Julio De Vido salió de los tribunales de Comodoro Py rodeado por escudos de las fuerzas de seguridad para protegerse de la mirada expectante de todo un país. Los guardias lo recubrieron como legionarios romanos en formación de tortuga.
Su defensa había conseguido un acuerdo para evitar la foto con el casco, pero el efecto de protección fue de muy corto plazo.
En cuanto entró a la Penitenciaría, De Vido fue registrado con el protocolo de rigor. Foto de frente y de perfil; huellas digitales al pie. Verlo en esa equiparación desnuda resultó más impactante que imaginarlo con el chaleco antibalas.
Los destinos trágicos nacen de una ilusión. Nunca es posible una acción humana aislada. La tragedia del poderoso que cae en el abismo se funda siempre en una convicción falsa: que el primer pecado se comete para acceder al poder y los siguientes -mucho peores- son en defensa propia.
Como Macbeth: de un crimen nace otro, aunque no crezca la maldad de quien lo comete, decía George Orwell.
Las cenizas de la elección estaban todavía calientes cuando sobrevino el desafuero y la prisión de De Vido. Una novedad que el país esperaba encontrar, tanto como desconfiaba de poder conseguir.
La parábola de su caída recorrió el trayecto desde la elección primaria hasta la general. Entre dos sesiones del Congreso. Aquella en la que eludió la expulsión, con la inesperada ayuda de los votos de la izquierda, y la otra que selló su desafuero e inmediata detención.
En las mismas escalinatas de Comodoro Py, la ex presidenta Cristina Fernández dijo que los procesos judiciales contra ella y sus colaboradores tienen el objetivo de acallar a la oposición parlamentaria.
Sin embargo, el silencio fue la opción voluntariamente adoptada por los legisladores que le responden cuando se debatió el desafuero de De Vido.
La aceleración de las causas en los tribunales es un dato innegable. Comenzó a percibirse cuando el oficialismo nacional, entonado por su desempeño en las primarias, avanzó con una maniobra al filo del reglamento para disponer el juicio político al camarista Eduardo Freiler, uno de los más cuestionados del fuero federal.
El enjuiciamiento a Freiler camina hacia una sentencia a mediados del mes próximo. El Gobierno interpreta que en los dos pronunciamientos electorales de este año se expresó una amplia voluntad política favorable a la regeneración institucional y con Freiler dio señales de que recurrirá a todas las herramientas legales a su alcance para que esa voluntad se cumpla.
El resto de los magistrados mira de reojo. Entre ellos, el juez Daniel Rafecas, aquel que negó en tiempo récord la apertura de una investigación a partir de la denuncia del luego fallecido fiscal Alberto Nisman. Ahora que la causa se abrió, crecen las voces de quienes lo objetan en tribunales.
A salvo, por ahora
¿Puede desembocar este nuevo ritmo judicial en una complicación para Cristina Fernández en el Senado nacional?
Las dos mujeres de Cambiemos más votadas en la última elección lo han sugerido. Lo hizo Elisa Carrió, en su hora más gloriosa, y también Graciela Ocaña. Ambas se han reencontrado en el mismo espacio político, después de recorrer el jardín de los senderos que se bifurcan.
Cristina Fernández ofreció un flanco cuando se pronunció en 2001 contra el ingreso al Senado del ex gobernador correntino Raúl Romero Feris, entonces procesado por numerosas causas, aunque sin sentencia firme. Pero el Senado ha sido restrictivo para recibir objeciones a los pliegos de los electos.
El destino, trágico para el alfil De Vido, no sería igual para la dama. La llave para el ingreso de Cristina la tiene Miguel Pichetto. El mismo legislador al que ella apuntó con acusaciones de alta traición y mostró en un video defendiendo el pacto con Irán.
Pichetto es un histórico en la cámara alta que maneja con sutileza los códigos de la corporación política. No dejará que una embestida contra la ex presidenta ponga en riesgo la doctrina establecida del respeto al principio de representación. Como tampoco admitirá el ingreso de Cristina a su bloque.
La Casa Rosada coincide por lo bajo con ese criterio. Que le ganen a Cristina y sanseacabó, toreaba hace tiempo Máximo Kirchner. Ahora que Esteban Bullrich la ha derrotado en las urnas, el Gobierno no cree conveniente victimizarla en una celda. La ex presidenta ha recibido de manera oficiosa ese mensaje y prepara un viaje a Europa.
Pichetto se ha transformado, además, en un nexo imprescindible para el diálogo con los gobernadores del PJ. La convocatoria a un acuerdo sobre las reformas pendientes necesita del concurso de los mandatarios provinciales.
Uno de los puntos en conflicto con los gobernadores es la definición sobre el Fondo del Conurbano Bonaerense.
Desde la Corte Suprema ha trascendido un criterio orientador: el reclamo de María Eugenia Vidal es insoslayable, porque no se puede desconocer el efecto del proceso inflacionario sobre recursos congelados desde la convertibilidad. Pero los máximos jueces del país insisten en que la cuestión debería resolverse antes con un acuerdo político.
Fuentes de los gobiernos provinciales que trabajan para una solución consensuada revelaron el tono de una alternativa salomónica: que se reconozcan los pedidos de Vidal, pero la Nación arbitre compensaciones a las provincias reduciendo aportes y subsidios a la Capital Federal, gobernada por Horacio Rodríguez Larreta.
Un sacrificio de alfil, en favor de la dama.