Un disco Pare, la advertencia de una curva de cierto riesgo o la proximidad con un cruce peligroso, son algunos de los signos para que el tránsito se desenvuelva en orden y seguridad. Entonces, la comunicación en gran cantidad de ocasiones además de tener como protagonistas a dos conductores o a éstos con un tercero, tiene como emisor a la vía de circulación (ruta, autopista, calle). Esa comunicación se llevará a cabo por medio de las “señales de tránsito”.
El avance en material de señalización es tal que hoy muchas autopistas, se encuentran señalizadas por cartelería denominada “variable”, constituida por carteles conectados a centros de control que además de brindar información permite dar seguridad y fluidez al tránsito.
Pero más allá de qué tipo de soporte se utilice, las señales de tránsito constituyen un lenguaje, entendido éste como un instrumento que permite la comunicación entre un emisor que transmite un mensaje a un receptor que lo recibe, utilizando un código. En el caso que nos ocupa, el emisor se encuentra constituido por la señal de tránsito, el receptor sería el conductor o peatón y el código utilizado, serían las señales que la Ley de Tránsito establecen como válidas.
Para que la comunicación sea efectiva, se requiere que el código sea único, que sea comprendido por quienes lo utilizan, que sea usado correctamente y que sea respetado.
Una conducción segura requiere del respeto de la señal por parte del conductor, su cumplimiento debe comenzar en el momento mismo de ser visualizada y para ello todo conductor debe conocer el significado de las señales, atender al mensaje que brindan y obedecer lo que dispone.
Pero, ¿dónde iremos a parar o qué nos puede pasar cuando los carteles viales han sido adulterados, dañados o sencillamente (lo más habitual) han sido sustraídos de la vía pública? Es un problema que preocupa mucho a las autoridades en materia vial y a las policiales, que afecta de modo importante la red de comunicación terrestre local.
A personas inescrupulosas no les interesa nada, aunque ellas o sus parientes pudieran ser perjudicados por la adulteración o faltante de las señales. El perjuicio más habitual es el robo de estos indicadores porque la chapa y la madera son valiosos en el mercado negro o para otras utilidades.
Estas situaciones -el robo de los elementos o su adulteración por graffitis u otras formas de ocultar su mensaje- se dan con más asiduidad en la Zona Este, en el Acceso Sur y en algunos circuitos urbanos (arteria San Francisco de Asís, recién remodelada) y suburbanos. No faltan tampoco los inadaptados que queman pastos debajo o en las cercanías de las señales, ocultando su mensaje.Una de las rutas castigada por las sustracciones es la 153, que comunica Las Catitas (Santa Rosa) con Monte Comán (San Rafael), donde inclusive los salteadores han empleado motosierras.
Una de las formas que los técnicos de Vialidad provincial emplearán para neutralizar estos delitos, será ir reemplazando la cartelería de chapa por otra de plástico, para restarles valor material a las señales. Asimismo, se estudia la posibilidad de que los carteles tengan incorporado un microchip que permita tenerlos monitoreados y seguir su derrotero al ser retirados del sitio donde están emplazados.
Cualquier acción que se intente será beneficiosa para proteger la señalización de los caminos. Y toda vez que en algún momento prospere una actuación judicial de oficio sobre daño de la señalética vial, con la aplicación de las penas que prevé la ley para estos casos, tal vez pueda servir para disuadir a actuar a potenciales delincuentes.