Desde que comenzó la escalada del precio del dólar se han registrado aumentos de precios, aunque aún no se refleja la totalidad del impacto.
Primero por los ajustes de tarifas y luego como consecuencia de las políticas de EEUU que generaron una disparada del precio de la divisa norteamericana, lo más afectado ha sido el poder adquisitivo de los salarios.
La mayoría de los gremios cerró acuerdos paritarios con aumentos escalonados y algunos tienen cláusulas de revisión, pero la aceleración de los precios fue mucho más rápida de lo esperado y eso se siente en la pérdida de poder de compra de los sueldos, afectando principalmente a las clases media y baja, a los jubilados y a los trabajadores autónomos y monotributistas.
En muchos rubros ya se siente una caída de las ventas en el mercado interno de varias actividades vinculadas con alimentación, bebidas, tocador y limpieza, pero también se ha notado este problema en el sector textil, calzados y materiales de construcción. En el último mes la decadencia se ha verificado en el sector automotriz y venta de motos.
Hasta el momento, la moneda norteamericana se ha devaluado un 50% y la inflación ha sido de un 12% hasta mayo, aunque podría completar el 15% en junio, con una mayor aceleración en julio.
Un indicador importante es que en mayo el IPC registró un 2,1% mientras los precios mayoristas marcaron un crecimiento del 7,5%. Sería deseable que se permita la libre flotación para que el valor de la divisa siga el ritmo de la inflación y no vuelva a atrasarse.
El indicador mayorista revela un anticipo de lo que podrían crecer los precios en los meses venideros, aunque también podrían revelar la imposibilidad de las empresas de trasladar esos mayores costos para que no caigan las ventas y perder porciones de mercado.
La descripción anterior muestra un escenario preocupante alimentado por las declaraciones del ministro Dujovne, que vaticina que los próximos tres meses serán "complicados" y que en los últimos tres meses habría una reactivación. No obstante, la preocupación sigue vigente y se muestra en la extrema prudencia con la que se movilizan los distintos agentes económicos.
El acuerdo con el FMI y la mejora de la nota por MSCI, ascendiendo al país a la categoría de "país emergente", podrían implicar una mejora en el ánimo de los operadores.
No obstante, quedan pendientes temas contrapuestos que se develarán en los próximos meses.
En primer lugar, los ajustes de tarifas pendientes presentan un gran interrogante respecto del impacto sobre los índices y sobre los salarios, que termina repercutiendo en el nivel de actividad. Esto implica que si caen estos rubros la economía resiente su comportamiento y aparece el miedo a la recesión.
Otro elemento que complica el nivel de actividad es la tasa de interés fijada para las Lebac, que hace dos meses estaba en el 40% y en la última licitación fue elevada a 47%, dada la incertidumbre.
Este nivel es el que toman los bancos y hace imposible el financiamiento para empresas y familias. La única esperanza está centrada en que la traslación de la devaluación a precios sea menor para que no se anulen las ganancias de competitividad.
Finalmente, podría esperarse una reactivación del comercio exterior en la medida que se consolide el tipo de cambio y eso ayude a las economías regionales a recuperar el ritmo que vienen perdiendo desde 2010.
Una recuperación de las exportaciones podría ser el primer paso para una genuina recuperación de la economía, con la generación de nuevos puestos de trabajo.
Pero en el medio habrá que administrar una transición, que probablemente sea recesiva, y este es un tema delicado que debe ser atendido con atención. Ya no hay tiempo ni paciencia para nuevas promesas.