Minutos después de las 7 de la tarde, Munawarah, Daud, Sunnia y Salahuddin están sentados en torno a una larga mesa y toman unos mates, después de haber compartido el corte del ayuno, una vez que cayó el sol. Es que estos mendocinos son sufíes y están celebrando, como la comunidad musulmana en todo el mundo, el mes de Ramadán.
En la Dergah -un espacio de reunión, oración y refugio- ubicada en Godoy Cruz, Daud resalta que esta celebración, lejos de ser un mes de sufrimiento para ellos, es esperada como una posibilidad de crecimiento. Como se rige por el calendario lunar, cada año varía su fecha de inicio en el occidental y en 2018 concluirá entre el 15 y el 16 de junio.
Durante estos 30 días, los musulmanes no sólo ayunan de comida y bebida en las horas diurnas, sino que tampoco pueden tener relaciones sexuales ni experimentar emociones violentas o decir malas palabras. Salahuddin reconoce que en ocasiones le resulta difícil ya que trabaja en atención al público y en especial porque en esta época se siente más susceptible al entorno.
El ayuno en Ramadán es de un mes (el noveno en el calendario musulmán), pero se le pueden sumar otros 6 días, que no son obligatorios, y que además les permite recuperar las jornadas en las que por alguna razón, como una situación de enojo, se vio interrumpida la abstinencia. Es que como señala Daud, el hecho de seguir un camino espiritual no los excluye de los problemas cotidianos, aunque sí les facilita la reflexión, volver al corazón e intentar dominar el ego.
Salahuddin, por su parte, destaca que la celebración también es una oportunidad para ser solidario con las personas que no tienen comida, ya que en su caso el ayuno es voluntario, mientras otros no tienen opción.
Munawarah comenta que, después de tantas horas sin comer ni beber, cuando se corta el ayuno (de noche) se disfruta de un vaso de agua y del sabor de los alimentos a pleno, y se abandona el modo automático. Más allá de este mes, los sufíes intentan que la comida sea lo más natural posible -de hecho preparan su propio pan- y antes de elaborarla se limpian de emociones negativas.
En un momento, los cuatro explican que es hora de la primera de las cinco oraciones diarias, se levantan y van a otro sector de la Dergah, donde los hombres se sacan los gorritos y se colocan unos turbantes, al tiempo que cada uno se ubica frente a una alfombra. Salahuddin explica que aunque los rezos son en árabe, las palabras no difieren demasiado de las del rito católico, lo que confirma que se trata de un mismo Dios.
Los místicos
El sufismo es la rama mística del Islam y tiene 41 órdenes en todo el mundo. En Argentina está presente la Naqshbandi y su líder, maestro espiritual, es Mawlana Sheik Mehmet Effendi, quien vive en Estambul (Turquía). En Mendoza hay comunidades en Las Vegas, La Consulta y Godoy Cruz, que superan las 30 familias. Sin embargo, Daud acota que se sigue encontrando gente que le manifiesta que es sufí.
Si bien cada vivencia fue diferente, Munawarah, Daud, Sunnia y Salahuddin -los nombres que les dio su líder cuando abrazaron el Islam- coinciden en que llegaron al sufismo a partir de una búsqueda espiritual. Es que ninguno de ellos es descendiente de inmigrantes musulmanes. Salahuddin tenía 19 años, salía a bailar, fumaba, tomaba alcohol y andaba en skate cuando participó de una meditación y sintió algo especial en su corazón, que lo llevó a elegir el camino espiritual.
Todos los jueves a las 21, en el centro sufí ubicado en Laprida 1338 de Godoy Cruz, se realiza una meditación que está abierta a todo el que quiera participar. Munawarah cuenta que es un canto que limpia, alinea los chakras y permite recordar la esencia. Y agrega que todas las prácticas en el sufismo llevan a recordar quién es uno, encontrar la unidad de que todos tenemos un propósito y vivir la vida con conciencia.
El centro sufí o Dergah en Godoy Cruz abrió sus puertas en febrero de 2015 como un remanso para los visitantes sufíes, donde pueden descansar, alimentarse y alojarse el tiempo que quieran. En 2016 recibieron la visita de Mawlana Sheik Mehmet Effendi, quien además traía consigo una reliquia del santo profeta Muhammad. Hoy, la tiene el Sheik Abdul Rauf, quien vive en la Patagonia y es el representante de la orden Naqshbandi en Latinoamérica.