El rugby: un deporte como fundamento para construir igualdad social

La disciplina que marcó los caminos de distintas sociedades. Desde Nelson Mandela, pasando por un equipo de presos, hasta Los Pumas.

El rugby: un deporte como fundamento para construir igualdad social

El deporte es la actividad humana más difundida y practicada en el mundo. Es juego y también negocio –en estos tiempos, muchas más veces negocio que juego– que no distingue clase social, pensamiento político ni creencias religiosas.

El rugby –como tantos otros deportes– ha cumplido con el sentido más puro de la práctica deportiva: el revestimiento de dignidad aplicado en aspectos sociales.

Nelson Mandela (premio Nobel de la Paz en 1993) utilizó a esta disciplina para abolir los muros raciales que existían en Sudáfrica en los años del Apartheid (sistema de segregación racial que existía en el país africano y que consistía en la separación de las razas, la creación de lugares separados para negros y blancos –ya sea en centros de estudios o cualquier ámbito donde pudieran confluir – como también la prohibición para ejercer el voto y el impedimento para contraer matrimonio). Todo en pos del "desarrollo" y del ilógico pensamiento de la supremacía de una raza sobre otra.

Sudáfrica organizó – y ganó– el Mundial del año 1995 y el deporte fue uno de los bastiones principales por los que la nación del arcoíris respiró aires de cambio. Mandela interpretó la importancia del deporte cuando visitó Barcelona, mientras se disputaban los Juegos Olímpicos de 1992. Captó cómo, a través de éste, podía penetrar en todos los estratos sociales.

La historia está retratada a la perfección por John Carlin en su libro "El factor humano". Además, esa obra literaria de una majestuosidad imposible de medir, se transformó en película cuando Clint Eastwood decidió realizar el film "Invictus", donde se aprecian los esfuerzos del presidente Nelson Mandela para unir a un país al borde de la guerra civil.

“No hemos ganado para los 60.000 aficionados que hay en el estadio; hemos ganado para los 43 millones de sudafricanos”, dijo Francois Pienaar, capitán de la Selección de Sudáfrica, después de haber ganado el Mundial de 1995.

En un juego donde está permitida la presión extrema sobre un rival, el respeto y la camaradería hacia los rivales y los árbitros no parecen concordar en un mismo campo de juego. Sin embargo –y por suerte– hay excepciones: "Los Espartanos" son un grupo de convictos que, a través de la instauración de los valores del rugby, pudieron darle otro enfoque a su vida.

Hay estadísticas que reflejan que el 65% de los presos que recuperan su libertad vuelven a cometer delitos. Pese a esos números, ha bajado considerablemente el índice de reincidencia en quienes, durante su estadía en la cárcel, jugaron al rugby.

Una tarde lejana de hace varios años, algunos jugadores de Los Pumas (seleccionado argentino de rugby) visitaron el penal 48 de máxima seguridad de la ciudad de Buenos Aires. Cuando terminó el partido que disputaron –y disfrutaron– los dos equipos (presos y jugadores) rezaron el rosario. El deporte es un ámbito de la vida capaz de, al menos por un rato, despejarnos de las ataduras que nos impiden vivir libremente.

En Argentina, el ejercicio del rugby ha ido aumentando su aceptación dentro de una sociedad que no tolera las derrotas. Se ha instaurado al triunfo como el único destino posible al final del camino. Son héroes quienes ganan y villanos los que pierden. Pese a ese exitismo, Los Pumas lograron acortar la separación entre los obnubilados por las victorias y los perseverantes en las caídas.

El Mundial de Francia 2007 fue el punto de inflexión donde se comprobó que nuestro país podía ser una potencia a nivel mundial. Después de haber conseguido el tercer puesto en el certamen, los clubes se llenaron de chicos convencidos de desarrollar esa actividad que apenas conocían, pero que, de todos modos, los había capturado cuando quince jugadores cantaban el himno y lloraban, tacleaban y corrían, ganaban y festejaban.

El impacto fue de tal magnitud que, a partir del año 2012, y por iniciativa de Agustín Pichot (ex capitán de la Selección absoluta de rugby) Argentina participa del Rugby Championship, una competencia que hasta entonces era denominada como Tri Nations y donde sólo participaban las mejores selecciones del planeta: Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia. Allí, donde únicamente juegan los mejores, los resultados positivos llegarán luego de un proceso lógico de adaptación para que la bandera celeste y blanca también flamee en la elite del rugby mundial.

La más grande muestra de que el rugby es un deporte de caballeros se resume a una acción típica del juego: cuando el partido finaliza, los deportistas vencedores y vencidos forman una fila para aplaudirse mutuamente, se abrazan y se saludan extenuados, muchas veces sangrantes y abatidos. Y esos aplausos están fuera de toda lógica. Ninguna otra disciplina produce una acción tan humanamente genuina.

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