la ruidosa fiesta argentina, que hasta ahora no ha deparado incidentes graves en una ciudad prácticamente militarizada desde hace un mes. 'Terreirao de Tango', titulaba irónicamente un diario carioca ayer un reportaje sobre los miles de viajeros que han estacionado sus autos y caravanas en el 'Terreirao de Samba', espacioso predio cercano al Sambódromo habilitado por la alcaldía de Río para albergar a una parte de los 80.000 aficionados que quieren celebrar “in situ” la conquista de un Mundial en la catedral futbolística de su máximo rival.

Saturado de aficionados, las autoridades abrieron también el Sambódromo: Río es definitivamente argentina esta semana. Solo imaginar una victoria del equipo de Sabella tuerce el gesto a los 'torcedores' locales: “Sería peor que el 7-1 contra Alemania”, confiesa el dueño de un restaurante “por kilo” de Botafogo donde, cómo no, también hay aficionados argentinos reponiendo fuerzas después de varios días de viaje ininterrumpido.

Basta acercarse por el Sambódromo o el Terreirao do Samba para empaparse irremediablemente de la exaltación patriótica que ha impulsado la lenta pero segura progresión de la selección de Sabella. Aprovechando el bendito sol matinal para secar sobre las carpas las ropas mojadas durante el diluvio de la noche, miles de ciudadanos reponían fuerzas para el inolvidable día que les espera hoy. Entre el mate y el fernet, pasado el mediodía, un rápido paseo ofrecía ya el espectáculo de varias parrillas humeantes entre sacos de dormir, banderas empapadas y carteles de todos los puntos de la geografía nacional.

Sobre una bandera bicolor, en rojo, se lee lo siguiente: “Mendoza. Brasil, decime qué se siente. Pablo-Ariel-Sergio”. Sentado en reposeras y en un ambiente de envidiable entusiasmo, Pablo Kisbert, joven comerciante de Rodeo del Medio, cuenta la historia de cómo se animó a “comprar una caravana, engancharla al auto y viajar con dos amigos” durante cinco días desde Maipú, a comienzos del Mundial. Como la gran mayoría de los argentinos aquí presentes, no tienen entradas para la final. “Fuimos a los dos primeros partidos, pero ya después las distancias eran demasiado grandes”, explica. Visitaron Buzios, se bañaron en playas cristalinas a 25 grados en pleno invierno.

“Las entradas para la final están muy caras, piden 10.000 dólares”. Pero parecen felices. Ahora su grupo es mucho más grande. “Nos hemos encontrado a muchos mendocinos, somos muchísimos…”, dice, abrazándose a uno de ellos. “Hemos sufrido tanto”, cuenta Sergio. “A mí casi me da un infarto en los penales”. ¿Y ahora…? “Ahora, sencillamente, no tenemos ni idea de lo que pueda pasar”. Por si acaso, han reservado la última botella de fernet para la final: tratarán de introducirla como sea en la Fan Fest de la playa de Copacabana, que recibirá hoy a 20.000 aficionados.

Sonidos de cumbia cordobesa invaden la noche en el Morro Babilonia, una de las favelas más tranquilas de Río, próxima a la playa de Copacabana. Según algunos de sus pobladores, es imposible dormir bien desde que Argentina pasó a semifinales. La ocupación de de los “hermanos” del sur es total. El pueblo carioca, estupefacto y resignado, soporta con entereza una dura lección deportiva y deposita en Kroos, Müller y compañía sus últimas esperanzas para que la última semana de la 'Copa das Copas' no se convierta en un absoluto infierno. Leo Messi tiene 90 minutos para completar la hazaña: adquirir un boleto hacia la gloria eterna y, de paso, sumir al máximo rival en una depresión muy profunda.

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