En un mundo cada vez más interconectado, en el que hay robots que ordeñan vacas y autos que pronto podrán conducirse solos, la realidad virtual (VR, por sus siglas en inglés) y sus ciberlentes son una de las principales tendencias. Esta tecnología, que permite a sus usuarios sumergirse por completo en una realidad virtual.
El psicólogo y autor de bestsellers alemán Stephan Grünewald cree que ésta podría verse impulsada además, como alguna vez los VHS, por la industria del sexo.
- Arquitectos, artistas, músicos y comerciantes han descubierto la realidad virtual. La industria porno también está experimentando con ella. ¿Es un elemento que promueve el crecimiento de la industria o un efecto secundario?
- Stephan Grünewald: Claramente promueve el crecimiento. El sexo vende, y también en el mundo digital. Lo que antes eran simples ensoñaciones diurnas pueden recrearse ahora en el ámbito de la realidad virtual. La disponibilidad total es un deseo humano ancestral, dado que en la vida real siempre hay obstáculos que superar. Pero el gran peligro de la realidad virtual reside en su alto potencial adictivo y que distancia del mundo real. En nuestras entrevistas, las mujeres suelen quejarse de que los hombres se retiran demasiado a sus refugios virtuales. La sexualidad es algo que nos pone en tensión. Y cada vez es mayor la tendencia a aliviar las tensiones en el ámbito virtual, incluso las laborales, como una pelea con el jefe. Es así como la sexualidad corre el riesgo de trasladarse del cuarto al escritorio, dejando fuera a la mujer.
- ¿Qué tendencias sociales genera la digitalización?
- S.G.: Hay muchas tendencias en la digitalización. Por empezar, nos ofrece un poder que se percibe infinito mediante el cual podemos crear una realidad simulada gracias a las apps. Por eso hablo de "appsolutismo digital". El celular nos da poder con solo mover el dedo por la pantalla. La posibilidad de dirigir todos los ámbitos de la vida de forma digital nos da la sensación de dominar el mundo y estar liberados de los golpes del destino. Soñamos con un mundo digital perfecto sin accidentes, enfermedades o heladeras vacías.
- ¿Cómo evalúa las prótesis inteligentes que aumentan enormemente las posibilidades de muchas personas discapacitadas?
- S.G.: Ya lo dijo Sigmund Freud: el hombre es un dios con prótesis. Los humanos somos imperfectos; a diferencia de los pájaros, necesitamos alas artificiales para volar. Incluso la lanza de la era de piedra era de cierta forma una prolongación del brazo y con ello una suerte de prótesis. Pero al igual que en el "Aprendiz de mago" de Goethe tenemos que tener cuidado con que podamos dominar los espíritus a los que convocamos. Ese es el lado B del bello nuevo mundo digital. Se trata de preguntarnos cómo podemos implementar un freno de urgencia para dominar una tecnología que se sale de cauce.
- ¿Ve en esto zonas moralmente problemáticas?
- S.G.: Uno de los peligros es que en algún momento se termine la excitación que genera el ámbito virtual y, en busca de nuevos estímulos, se caiga en las perversiones. Por eso es importante establecer límites. Una relación pasional con un avatar -como por ejemplo una copia digital de la vecina- en el ámbito virtual puede convertirse en una tema jurídico si se vulneran derechos personales. Si bien los pensamientos son libres, los derechos de los demás deben permanecer protegidos. / Ralf E. Krüger (dpa)