El Santo Padre y sus falsos seguidores

La historia del kirchnerismo fue la del odio al cardenal Bergoglio, hasta que convertido en Papa decidieron seguirle la corriente, sin copiar nada de su espíritu.

El Santo Padre y sus falsos seguidores

Por Julio Bárbaro Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional. Especial para  Los Andes

El Papa asombra y en consecuencia nos complica a nosotros, nos obliga a revisar algunas opiniones que no coinciden con esta realidad sorprendente, con el peso que adquiere en el mundo alguien cuyo pensamiento no fue suficientemente valorado como cardenal. Que nadie es profeta en su tierra es un lugar común, pero ello no evita analizar las conductas de cada uno frente a este Papa que hoy cobra importancia para la humanidad.

Fui intermediario entre el presidente Néstor Kirchner y el entonces cardenal Bergoglio. Eran los comienzos del gobierno de Kirchner, el cardenal tenía la voluntad de establecer un diálogo con el Presidente, mientras que éste no terminaba de explicarme la razón de su negativa. Con el tiempo y sus historias provinciales tomé conciencia de que a Kirchner nunca le interesó dialogar con ninguna persona a la que no pudiera manejar.

Y en el fondo, la prensa, la Iglesia y la oposición eran las ciudadelas enemigas a conquistar para el sueño de instalar un poder absoluto, un gobierno a quien nadie se atreva a cuestionar. El más puro autoritarismo prebendario con justificaciones de oxidadas izquierdas.

Así nacieron los planes. Para tomar la prensa se imaginaron dos caminos, uno la Ley de Medios y otro la confrontación con Clarín. Al margen de lo que cada quien opine de Clarín, el objetivo era acallarlo, la acusación era tan simple como que no soportaban la crítica. Y en el caso concreto de la Iglesia se imaginó un intento de eliminar a Bergoglio para lograr un cardenal más maleable al poder de turno. Los actores de este intento diplomático eran tan impunes como ignorantes de la estructura de la Curia Romana.

Ya desde Menem se elige el camino de facilitar la relación con el Vaticano a través de manejos económicos. Tanto Menem como Kirchner, si en algo coincidieron fue en considerar al dinero como suprema expresión del poder. Los personajes son tan conocidos como secundarios, el Vaticano pudo mostrar debilidades y nuestros enviados se equivocaron al confundirlas con degradaciones permanentes.

Verbitsky escribió un libro sin sustancia para inventar un relato que pone en duda la coherencia del cardenal. Yo fui convocado a hablar del tema por este supuesto periodista. El intento de acusación engendró curiosidad en el momento en que sorprendió su elección y así la grandeza del Papa ubicó en su lugar al libro y al autor. Fui invitado a hablar del Santo Padre por varios medios extranjeros cuando todavía surgía el interrogante sobre aquella denuncia.

Siempre respondí tal cual hoy lo desnuda el libro de mi amigo Gabriel Levinas: el que no soporta un archivo es el acusador, nunca lo fue el acusado. Pero ese libro era parte de un intento de eliminar el poder de una Iglesia digna de respeto. Como interventor del Comfer le otorgué a la Iglesia la señal de cable que ocupa el canal 21.

Ese mismo día el Presidente me llamó enojado preguntándome si le había entregado un canal de aire a la Iglesia. Le respondí que los canales de aire terminaban en el 13, ahí fue donde me dijo, “Verbitsky me asegura que le diste un canal de aire”. No di marcha atrás y no era todavía tiempo de que fueran “por todo”. Ya lo harían más tarde y con exceso de pasión.

En el momento del asombro por la elección de un Papa argentino, la agrupación de aplaudidores imaginó estar en condiciones de enfrentar al resto del mundo. Tardaron en reaccionar, en entender la verdadera dimensión del nuevo fenómeno religioso. Luego vendrían las visitas reiteradas, y hasta algunos opositores molestos porque el Santo Padre no les ponía límites a las entrevistas oficialistas. En una discusión un poco agresiva, le respondí a quien expresaba su enojo por que el Papa no asumía el lugar de jefe de la oposición: “Si pensara y opinara como vos jamás lo hubieran elegido Papa”.

Lo llamativo está en que mientras el Papa deslumbra al mundo acercando credos religiosos y naciones distanciadas, nuestra Presidenta insiste en relacionarse con su persona sin jamás asumir que lo importante está en el mensaje que expresa. El Papa colabora para acercar a Cuba con los Estados Unidos y aquí nuestra Presidenta inventa con cada discurso alguna nueva causa que divide a los ciudadanos.

Sería absurdo comparar al Papa con cualquier político, pero cuando desnuda el lugar de las ideologías como simple excusa para ocultar la verdadera solidaridad, está dejando en claro que las conductas son más importantes que los discursos.

“Aquel que no vive para servir no sirve para vivir”, una frase que tiene más contenido que el relato que enfrentaba a la plusvalía. Pareciera que enfrentaban la ajena para asegurar la propia. Siempre me llamó la atención el cacareado progresismo de muchos que jamás fueron solidarios con los compañeros necesitados.

Un desarrollo revolucionario que en el fondo solo servía para encubrir la conciencia de verdaderas malas personas. Demasiados se dicen progresistas mientras viven como ricos a costa de las prebendas que solo el uso indiscriminado del Estado les podría aportar. El capitalismo al que critican obliga a cazar en la selva, el estatismo que defienden les permite hacerlo en los acotados límites de un zoológico.

En Tucumán el gobernador electo tenía abierta la puerta a la grandeza; con solo decir que prefería volver a ser votado se hubiera transformado en una figura política señera. Nos falta un candidato capaz de dejar de acusar a los competidores y dispuesto a decir “si gano voy a convocar a mis contrincantes porque soy consciente de que solo juntos podemos entrar al futuro”. Demasiada agresión convocando al triunfo del malo, del duro, del que no le teme a la imagen de verdugo. Pareciera que les resulta más fácil meter miedo que convocar a la esperanza. El resultado está a la vista: el miedo sobra y la esperanza nunca estuvo tan lejana.

No está mal que la Presidenta se sienta tan convocada por el lugar que el Papa ocupa en el mundo, solo llama la atención que esa devoción no alcance para modificar su mensaje. Lo más asombroso de la imagen del Papa es el enorme respeto que alcanza entre los no creyentes y los que participan de otros credos. Y más allá de la distancia entre su lugar y el de cualquier político, el verdadero prestigio no se asienta en la adhesión de los seguidores sino en el respeto de los adversarios. Para eso se apoyó en la Fe, Santidad, Sabiduría y Humildad.

En la política con un poco de humildad casi uno piensa que se conformaría, pero no es que la humildad que está no alcanza, simplemente se suelen jactar de su ausencia como si se tratara de un vicio superado. Es tan poco lo que la sociedad termina pidiendo que asombra que la política no se atreva a asumirlo.

Eso sí, si hay futuro alcanzarlo es posible solo entre todos, las demás opciones son simples caminos hacia distintas variantes de la frustración.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA