Las caras lo dicen todo y explican cómo el alma se va transformando en un proceso de pocos días. Cuando se suben al minibus en Buenos Aires, sin conocer a nadie, los gestos muestran una mezcla de timidez, una dosis fuerte de lógica incertidumbre y una pizca de ilusión. Cuando llegan a Miramar, tras un viaje largo, se nota el cansancio, la rutina de una larga semana aún está a cuestas, aunque crece la esperanza de que la ansiada escapada sea lo que imaginaron. Cuando a la otra mañana se meten experimentan las primeras sensaciones del surf, esas caras no son las mismas. La energía es otra, las sonrisas brotan, aun cuando los palazos en el agua han sido más que las veces que pudieron pararse en la tabla. Pero nada importa. Ahí comienzan una transformación que, en algunos casos, será definitiva en sus vidas.
Entonces, cuando regresan a casa, no hay tensión en el rostro, están bronceados, relajados y felices porque el finde largo les dio más de lo que esperaron. Regresan con nuevos amigos, habiendo conocido el abc del deporte que les llamaba la atención y sobre todo experimentado esa sensación única de cabalgar una ola arriba de una tabla.
Por eso el retorno no tiene tristeza. Se van ilusionados y pensando cuál será la próxima vez que podrán meterse al agua. Sensaciones que explican el impactante crecimiento de este deporte que fue panamericano en Lima 2019 y será olímpico en Tokio 2020.
El surf es adictivo y logra que cada día más gente quiera dejar atrás prejuicios y miedos para sumarse a esta tribu. En esta nota vas a conocer el por qué del boom y los motivos que explican que los surftrips sean una nueva tendencia entre jóvenes y no tan jóvenes...
En cada viaje, generalmente organizados para los fines de semana largos, Año Nuevo, Carnaval o Semana Santa, el número de inscriptos de cada empresa oscila entre 35 (invierno) y 65 (entre noviembre y abril), luego de consultar en Aloha, la Surfería y Surfaris, tres de las empresas que funcionan en Miramar, la capital de los surftrips. La mayoría que contrata el servicio no surfeó o lo hizo poco y consideran que el viaje grupal es la mejor opción. Algunos, eligen un servicio más de aventura como el de Surfaris y otros más el premium de Aloha.
El promedio de edad está en los 35 años, coinciden, aunque es normal ver chicos de 19/20 o algunos de 55 y hasta 60. Incluso familias enteras se suman, sobre todo para que los más chicos disfruten de un deporte que atrae. Llama la atención que el 70% de los grupos esté compuesto por mujeres. La explicación las dan las propias chicas. "No tengo dudas que tiene que ver con la tendencia mundial, con nuestro empoderamiento.
Queremos más independencia, más libertades. Hacemos lo que nos gusta, sin importar lo que digan", explica Daniela, quien llegó de Bahía Blanca luego de que su novio no la dejara por años hacer este trip. A Cristina, porteña de 39 años, le pasó lo mismo. "Hacía cinco años que quería venir pero no podía hacerlo por los celos de mi marido. Ahora, separada, es otra cosa", dice quien arrancó con montañismo y snowboard antes de conocer el surf. Matías aporta su teoría sobre la menor cantidad de varones. "Tal vez nos cuesta más los grupos de desconocidos y si nos animamos a algo nuevo tal vez preferimos hacerlo con amigos. Pero, claro, no siempre es fácil coordinar y por eso elegimos esta opción que termina estando bárbara", opina.
"La idea es que la gente viva en forma directa nuestro estilo de vida y la cultura de playa que tanto apreciamos. Ofrecemos una experiencia de surf, con el eje deportivo como el principal, aunque no es el único. Hay más que agua. Tenemos otras actividades: clases de yoga, sesión de masajes, un fogón de tarde-noche en un bosque increíble pegado a la playa, una visita a una fábrica de tablas para conocer el proceso de construcción, un servicio foto-análisis para corregir errores y marcar virtudes, y la mejor gastronomía porque el objetivo es que, de la mañana a la noche, puedas vivir lo es que gozar de lo que te da el mar y la arena", cuenta Francisco Morea, uno de los 5 socios de Aloha, la empresa con el servicio más completo de la costa argentina cuya info está en surftrips.com.ar. "Somos cinco surfistas y amigos que hace 15 años estamos en el ambiente en distintos roles y hace dos nos unimos para seguir viviendo de lo amamos. Nos da placer hacerlo", dice.
