El robo de la fe - Por Jorge Sosa

El laburante debe hacer un esfuerzo diario para pagar sus aportes, y ese dinero engrosa las cuentas de un puñado de funcionarios.

El robo de la fe - Por Jorge Sosa
El robo de la fe - Por Jorge Sosa

Tiempo atrás escribí una nota en la que decía que el día que nos enteráramos de todo lo que se han robado en este país nos quedaríamos con la boca abierta. Me faltó decir “con los bolsillos abiertos”, porque toda esa guita afanada era nuestra, del pueblo que pacientemente y con el agobio de los tributos que exigen los gobiernos, va volcando diariamente en las arcas del Estado.

A la olla destapada por los cuadernos de la corrupción (Gloria a la verdad) todavía no se le ve el fondo y uno sospecha que hay mucho más de lo que ahora sabemos, que subrepticiamente y durante años hubo un drenaje de dinero que se transformó en delito.

El pobre laburante tiene que hacer el esfuerzo de todos los días para ganarse el pan que  imperiosamente necesita, a veces, algunas veces con alguna fetitas de fiambre, y realiza el aporte que le exigen los gobiernos con un sacrificio que bien merecería la compensación de la decencia.
Pero muchos de esos dineros acumulados, que suman millones, fueron a engrosar las cuentas particulares de un puñado de funcionarios que, parajódicamente fueron elegidos para salvaguardar los dineros del pueblo. Es un atentado a la fe pública.

Deberíamos valorar lo que le cuesta al al argentino promedio conseguir diminutos 100 pesos. Todo el empeño y laburo que tiene que invertir para alcanzar medianamente la subsistencia y compararlo con el mínimo esfuerzo que les ha costado a funcionarios y empresarios para sumar millones de dólares. La impudicia se muestra de cuerpo entero.

Aún no sabemos hasta dónde va a seguir esta serie de descubrimientos de delitos. Todavía no hay cifras que  magnifiquen el desfalco aunque uno puede imaginar, sin revolver mucho su imaginación, que esos millones alcanzarían como para fundar un nuevo país. ¿De que más nos enteraremos en un futuro cercano? ¿Hasta dónde puede llegar la suma de los dineros mal habidos? ¿Cuántos nombres se sumarán a la lista del escarnio? 
Pobre vago el que se sacrifica diariamente para alcanzar la salvación monetaria y revuelve sus sesos para tratar de ahorrar. Pobre vago cuando se entera de que muy graciosamente, con una facilidad asombrosa, hay millones de dólares que van en bolsos para pagar favores recibidos. Da bronca, che, mucha bronca.

Se han burlado de nosotros de manera impúdica, tremenda. Se han mofado de nuestra fe cívica, que nos indica, por ejemplo, que hay que cumplir con esos papelitos que cada mes se meten bajo de la puerta.

Lo más importante de todo esto no es el afano en sí, que es realmente muy importante, sino es la burla, el engaño que han cometido con nosotros los señores funcionarios que hemos puesto en sus puestos para cuidarnos, y los empresarios enfermos de avaricia que no dudan en transar con el poder para acrecentar sus arcas. Arcadas, dan, arcadas cercanas al vómito, porque no se puede lacerar así la confianza de un pueblo y mofarse de él, como lo han hecho.

¿Podrá la justicia llegar al fondo de la cuestión? Porque falta mucho para el fondo. Lo que seguramente no podrá lograr la justicia es que volvamos a creer.

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