Hoy fui a comprar comida para perros y noté algo. Estaba pagando la mercadería a la empleada y el dueño del local, no importa cuál, estaba remarcando con 13% los alimentos (por minutos compre 13% más barato). Ante el cuestionario de los parroquianos sobre el aumento culpaba a los viajantes, quienes seguramente culpan al dueño, quien por otra parte culpa al empresario, quien culpa al gobierno, quien culpa al pueblo por no saber comprar.
No es nuevo decir que en esta Argentina hay varios culpables recurrentes de lo que nos pasa.
Y voy a empezar por el pueblo soberano, ya que recurrentemente incurrimos en el mismo error de votar a quien nos hizo llegar a esta situación; compramos cosas que no nos hacen falta, sólo por sentirnos como omnipotentes compradores. Los gobernantes (sin distinción de banderías) que votamos, que con promesas vanas o reales que después no son cumplidas o no pueden ser cumplidas, nos viven canjeando los mismos espejitos que Hernán Cortés nos trocó por oro en el mil y pico, según la historia. Y los de siempre, los empresarios y/o comerciantes (tal vez alguno se salve), que con el dicho que ellos “invierten para no perder”, nos viven dando con los aumentos por la cabeza sin mirar el estado, o sabiendo el estado económico de la gente.
Y volvemos a la gente y el tan mentado “consumismo”, con origen etimológico en la unión de dos vocablos latinos: “consumere” (agotar o consumir) más el sufijo “ismus” que en este caso indica una actividad o afición, el consumismo es una tendencia humana a adquirir bienes y servicios en mayor cantidad de lo necesario, estimulada por la publicidad, el progreso tecnológico y la competitividad que encontraron en el marketing (mercadotecnia y publicidad) la herramienta para incrementar, dirigir y controlar el consumo. Este hecho (consumismo) fue expuesto en 1857 por Gustave Flaubert, escritor de nacionalidad francesa, en la novela que tituló “Madame Bovary”. Esta mujer, casada con un médico de pocas ambiciones materiales, no se sentía feliz, pues ella quería comprar y comprar: entradas para la ópera, ropa de lujo, perfumes costosos, etcétera. Su escalada de consumismo terminó con su suicidio, al verse atrapada por las deudas.
A nivel social, el consumismo también tiene una alta carga negativa, llevando a una sobre explotación de los recursos, con peligro de que escaseen o se extingan y a un gran problema de contaminación ambiental, al aumentar la producción fabril y los desechos industriales y domésticos.
Dicho esto vemos que la gente ambientada y alentada por el consumismo, hace que los empresarios y comerciantes los lleven de la boca, para lograr la mejor compra tras el mejor producto, el más caro, el más nuevo y así tener un mejor status (”posición banal que una persona ocupa en la sociedad o dentro de un grupo social”). Sabedores de esto tanto empresarios como comerciantes se aprovechan de esta situación para aplicar aumentos, ¿por la suba del dólar?, ¿por la suba del combustible?, ¿por la suba de los sueldos?, ¿por la suba de inflación? y, lo peor de todo, por las dudas, cualquier excusa es buena para aumentar, pero ninguna para bajar.
Por ello, en mi bajo entender, estos últimos son los que han saqueado recurrentemente, en cualquier Gobierno, en cualquier tiempo, el bolsillo de las personas, amparados en el “consumismo” y que delinea el nivel social de éstas. Pero a su vez, somos nosotros los que permitimos y aceptamos esto. ¿Nos quejamos? Sí, solamente para adentro y muy dentro porque para afuera hemos decidido ser un mero consumista cueste lo que cueste para que nos digan: mirá, fulano tiene el último celular; zultano se compró un 0 KM. No importa si el producto lo debemos, si podremos pagar o las carencias afectivas que nos signifique tenerlo, o lo que hicimos para llegar a esto. Sólo importa “serlo”.
Mi padre decía: con un cañito (casa, tal vez recreando la casita de Hijitus) para mi familia me conformo, y de “este mundo sólo te llevas lo puesto y lo que fuiste”. Cuánta razón.
Claudio Daniel Aguilera
Vecino de Rivadavia
DNI 12.537.577