El respeto de los hermanos Fidel y Raúl Castro y la admiración expresada por el presidente Barack Obama, esperándolo con su familia al pie del avión y luego recibiéndolo con honores en la Casa Blanca, fueron los más fuertes ejemplos de la influencia política que la misión pastoral del papa Francisco irradia en el mundo.
Más notable aún fueron las reacciones favorables de los congresistas estadounidenses y de los miembros de las Naciones Unidas, ámbitos en los cuales también el jefe de la Iglesia generó admiración y despertó espontáneos y generalizados aplausos.
En su primera escala, en Cuba, la presencia de Francisco sirvió para apuntalar las tratativas encaradas entre Raúl Castro y Barack Obama en cuanto a la relación bilateral entre ambos países, luego de décadas de distanciamiento. También dio a la Iglesia mejores perspectivas en cuanto a su libertad de acción para llegar a un pueblo cada vez más necesitado del estímulo moral y religioso.
Una suerte de bálsamo espiritual mientras se consolida la apertura de Cuba al mundo y del mundo a ese país, para lo cual tal vez la mayor y urgente medida a tomar sea el final del bloqueo económico.
Se le objetó al Papa que no tuviese encuentros con disidentes del régimen castrista, pero claramente el jefe de la Iglesia priorizó la gestión de un importante indulto a detenidos por parte de las autoridades cubanas. Un acercamiento explícito hacia los opositores cubanos podría haber puesto en peligro los avances que en lo político y en lo religioso logró el Papa en esta oportunidad.
En Estados Unidos, fue donde tal vez más impacto emocional tuvo la reciente gira del Pontífice. Fue sorprendente ver cómo una población fuertemente religiosa, pero a la vez acostumbrada a las comodidades del consumismo capitalista, se arrodilló al paso del líder más sencillo y humilde que ha aportado la Iglesia en muchos años.
Las imágenes de la gente conmovida hasta las lágrimas serán un detalle imborrable y demostrativo de otra exitosa misión papal. Fue ante la muchedumbre donde imperó el magnetismo de su personalidad.
Precisamente, el Papa argentino tuvo la decisión de objetar, en su larga estadía en Estados Unidos, los aspectos siempre condenables de la discriminación, el racismo, la búsqueda del lucro y los preceptos del consumismo.
Insistió con su criterio de ir hacia una "humanización" de la economía mundial y no dejó de lado, sobre el final de su paso por la gran potencia mundial, el dolor de aquellos muchos que fueron víctimas de abusos sexuales por parte de religiosos pertenecientes al catolicismo, fundamentalmente menores de edad.
En lo estrictamente político Francisco aprovechó la excepcional invitación del Congreso de EEUU para sumarse a la defensa de la libertad que históricamente pregona ese país, pero también para pedir la abolición de la pena de muerte, insistir con la defensa de las fuentes naturales y la inclusión de los inmigrantes, aspectos estos que abordó ante el pleno de la ONU, coincidentemente con el drama que vive en estos momentos gran parte de Europa ante la huida masiva de personas de países de Oriente Medio en guerra.
Bergoglio es siempre el mismo. Quienes lo conocen saben bien que nada cambió con respecto a su misión en la Argentina. Es el Papa que hace caminar detrás suyo por igual a personas de distinta condición e identidad política, étnica y religiosa, desde las más altas jerarquías a las clases más humildes. En esta histórica gira dejó ese sello bien marcado.