"El surf es más difícil de lo esperado, pero me divertí más de lo que pensé. Me reí mucho, incluso con los golpes que me di. Me sentí libre, ni expuesta ni juzgada porque todo estamos en la misma situación, aprendiendo algo nuevo", explica Cristina. "Más allá que el enfoque está puesto en lo acuático, lo otro no puede fallar para que sea una gran experiencia social. Y eso es lo que notamos que pasa. Se genera una burbuja energética especial y el viaje termina siendo mucho más que surf", explicó Andrés Pestana, uno de los dueños de Surfaris.
La motivación que genera el grupo y el surf es tal que incluso en invierno, con el agua a tres grados, la gente viene y se mete. "Cuando tres o cuatro encaran, todos entran. Nunca nos pasó que alguien que, estando acá, no quiera hacerlo", aporta Francisco Allende, otros de los socios. Nico, un muy bien conservado hombre de 55 años que se dedica a las finanzas, es un ejemplo. Debutó en agosto, "con un frío que ni te cuento". Costaba salir de la cabaña, aclara, pero no dudó en meterse. Y tanto se copó que volvió en noviembre, con claros avances que le permiten empezar a bajar olas de un metro.
"Pasé la prueba de agosto, me copó mucho el deporte y todo lo que se genera", dijo.
No sorprende que varios repitan la experiencia en otra fecha, incluso al siguiente trip, de lo enganchados que quedan. Algunos, tras un par de veces, incluso ya piden su tabla y tienen la facilidad de hacerlo en la fábrica Locos Bro, cuyos propietarios son parte de una familia conocida en Miramar (los Bollini) y tienen la escuela La Surfería, donde funcionan Aloha y Surfaris. "Soy quien muchas veces les doy clase a los que vienen. Entonces, al verlos surfear, luego puedo hacerles la tabla según sus necesidades", agrega Matías, shaper, hermano y socio de Agustín, el Chingu, quien lleva 15 años compitiendo a nivel nacional.
“Hay un momento en el que nosotros sabemos que, en mayor o menor medida, vas a surfear por el resto de tu vida. No es cuando te parás en la tabla sino básicamente cuando bajás tu primera ola. Una vez que experimentás esa increíble sensación vas a regresar al agua con la ilusión de volver a sentir lo mismo, casi como una adicción”, cierra Morea, casi un profeta del surf.
¿Y en nuestra provincia?
Mendoza siempre es un destino para disfrutar todo el año por su variedad de paisajes y lugares al aire libre, donde los deportes acuáticos forman parte de una excelente opción para que no te abrume el calor. El más popular por estos lares, es el rafting, que se puede practicar en el Río Mendoza (en la zona de Potrerillos) o en el Río Atuel (San Rafael). Otra disciplina que tiene sus adeptos es el kayak, cuyos participantes suelen dirigirse a los diques de Potrerillos, el Carrizal o hasta el Embalse de Valle Grande para realizar esta actividad. También en la lista podemos nombrar al Windsurf, uno deportes a vela que más se practica en Mendoza. Además, se puede citar al esquí acuático, un deporte que necesita de más equipamiento con relación a los anteriores y que vendría siendo una evolución de otros deportes como el surf.
Teniendo en cuenta que en el surf se trata básicamente de poder mantenerse parado en una tabla, hacer equilibrio y recorrer una ola la mayor cantidad de tiempo que sea posible sin caerse y disfrutar de una sensación única, en Mendoza no tiene un gran auge porque se necesita de otro tipo de superficies acuáticas, comparado con ciudades de la costa atlántica como: Mar del Plata, Necochea, Miramar, Villa Gesel, o Playa Unión en Chubut, donde es un deporte por excelencia, principalmente en verano.