El gobierno decidió, sorpresivamente, aumentar las retenciones a las exportaciones. Si bien se esperaba la medida, los funcionarios, y el mismo Presidente, habían comprometido consultas previas que no ocurrieron. Cuando Macri impuso las retenciones de 12% con un tope de 4 pesos por cada dólar exportado, la divisa cotizaba a 35 pesos por dólar, lo que equivalía a un 12%. En la actualidad, equivalía a 6,5% con lo que el 12% representa un casi un 100%% de aumento en las retenciones al sector primario.
Si bien la medida era esperada por una necesidad fiscal, llega en un momento en que las cosechas de granos están seriamente comprometidas por las sequías. El trigo recolectó 18,5 millones de toneladas contra 22 millones estimadas. En maíz, sólo se ha plantado un 45% de lo esperado y la soja lleva un 60%.
Además, por la guerra comercial entre China y EEUU están deprimidos todos los precios. Con estas retenciones no sólo se ataca la magra rentabilidad de los productores sino que se compromete seriamente las posibilidades de siembra para el próximo año. Con esto se afecta el objetivo del gobierno de ingresar más dólares de exportaciones aunque en el Ejecutivo confían en ingresar 2.000 millones de dólares adicionales por estas retenciones.
Para nuestra producción regional es también muy complejo. En su momento se establecieron retenciones del 5% con un límite de 3 pesos por dólar, que ahora desaparece y y hay que esperar para saber si le es aplicable el 9% para los incluidos en el nomenclador del Mercosur.
Es verdad que la frazada es corta, pero hay que tener cuidado y poner sintonía fina para no pegarse un tiro en el pie. Súmele que las provincias quieren que se derogue el Pacto Fiscal para volver a aumentar impuestos locales y el cuadro no permitirá conseguir la reactivación que el gobierno busca. ¿Habrá un plan B?