Lo sucedido días pasados en las elecciones realizadas en el Sindicato del Petróleo y Gas Privado de Cuyo, que terminó en un escándalo porque una de las listas no aceptó el resultado del escrutinio, no hace más que ratificar que el sindicalismo continúa utilizando viejas prácticas en su afán de mantenerse en el poder, a lo que se suma el hecho más actual, como es el del posicionamiento que van adoptando las distintas organizaciones sindicales con relación a las elecciones presidenciales del año próximo.
De acuerdo con lo señalado por los integrantes de la lista opositora a la actual conducción, las elecciones se desarrollaron con normalidad, hasta que llegó el momento del recuento de votos. En ese esquema, como la lista oficialista en Mendoza perdía, sus simpatizantes irrumpieron violentamente en el lugar del escrutinio.
Destacaron que, hasta ese momento, los registros daban un triunfo amplio a la lista de la oposición. El candidato de la lista oficial, Dante González, quien también es diputado nacional por el Frente para la Victoria no cuestionó el resultado pero denunció que "los compañeros votaron presionados (porque) les ofrecían cinco mil pesos por voto y no podían decir que no, porque les amenazaban la familia".
El problema se profundizó en este caso en razón de que también hubo un juego político detrás del eminentemente sindical. Ocurre que la federación del sector, que apoyó a la lista opositora a la que encabezaba Dante González, ha manifestado su apoyo a nivel nacional a la candidatura de Sergio Massa.
Es más, el secretario general del gremio es vicepresidente del Frente Renovador en la Cámara de Diputados.
Más allá de las discusiones políticas que quedaron involucradas, lo cierto y lo concreto es que la reciente elección en el gremio de los petroleros privados dejó en evidencia viejas prácticas que se vienen manteniendo aún después de la recuperación de la democracia en 1983 y hasta ahora inclusive.
Sólo a modo de ejemplo podemos mencionar que hay dirigentes como Armando Cavallieri (comercio), Carlos West Ocampo (sanidad) y gran parte de los denominados "gordos" que ya ocupaban los máximos cargos en sus organizaciones sindicales cuando Raúl Alfonsín asumió como presidente en el actual período democrático.
Fue precisamente Alfonsín quien intentó modificar la situación al impulsar aquella denominada Ley de Reordenamiento Sindical. Buscó aprovechar la fortaleza de sus primeros días por el apoyo popular recibido y el desprestigio en que había caído el movimiento obrero como consecuencia de la denuncia que realizó sobre el pacto militar-sindical.
}Antonio Mucci, su ministro de Trabajo, fue el encargado de llevar a buen puerto la iniciativa que contemplaba la intervención de las organizaciones gremiales, incluyendo las federaciones y la CGT y realizar elecciones "democráticas" desde las propias empresas, para luego ir subiendo escalones hasta pasar a las conducciones locales, las regionales y las nacionales.
La iniciativa no prosperó en el Congreso y a partir de allí nadie más decidió impulsar un intento similar. La gran diferencia se centró en que, durante el menemismo, el sindicalismo perdió poder de movilización al aceptar los cambios impulsados desde el Gobierno y que durante el kirchnerismo se debilitó como consecuencia de la libertad de agremiación, que generó la existencia de cinco centrales obreras.
Sin embargo, hacia adentro de las organizaciones sindicales, especialmente en lo relacionado a las reelecciones indefinidas, nada ha cambiado e inclusive se repiten las modalidades en el sentido de que, por determinadas trabas impuestas en el reglamento de las organizaciones sindicales para la presentación de listas, resulta muy difícil cambiar de conducción.
Cuando éstas se producen en el marco de una elección libre, no se aceptan los resultados. Lo ocurrido días pasados no hizo más que ratificar que los argentinos hemos madurado políticamente en la defensa de los valores democráticos y que esos valores no se trasuntan en hechos en las decisiones internas del sindicalismo.
