El séquito y la manía persecutoria - Por María del Rosario Ramallo

El séquito y la manía persecutoria - Por María del Rosario Ramallo
El séquito y la manía persecutoria - Por María del Rosario Ramallo

No resulta nuevo para mis lectores mi deseo de hacerles reflexionar acerca del origen de las palabras y de las relaciones que ellas van adquiriendo entre sí. Así, me sorprendió escuchar a un jovencito, muy crítico, que aludía a la necesidad que tienen algunos funcionarios de sentirse rodeados por un grupo de personas que aplauden cada uno de sus actos, acertados o no. Decía este joven: "Me indigna ver a ese séquito aplaudidor y a cada uno de sus secuaces en acción".

Mi reflexión de hoy tiene que ver con dos de los vocablos usados: 'séquito' y 'secuaces'. Los dos términos están íntimamente relacionados pues tienen un mismo origen latino  (el verbo "sequi") y un pariente español de uso común, derivado de aquel étimo primitivo, el verbo 'seguir'.

Todos conocemos el valor de este verbo: la acepción más corriente es "ir después o detrás de alguien": "Lo sigo con mucha fe, creo en él"; cercana a esa acepción es la de "ir en busca de alguien o algo", como en "Sigo rastreando ese dato". También, "proseguir o continuar lo empezado": "Lo insto a que siga por ese camino, que es el correcto". Otras dos acepciones muy relacionadas entre sí son las de "observar atentamente el curso de un negocio o los movimientos de algo o de alguien" y la de "profesar o ejercer una ciencia, arte o estado", como en los ejemplos "Seguí atentamente la evolución del precio del dólar" y "El adolescente seguirá humanidades como sus progenitores".

En sentido figurado, 'seguir' puede significar "imitar o hacer algo por el ejemplo que alguien ha dado de ello", como en "La seguí en aquel principio de hacer clases extraordinarias con recursos ordinarios". En el ámbito de la lógica, 'seguir', usado en forma pronominal, equivale a "inferirse o ser consecuencia de otra cosa": "De tus palabras, se sigue que ya no hay solución posible". El diccionario académico consigna la forma "¡Siga!", con valor interjectivo, como sinónimo de "¡Adelante!".

Planteadas así las acepciones de 'seguir', nos encontramos con que un 'séquito' se vincula estrechamente con aquella acción, pues se define como una "agregación de gente que, en obsequio, autoridad o aplauso de alguien, lo acompaña y sigue", pero también "aplauso y benevolencia común en aprobación de las acciones de alguien, de su doctrina u opinión", como en "Repugna ver a quienes forman su séquito, sin voluntad propia".

Muy cerca de este vocablo se encuentra 'secuaz', usado como adjetivo y como sustantivo, con el valor de "que sigue el partido, doctrina u opinión de otro": "Fueron también apresados, por cómplices, los secuaces de ese traficante".

¿Y qué valor posee el sustantivo 'secuela', usado en ejemplos como "No se recupera aún de las graves secuelas de esa enfermedad" y "Estrenan mañana la secuela de tan afamada película": siempre se conserva el núcleo semántico de "lo que sigue", ya que en el primer caso estamos aludiendo a las consecuencias y trastornos que siguen luego de una enfermedad o traumatismo, mientras que, en el segundo ejemplo, se trata de una obra literaria o cinematográfica que sigue o continúa un argumento ya desarrollado en otra obra anterior.

¿Qué queremos significar cuando usamos la expresión 'seguidilla de hechos'? Estamos hablando de una sucesión de circunstancias que se siguen la una a la otra, con similitud de caracteres, como en "Hubo una seguidilla de robos hasta que cayó el cabecilla".

Podríamos continuar enumerando términos emparentados con 'seguir': 'siguiente' ("el que sigue próximamente"); 'perseguir' ("seguir en forma permanente, acosar"); 'proseguir' ("seguir adelante aquello que se había empezado"); 'conseguir' ("obtener aquello que se sigue"); 'obsecuencia' ("acción de seguir a otra con total sumisión, sin cuestionamiento"); 'consecuente' ("el que sigue obrando de acuerdo con sus principios y convicciones").

Alguien me dice: "¿Está bien usar el vocablo 'persecuta'?": el término no figura en el diccionario de la lengua pero sí en el de americanismos, también obra académica.

Allí lo encontramos definido como "delirio persecutorio", usado en Chile, Argentina y Uruguay. En cuanto a 'persecutorio', se relaciona con el ya nombrado 'perseguir' y se vincula, en el ámbito psiquiátrico, con la preocupación maniática de ser objeto de la mala voluntad de una o de varias personas.

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