En un informe reciente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó en claro que la problemática es preocupante para los argentinos, no sólo porque el país se ubica en el tercer lugar dentro de América Latina por la cantidad de muertes por suicidios, sino que además, ésta es la tercera causa de decesos entre adolescentes de todo el mundo, después de los accidentes de tránsito y las enfermedades infecciosas.
De hecho, en el último reporte de la OMS difundido en mayo, sobre Estadísticas Mundiales de Salud (que incluye a 194 estados miembro) Argentina aparece con una tasa de suicidios de 14,2 por cada cien mil habitantes en 2015.
Esa cantidad duplica a la registrada por el Ministerio de Salud de la Nación en 2011, cuando los fallecimientos auto inducidos llegaron a 3.202; es decir, 7,3 cada cien mil habitantes. Según las autoridades, quienes ocuparon un mayor porcentaje dentro de las estadísticas fueron adolescentes de 15 a 24 años.
La importancia de poner de relieve la temática para visibilizarla y de este modo abordarla, no es menor. Inclusive, en setiembre de 2016, la OMS enfatizó en la urgencia de prevenir estos desenlaces fatales y evitables. Por primera vez, el mundo cambió su mirada sobre el suicidio y lo empezó a plantear no ya como un tema “del que no hay que hablar”, sino todo lo contrario.
Se trata de un problema de salud pública y una de las principales causales de muertes en el planeta, estableció la entidad internacional destacando la vulnerabilidad de los más jóvenes y la necesidad de fortalecer las políticas tendientes a su protección y contención.
Pero además, el análisis requiere de una mirada multi causal, donde los más jóvenes sean percibidos en todos los ámbitos donde desarrollan su vida con toda complejidad que implica la etapa de la adolescencia. La casa y la escuela son de este modo, escenarios clave, donde la familia y los docentes son un eslabón fundamental para brindar sosiego, seguridad y contención en todo momento.
Explica la psicóloga y psiquiatra infanto juvenil, Sonia González Herrera, que es primordial derribar mitos en este sentido, puesto que no siempre un/a joven en riesgo está en esa situación porque padece depresión.
Ocurre que tal como lo indica el término, la etapa adolescente implica una consecución de cambios drásticos (físicos y psicológicos) que requieren ante todo, de la escucha responsable y consciente de los adultos, desde una mirada contenedora y nunca juzgadora.
Así, entre las señales de alerta que pueden estar indicando que existe en el o la adolescente un desinterés por la vida, pueden surgir comportamientos opuestos a los que venía teniendo.
“Una luz de alerta puede ser un cambio de actitud brusco frente a algo, por ejemplo, si es un chico muy dedicado a la escuela y de repente pierde todo el interés o si es muy sociable y de repente busca estar solo o sola”, ejemplifica la psiquiatra, a cargo del servicio de Salud Mental del Hospital Luis Carrillo, de Las Heras.
De acuerdo a la profesional, en la actualidad, las consultas por intentos de suicidio son más frecuentes en los consultorios. Ella destaca que es fundamental desplazar la idea de que cuando un chico expresa abiertamente un deseo suicida nunca lo va a concretar.
Justamente, destaca, es una clara señal de que “que estar muy atentos”.
Contención, la clave de la prevención
Por eso, el acompañamiento de los padres es una de las claves de la prevención. La actitud de los adultos debe ser en este sentido de acercamiento. Ellos son los responsables de generar espacios dentro de la familia para el diálogo y la escucha.
Aconseja González Herrera que nunca hay que descalificar el problema que le genera angustia a un hijo o hija, porque “lo que un adulto puede considerar superficial o carente de importancia, para un adolescente puede ser un mundo”.
La calidad de las charlas, en las que el adulto deje de lado todo lo que está haciendo para escuchar, desde el afecto, el acercamiento y la comprensión, serán piezas claves para reforzar el vínculo y permitir actuar a tiempo.
“Si bien puede haber un detonante conflictivo para que la persona deje de encontrar sentido a su vida, hay muchos otros factores que antes han incidido”, destaca la psiquiatra.
Señales de alerta
La no aceptación a la frustración junto con la pérdida de vínculos afectivos cercanos, pueden ser la antesala de una angustia profunda, con riesgo de desencadenar en una crisis, que sólo puede ser revertida con el abordaje y la contención adecuados. Las auto lesiones, como así también el aislamiento se suman entre los síntomas de alerta.
En ese sentido, la especialista destaca que es fundamental en estos casos acudir a la consulta con un profesional en salud mental para que el o la adolescente inicie una terapia.
“Los padres deben acompañar en este proceso a su hijo o hija ya que no se trata de un problema individual, sino que incluye a toda la familia”, destaca González Herrera y puntualiza que de este modo, el paciente contará con herramientas para manejar situaciones de ansiedad o angustia. Los hechos de maltrato y acoso en el ámbito escolar y/o familiar suelen ser caldo de cultivo para estados de ánimo negativos.
Alba Jáuregui preside la asociación Centro de Ayuda al Suicida, entidad que funciona en Mendoza a través de la línea gratuita 0800 8000 135 y que recibe llamados de emergencia de todo el país. Junto a 20 voluntarios, ella trabaja en el momento de la emergencia.
Destaca que entre las señales a tener en cuenta, la desesperanza y la culpa por no cumplir con las expectativas de los padres, suelen ser desencadenantes de las crisis entre los más jóvenes.
El abuso de sustancias tóxicas (alcohol, drogas), como así también el considerar al suicidio como un acto heroico deben ser un motivo de alerta para quienes rodean la realidad de ése joven en riesgo.
“La sugerencia es que busquen ayuda de inmediato. Si la persona que se lastima está en tratamiento es necesario comunicarse de urgencia con el profesional a cargo”, indica Jáuregui y destaca que puede ocurrir que los padres no acepten la situación de que su hijo o hija está en riesgo.
“Se requiere de un acompañamiento permanente. Cuando un persona pierde sus sueños o no puede realizarlos, el horizonte se vuelve oscuro y es allí donde hay que trabajar”, destaca Jáuregui y aclara que por estos días se encuentran brindando formación a más voluntarios para reforzar este servicio.