El partido, pendiente en Liga porque el Barcelona debió atender el Mundial de Clubes, no parecía de riesgo: el Sporting de Gijón pelea por no descender y se sabe que el Barcelona pocas veces se permite un desliz contra este tipo de rivales, aun de visitante. Normalmente le alcanza con que una de sus estrellas esté inspirada y fue el turno de Messi: dos golazos.
El primero, zurdazo desde fuera del área, sirvió para romper la resistencia asturiana, de solidez defensiva sin pelear por la posesión de la pelota; el segundo, el 2 a 1, fue una definición poco habitual en Leo, con tres dedos, tras pase atrás de Suárez.
No fueron los únicos lujos del rosarino. También hubo tacos, habilitaciones precisas, otras chances de gol... En fin, en su versión terrenal, muy por encima de la media y de lo que podía tolerar el Sporting, que apenas arañó el 22% de tenencia del balón en su casa.
Luis Enrique se permitió reservar a Mascherano (ingresó en el segundo tiempo) y a Iniesta, conocedor de la debilidad del rival. La apuesta le salió bien. El Barcelona no metió más goles porque el arquero Cuéllar no sólo se lució en el penal que le desvió a Suárez.
Para Lio, más registros en su historial: su primer gol fue el 300 personal en Liga, con lo que se ubica sexto en toda la historia de las grandes ligas europeas (superó al argentino Delio Onnis, que acumuló 299 en Francia entre 1971 y 1986).
Además, según un dato revelado por el diario Sport, fue el gol oficial 10.000 del Barcelona. En esto Lio viene acumulando porque en 2010, ante el Almería, había metido el 9.000.
El panorama para el Barcelona luce más que alentador: seis puntos de ventaja sobre Atlético de Madrid y siete con Real Madrid. Ventaja no definitiva con 14 fechas por jugar aunque el mejor argumento catalán es su potencial de belleza y efectividad, en base a una fórmula que lo sostiene desde hace años: posesión, precisión, velocidad y altísima capacidad de definición.