El relato necesario

El autor analiza la urgente necesidad de recuperar el diálogo y de mantener presente que democrático es el gobierno de la mayoría que respeta los derechos de la minoría.

El relato necesario

Por Julio Bárbaro Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional. Especial para Los Andes

El gobierno que agoniza se asentó sobre un relato del pasado y una concepción del presente que nos deja instalados como una sociedad destinada al conflicto y al fracaso.

El peronismo, con sus virtudes y defectos, fue una concepción productiva afirmada en los trabajadores y pequeños empresarios. Fue agresivo en sus primeros tiempos, sufrió el golpe y, en su retorno, Perón propuso la unidad entre los argentinos. El abrazo con Balbín se extiende a los demás sectores políticos, deja de lado solo a los que eligen la violencia. Los violentos de derecha, viejos sectores parasitarios expresados en las fuerzas armadas, y los violentos supuestamente revolucionarios, rara mezcla de marxistas, guevaristas y otras tribus cultoras de la muerte.

Los amantes de la democracia quedamos en minoría, y el enfrentamiento entre la derecha del pasado y la pretendida izquierda de esos años, ese enfrentamiento va a marcar nuestra verdadera decadencia. La guerrilla eligió la confrontación como error y fracaso de una conducción que aún hoy sigue siendo impresentable.

La guerrilla enfrenta al Perón que los convoca a la democracia, que les entrega enormes cuotas de poder, el gobernador de Buenos Aires, el de Córdoba, el de Mendoza; pero ellos, en su infantilismo, se imaginaban superiores a Perón y a su mismo pueblo, se creían “vanguardia esclarecida” cuando jamás entendieron ni la política ni las mismas leyes de la vida y de la sociedad.

Pensemos que sus jefes siguen vivos y ninguno de ellos tiene nada que aportar, que en rigor la violencia nunca en nuestra sociedad fue acompañada por la lucidez. Pero el kirchnerismo implicó el uso de todos los viejos resentimientos, en manos de una derecha impune que incorporó a los restos de la izquierda fracasada al disfrute de las prebendas que genera el Estado. Cuando Zannini habla del pasado se refiere a los derrotados, ellos se enfrentan con el peronismo porque, sencillamente, desprecian todo lo que sea popular. Claro que del otro lado, de la derecha también antiperonista, nunca se animaron a asumir la crítica de su golpe destructivo, nuestra vieja derecha es lo que fueron los golpes de Estado, dictaduras fracasadas y vendepatrias. Nada de ellas queda por rescatar.

Que no nos vengan con la historia de que no podemos hablar de los “dos demonios”, podemos hablar de lo que se nos dé la gana, y reiterar hasta el cansancio que aun cuando la dictadura haya sido genocida esto no implica que la guerrilla haya sido lucida. Perón se los decía con insistencia, una guerrilla no tiene ninguna posibilidad de enfrentar a un ejército regular.

El Che Guevara fue muy negativo para nuestros pueblos, convocaba a una guerra destinada a la derrota. Enamorarnos del héroe trágico no aporta romanticismo, solo ayuda a no entender. Los hermanos bolivianos esperaban a su propio revolucionario, a su Evo Morales, no necesitaban de un elegante argentino para que los ayudara a rebelarse.

Superar la absurda teoría de que la guerrilla fue un aporte al que le debemos parte de lo que somos es imprescindible. La guerrilla fue un error garrafal, y el marxismo y el guevarismo solo aportaron muerte y derrota a nuestros pueblos. Los que no fueron siquiera capaces de asumir una autocrítica no tienen derecho a opinar. Que no nos vengan con el cuento de que Perón era López Rega y las tres A; el peronismo es el espacio que les permitió sobrevivir, si no miren dónde quedaron los guerrilleros que nunca se acercaron al pueblo, nadie se acuerda de ellos, aun cuando en muchos casos fueron de los mejores revolucionarios que hayamos conocido.

Somos un país capitalista, el peronismo reivindicó el trabajo, la producción y la justa distribución, nunca a los parásitos ni a los empleados del Estado. Para el peronismo había que integrar a todos dentro de la sociedad, pero no creía en la lucha de clases sino en el acuerdo de todos los sectores. No fuimos “ni yanquis ni marxistas”; no como ahora que quieren ser anti yanquis y pro marxistas.

El kirchnerismo es el fanatismo de la mediocridad, Perón era un estadista que convocaba a distintos pensamientos siempre que apoyaran la concepción nacional. Los Kirchner convirtieron todo en un culto al sometimiento y a la obediencia, resultado que solo se logra a cambio de la prebenda o los beneficios de todo tipo. El peronismo nunca fue estatista, ni mucho menos cultor de los necesitados como clientela electoral.

El sector del trabajo se quedaba con algo más del cincuenta por ciento de la producción, frente a eso, la derecha boba que heredamos de la conquista imaginaba que se necesitaba otra ganancia para el capital, entre Martínez de Hoz y Domingo Cavallo lo lograron, los obreros ganan menos, las empresas son extranjeras, el Estado es más grande que nunca. Cavallo destruyó tanto el Estado que los Kirchner se pudieron dedicar a saquearlo y multiplicar los empleados públicos. La dictadura fue tan asesina con la guerrilla que le termino devolviendo su lugar en la historia, sin duda inmerecido. Los que se niegan a asumir el lugar del peronismo y el pueblo trabajador terminan optando por los violentos y el marxismo decadente. Son gustos.

Necesitamos recuperar la idea de la unidad nacional, del adversario que no implica enemigo, del diálogo, de que una democracia es el gobierno de la mayoría siempre y cuando respete los derechos de la minoría. Asumir que los que viven del Estado dependen de los que producen y generan las riquezas, que la burocracia nunca puede ser más importante que los sectores productivos. Que la Justicia no puede estar al servicio de una secta oficialista, que el juego no puede convertirse en la base de los ingresos corruptos de una sociedad y su gobierno.

Escuchar a la Presidenta es sentir que vivimos una decadencia, que sus discursos no merecen ni la cadena oficial ni la atención de nadie. Escucharla es asumir que la política es lo más débil y sin sentido de nuestra sociedad. Claro que el empresariado, frente a este avance de la burocracia, tuvo su cuota de mediocridad y obsecuencia. Solo se salva el gerente de una petrolera extranjera y la figura de Héctor Magneto defendiendo a su grupo. El resto cambió indignidad por ganancias. Somos una sociedad cuya cuota de rebeldía apenas alcanzó para salvarnos de ser Venezuela, para salvarnos de lo peor.

Ahora tenemos miedo, pero pareciera que gane quien gane, el sentido común se impondrá a la demencia y la agresión gratuita. En fin, un caminar hacia recuperar el simple y necesario sentido común.

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