Pese a su estatura de poco más de un metro y medio (1,55 m), motivo por el cual lo llamaban "Chapo", Joaquín Guzmán Loera logró convertirse en uno de los más temidos y poderosos jefes del narcotráfico en México.
Lo consiguió gracias una serie de habilidades, como facilidad para el liderazgo, talento para los negocios turbios y, especialmente, una descarnada crueldad para deshacerse de todos aquellos que se atrevían a cruzarse en su camino.
Su infancia. El Chapo proviene de una familia de agricultores de Badiraguato, en Sinaloa, un estado que fue cuna de narcotraficantes mexicanos. Cuando llegó a sexto grado decidió abandonar la escuela para dedicarse al cultivo de marihuana y amapola.
Muy joven fue reclutado por Miguel Ángel Félix Gallardo, "El Padrino", uno de los primeros grandes capos del narcotráfico en México. En ese momento -década del 70- comenzaba el auge de las drogas en Estados Unidos con los grupos hippies, y prometía ser uno de los principales mercados para los incipientes carteles mexicanos.
Sus inicios. Cuentan que una de las primeras misiones del Chapo fue establecer contactos con narcotraficantes de Medellín, coincidiendo con el auge del cártel de Pablo Escobar. Ambos sectores tejieron alianzas privilegiadas para proveerse de cocaína y exportarla principalmente al vecino territorio estadounidense.
El Chapo tuvo una carrera meteórica, pero el gran golpe lo dio cuando en 1989 fue capturado su jefe, Félix Gallardo. Inmediatamente fundó su propio cártel, el de Sinaloa, y lo convirtió en la agrupación narcotraficante más poderosa de México.
El imperio Guzmán. Rápido escaló en el mundo de la mafia, practicando una sanguinaria esgrima con los adversarios que competían por territorios. Su cártel exportó miles de toneladas de droga hacia Estados Unidos, Asia y Europa. Así se convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta. En 2011 llegó a aparecer en la lista de las mayores fortunas del mundo de la revista Forbes, con más de 11.000 millones de dólares.
Fue, sin dudas, uno de los narcotraficantes más inteligentes que tuvieron que enfrentar la Justicia y las fuerzas de seguridad, ya que permanentemente corrompía funcionarios y burlaba la vigilancia.
Los escapes. Sus túneles se convirtieron en sus máximos aliados: los construyó para trasladar droga hacia Estados Unidos, pero también para huir de donde estuviera detenido.
La primera detención que sufrió fue en junio de 1993. Cayó en operativo realizado en Guatemala y fue trasladado al penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco. De allí se fugó el 19 de enero de 2001, escondido en un recipiente de la ropa sucia, y tras aportar fuertes cantidades de dinero a los guardias.
Tras su evasión, "El Chapo" se convirtió en el gran símbolo del narcotráfico, un ícono del crimen organizado a la altura de Pablo Escobar. El entonces presidente de México, Felipe Calderón, lanzó al Ejército para tratar de capturarlo.
Cada vez que las fuerzas policiales caían en alguna de las residencias que vivía, el lograba escabullirse. Tenía puertas reforzadas con acero y un sistema de túneles secretos que, incluso, escondía debajo de la bañera.
El 22 de febrero de 2014 fue arrestado de nuevo mientras estaba con su última esposa y sus gemelas en un departamento de la costera Mazatlán (Sinaloa).
El gran túnel. Pero menos de año y medio después de permanecer detenido en la prisión de El Altiplano, el capo repitió su hazaña a través de un túnel que dejó en evidencia al gobierno del actual presidente Enrique Peña Nieto. Durante seis meses burló los gigantescos operativos policiales y militares, apoyado por un ejército de sicarios y dueño y señor del suelo que pisaba.
Durante la madrugada de ayer, finalmente, el capo narco de un metro y medio de alto, cayó detenido. La primera foto que filtró la policía lo mostraba con una camiseta vieja y sucia, lejos de la figura del rico y cruel jefe mafioso que fue en su momento.
