Apoyado en su bastón y concentrado en las oraciones, don Manuel Quiroga hizo frente a sus dificultades para caminar y subió heroicamente el empinado sendero de montaña. “Es la ley de la vida. Mi mamá me enseñó a tener fe y eso me ayudó a enfrentar todo en la vida”, confió el hombre, quien hace muchos años pasó por una difícil cirugía de columna que lo dejó con algunas secuelas. “He venido otras veces y el problema se presenta al bajar”, se rió.
Como don Manuel, unos 400 peregrinos participaron ayer del tradicional Vía Crucis hasta el Cristo Rey del Valle de Tupungato, que ya se ha convertido en una cita obligada de la agenda mendocina para Semana Santa. La mañana nublada y particularmente fría no fue aquí un obstáculo para la expresión de la religiosidad popular.
La multitud partió, pasadas las 9.30, de la explanada a los pies del cerro, donde una especie de bulevar rodeado de plantaciones de olivos recrea el monte donde oró Jesús antes de su crucifixión. Después, con la ayuda de un guión grabado, los fieles recorrieron las 14 estaciones de piedra para terminar dejando sus plegarias a los pies de la imagen del Cristo, que sobresale en el paisaje de cerros a una altura de 1.428 metros.
Un profundo silencio y un fuerte aroma a jarillas reavivado por el rocío de la mañana, acompañaron las plegarias de estos fieles, cuyos tópicos centrales rondaron en la necesidad de cultivar la paz mundial y en la situación de los que sufren en el país.
“Seguramente el cansancio que ahora sentimos nos acerca al cansancio que sintió Jesús. Hoy quisimos acompañarlo, como debemos pedirle también que nos acompañe a cargar con nuestras cruces”, dijo el párroco tupungatino Gerardo Virga, antes de dar la bendición final.
Una vista inigualable del valle y un vaso de café bien caliente esperaban en la cima del cerro para reconfortar a los feligreses. Pero lo mejor de la experiencia se vivió en el “andar”.
“Hemos venido varias veces. Nos gusta esto de ser parte de un pueblo que camina y reza en comunidad”, contó Diego, de Rivadavia, quien esta vez decidió pasar el fin de semana junto a su familia haciendo turismo en el Valle de Uco.
Provistos de abrigos, botellas de agua y equipos de mate, los fieles se entregaron a la oración, pero también a disfrutar del paisaje. Las 14 estaciones talladas en piedra también eran excusas para el descanso y “recuperar el aire”. Familias, parejas y grupos de amigos aprovecharon estas pausas del camino para tomarse algunas selfies, cosechar una ramita de tomillo o jarilla, o arrojar piedras al vacío hasta recibir el eco, en el caso de los niños.
“Es muy bueno para los tupungatinos que este Vía Crucis se siga haciendo, que no pierda su continuidad”, señaló Fabián Baldasso, quien participó de la ceremonia religiosa junto a su hija Martina.
Con el tiempo, esta peregrinación ha ido ganando una convocatoria cada vez más amplia y sostenida. Quienes no podían hacer el esfuerzo físico esperaron arriba del cerro con los equipos de mate y en oración.
Un grupo de motoqueros también participó de la jornada, al igual que un comité de jóvenes de distintos países que realizan experiencias laborales en la provincia. También hubo fieles que llevaron a sus mascotas o que hicieron el trayecto a caballo.
Es el caso de Jorge Barrios y su hijo Antonio. “Venimos andando desde el distrito de Villa Bastías. Esperábamos encontrar al grupo más abajo, pero se nos hizo un poco más tarde”, comentó el hombre, apostado justo en el punto del sendero donde se puede observar hacia un lado el valle tupungatino y al otro, los cerros con El Carrizal de fondo.
“Me ha sorprendido la convocatoria y el respeto por la oración. También la cantidad de hombres que ha venido”, acotó el padre Virga, que lleva unas semanas a cargo de la iglesia de Tupungato. Tanto él como Mario Abraham, integrante de la comisión civil Cristo Rey, manifestaron su intención de trabajar para que este bello recorrido sea más conocido y vivenciado por los mendocinos en general.