El sorpresivo acuerdo con la TV rusa

La presidenta de la Nación suscribió un acuerdo con su par de Rusia, Vladimir Putin, que contempla incorporar a la Televisión Digital Abierta el canal oficial ruso, mientras en ese país se pasará la TV pública de la Argentina. Ni uno ni otro refleja

El sorpresivo acuerdo con la TV rusa

La señora presidenta de la Nación no deja de sorprender en cada una de sus apariciones públicas porque mantiene un relato de permanente confrontación, buscando siempre un “enemigo”, no un “adversario” político o avanzando sobre derechos inalienables, como la libertad de expresión, por señalar sólo algunos ejemplos.

Pero lo sucedido días pasados cuando desde su Santa Cruz natal anunció la incorporación a la Televisión Digital Abierta del canal oficial ruso que se emite en castellano, sobrepasó todos los límites. En primer lugar, por el significado político de la decisión; en segundo término, por las expresiones utilizadas por la jefa del Estado para convalidar la iniciativa.

La puesta en marcha de ese tipo de intercambio cultural, porque la TV pública de la Argentina será emitida por la televisión rusa, se realizó con bombos y platillos. Hubo una teleconferencia con Moscú, donde se encontraba el presidente ruso Vladimir Putin y en el intercambio de mensajes no quedaron de lado las proclamas “antiimperialistas” de parte de los dos mandatarios.

Aseguraron, entre otros conceptos, que a partir de ahora se darán a conocer “la verdadera Argentina y la verdadera Rusia”, cuando todos sabemos que actualmente el canal de la TV Pública no es estatal sino del Gobierno o del partido de gobierno, que lo utiliza permanentemente como elemento propagandístico y donde no tienen cabida quienes piensen distinto a la actual gestión kirchnerista. No puede pedirse objetividad tampoco en Russia Today (el nombre en inglés que lleva el canal ruso), cuando se sabe que en Rusia no existen las libertades individuales.

Otra frase que sorprendió fue cuando nuestra Presidenta dijo que “estamos logrando comunicarnos entre ambos pueblos sin intermediarios para transmitir valores propios”. Debería aclarar la mandataria a qué se refirió cuando hizo alusión a los “intermediarios”.

Si lo hizo para señalar a los medios independientes, es harto conocido -y repudiado por la gran mayoría de la sociedad- lo que continúa intentando el Gobierno para avanzar sobre el grupo Clarín, a lo que deben sumarse los ataques permanentes al diario La Nación, sumado a los escraches que realizan sobre determinados periodistas.

Putin no se queda atrás en ese tipo de actitudes porque, según un informe de Periodistas sin Fronteras, desde 2000 hasta la fecha han sido asesinados 28 periodistas, todos ellos considerados opositores. Rusia ocupó el puesto 148 en la categoría de libertad de expresión de 2014. Las oficinas de un canal de televisión, famoso por sus programas sobre la corrupción de los funcionarios y las amenazas de derechos civiles, fueron allanadas y sus propietarios terminaron vendiendo sus acciones a un grupo afín al gobierno, entre otros centenares de ejemplos.

Antes de tomar su decisión, la señora Presidenta debió considerar otros aspectos. Por un lado, es sabido que debe priorizar el interés general por sobre su interés particular y cabría preguntarse a cuántos argentinos les pueden interesar las opiniones vertidas por un canal ruso, a sabiendas de que son absolutamente tendenciosas. Por el otro, la señora Cristina Fernández debió medir la imagen del país que vamos a “exportar”, porque en ese paquete irán incluidos programas de pésimo y lamentable contenido, como 6, 7, 8 y otros por el estilo que no reflejan, ni por asomo, la realidad de la Argentina ni de los argentinos.

No deja de preocupar el cambio advertido en la señora Presidente en lo relativo a su política exterior. Ha decidido priorizar a Rusia y a China, en detrimento de Estados Unidos y la Unión Europea, estos dos últimos considerados los principales mercados hacia los cuales van dirigidas las exportaciones de las economías regionales, tal cual lo han advertido los empresarios vitivinícolas.

La dirigencia política, considerando en ella a la oposición y al propio peronismo, debería tomar cartas en el asunto e intentar modificar una tendencia que puede llegar a poner en problemas el futuro de la Nación.

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