Recientemente se realizó en Mendoza el Primer Congreso Internacional de Gestión del Agua en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNCuyo.
En esa ocasión se presentó el libro "El tratamiento de las aguas residuales industriales. Régimen jurídico argentino", de la doctora Noelia Torchia.
La investigadora y funcionaria de Irrigación planteó una situación que debe concentrar la preocupación de las autoridades y la comunidad toda, al señalar que en la actualidad "sólo 20% de los efluentes industriales en la Argentina reciben tratamiento efectivo".
El propósito de su estudio técnico científico es identificar cuáles son las falencias, al menos desde el punto de vista normativo, por las que tenemos un resultado tan bajo en cuanto al tratamiento efectivo de efluentes industriales.
Pero, por sobre todo, nos interesa la realidad mendocina. La autora recomienda políticas públicas que podrían adoptarse para lograr un mayor tratamiento de los efluentes industriales y, de esta manera, conseguir el aumento de la superficie de riego, a través de la reutilización segura del agua.
Por eso el tratamiento previo de los efluentes industriales es una necesidad imperiosa y más pensando que Mendoza presenta desde hace varios años una escasez hídrica preocupante, y no siempre la comunidad se da cuenta de ese talón de Aquiles.
En la cuenca Norte, que involucra los ríos Mendoza y Tunuyán Inferior, hay una mayor concentración de actividad agroindustrial: 60% de la industria de la provincia está representada en esa cuenca. El porcentaje de los efluentes que recibe tratamiento adecuado con las normativas alcanza a 75%.
El 25% restante no es que no tenga procesamiento sino que posee una parte del tratamiento y está evolucionando a optimizar esa situación. Otro aspecto al que hay que atender es a la responsabilidad compartida entre empresarios, habitantes y el organismo de control.
Estos últimos pueden supervisar mucho, pero si después viene un ciudadano y arroja una bolsa de residuos a un cauce de agua, lo que falta es conciencia.
Todos debemos ser responsables de proteger el recurso hídrico en una zona semidesértica como la nuestra, y más aún cuando cursamos el octavo año de emergencia hídrica consecutiva.
Un punto de conflicto es siempre el canal Pescara, que tiene 52 establecimientos conectados, aunque sólo 36 están activos, es decir, tirando efluentes. Los otros 16 establecimientos no tienen actividad pero aún mantienen su conexión.
Para mejorar en este aspecto ambiental hay que crear conciencia desde la escuela primaria educando en el uso responsable del recurso hídrico.
También resultará beneficioso para la provincia alentar el tema del reúso agrícola de los efluentes industriales tratados, así como de los cloacales tratados.
Tenemos que recordar que nuestros ríos son de caudales muy bajos, entonces desalentamos el vertido a cauce tratando de minimizar los impactos pero se da una alternativa porque Mendoza no se puede dar el lujo de desperdiciar una gota de agua.
Legalmente el efluente tratado es agua también, con la ventaja de que el efluente industrial tiene una carga orgánica significativa que eso es muy bueno para los suelos de Mendoza, muy pobres.
En caso del efluente cloacal, además de llevar un componente orgánico también aporta nutriente, nitrógeno, fósforo y potasio.
El tratamiento de efluentes industriales no debe perder terreno. Lo que hay que entender es que lo que producimos en el oasis queda en el oasis y lo impactamos si no hacemos las cosas bien.
El agua para los mendocinos es fundamental porque es súper escasa. Los pronósticos, para años venideros, tampoco son alentadores por ello tenemos que agudizar nuestro ingenio para hacer un uso eficiente del recurso hídrico y también para cuidar la calidad del mismo.
