El regreso de Rainer W. Fassbinder

La nueva versión teatral en Buenos Aires de “Las amargas lágrimas de Petra von Kant” nos devuelve la figura del gran cineasta y dramaturgo.

El regreso de Rainer W. Fassbinder
El regreso de Rainer W. Fassbinder

Petra von Kant es una exitosa diseñadora de modas. Es arrogante y cáustica, bastante insoportable, pero entra en escena Karin, una bella joven de 23 años que ambiciona convertirse en una estrella del modelaje. Petra se enamora de ella y le ofrece mudarse para vivir juntas.

El resto del relato –que fuera estrenado primero en teatro y luego adaptado al cine– es un vertiginoso viaje hacia los lados más oscuros de las relaciones humanas y una actualización del universo ficcional de este escandaloso e inquietante artista multidimensional que fue su autor, Rainer Werner Fassbinder (1945-1982).

Es que una nueva puesta en escena en Buenos Aires de la obra “Las amargas lágrimas de Petra von Kant”, ha vuelto a desenmarañar en la memoria de los cinéfilos la hipnótica y controversial figura del director alemán que falleciera de una sobredosis de drogas a los 37 años.

Este drama sobre la degradación de una pareja de mujeres está disponible este año en una de las salas del Teatro Municipal General San Martín, con la dirección de la consagrada Leonor Manso y las actuaciones de Muriel Santa Ana (Petra) y Belén Blanco (Karin).

Según la misma Manso, el resultado de esta adaptación esquiva la estética de lo expuesto en la película de Fassbinder, pero mantiene firme su mensaje político y social.

El poder y el sometimiento

Cuando se estrenó “Las amargas lágrimas...” en la República Federal Alemana, hace 47 años, tanto la platea como la crítica se movilizaron.

Pero no lo hicieron porque el director centralizara el protagonismo en una pareja lésbica, sino por esa búsqueda por exponer la inevitable contaminación del amor por las ambiciones y por la actitud cínica de acentuar la indiferencia de Karin ante el sufrimiento de Petra.

Aquello de que en una relación el fuerte se devora al débil, en eso de que siempre hay alguien que ama y otro que sólo es amado.

Tener la oportunidad de revisar un texto de Fassbinder en estos días, (al menos en una obra teatral), nos convence de que la obra fílmica del creador nacido en Baviera está más vigente que nunca.

Los personajes de sus películas siempre terminan atrapados en relaciones bloqueadas, claustrofóbicas, arrastradas a pasiones relacionadas con las manipulaciones, el poder y el abuso sexual y psicológico.

También están otros, más inocentes todavía, que son acosados hasta el cansancio por su entorno físico (su barrio, su lugar de trabajo, su grupo de amigos).

La filmografía de Fassbinder es un viaje de ida. Su obra exasperantemente polémica y vanguardista sigue siendo, a 36 años de su fallecimiento, un catálogo de libertad expresiva y un reflejo de rebeldía ideológica y estética.

Mimado por la política proteccionista de la Televisión Estatal hacia justamente el “cine de autor” en el que Rainer alternó con su obra cinematográfica desde el arranque de la década de 1970, el director consiguió fundar su propia compañía, Tango Film, una productora que le facilitó aun más su independencia creativa.

Fassbinder era inquieto, indomable, un monstruo prolífico. Completó 44 proyectos entre 1966 y 1982, identificados, en su gran mayoría, como melodramas sociales altamente lúcidos.

A su vez, eran revisiones más sórdidas y oscuras del cine de su amado compatriota Douglas Sirk (1897-1987) , en el que planteaba un hábitat de relaciones saturadas de conflictos, tanto las que cada persona puede adquirir en conexión con otra, como las que provienen de los abusos de poder social, en los que la tragedia parece inevitable.

Su producción portentosa se construyó en paralelo con su propio libertinaje autodestructivo, que le valió la reputación de ser enfant terrible del “Nuevo Cine Alemán” y paradójicamente, su figura más emblemática y a su vez contradictoria.

Rainer salía todas las noches a emborracharse, a tener sexo a escondidas y drogarse, pero de día, en sus planes de rodaje, nunca dejó de trabajar profesionalmente.

Él podía maltratar inescrupulosamente a los miembros de su equipo detrás y delante de las cámaras, pero en el resultado de sus imágenes se exponía una sensibilidad a sus personajes, la mayoría marginados sociales expuestos a la violencia institucional y a sus herramientas de represión.

Vida interior 

Fassbinder nació en el seno de una familia bávara en 1946. Su madre, para tener más tiempo en su trabajo de traductora, enviaba a su hijo al cine. El adolescente Rainer se obsesionó con el medio, de hecho confesó en una entrevista que llegó a ver cuatro películas por día.

A los 15 años, le confesó a sus padres que era homosexual y como consecuencia de su disparo de rebeldía, dejó la escuela y consiguió un pequeño trabajo en la ciudad.

En 1967, fueron sus clases de teatro a mediados de los sesenta en el estudio Fridl-Leonhard de Munich, que lo llevó a unirse al movimiento Teatro de Acción, también conocido como Anti-Theatre.

Esa articulación entre el teatro y el cine se convirtió en una de las características más definidas de su estilo audiovisual, un elemento que lo diferenciaba funcionalmente de los otros autores principales del Nuevo Cine Alemán (Schlöndorff, Herzog y Wenders).

El director aprendió rápido todas las etapas de producción para rodar, desde el guion hasta la actuación y la puesta de luces y cámaras. Esa fue una ventaja para darle velocidad a su carrera (“Las amargas lágrimas de Petra von Kant” fue rodada en diez días y el libreto lo escribió entero durante un vuelo de 12 horas entre Los Ángeles y Berlín). En 1970, realizó y estrenó, por ejemplo, ocho películas.

Sin embargo, Fassbinder amplió su desempeño técnico y artístico más adelante, componiendo música, editando, siendo diseñador de producción, director de fotografía, productor y actor.

Parece increíble que también tuvo tiempo para aparecer como parte del equipo en al menos 30 proyectos de otros directores. A pesar de ser gay, se casó dos veces. Una de sus esposas actuó en sus películas y la otra fue su editora.

En sus años de teatro, también desarrolló una compañía de repertorio que incluía a su madre, a dos de sus esposas y a varios amantes masculinos y femeninos.

Cinco viajes al planeta Fassbinder

1- "Querelle" (1982)

El último largometraje es una adaptación, algo incoherente, de la novela de Jean Genet de 1947 “Querelle de Brest”. Protagonizada por Brad Davis (“Expreso de medianoche”, este es el relato de un marinero que, tras asesinar otro marinero, visita un burdel de puerto donde emprende una serie de relaciones pasionales con un varieté de gays ocasionalmente violentos.

La película es una reimaginación experimental de la novela en lugar de una dramatización directa, aunque sin duda es fiel a la atmósfera embriagadora que presenta a Genet, esa atmósfera sexy, extraña y peligrosa. Con Brad Davis, Franco Nero, Jeanne Moreau y Roger Bataille.

2- "Lola" (1981)

Es el último filme de la trilogía que Fassbinder a la reconstrucción de la República Federal alemana tras la caída de Hitler, contada de acuerdo a la vida de tres mujeres; “El matrimonio de Maria Braun” (1979) y “La ansiedad de Veronika Voss” (1982).

Lola es una trabajadora sexual que atrae la atención de un empresario moralista que busca librar a su pueblo de la corrupción, sin darse cuenta de que, finalmente, se ha enamorado de un prostituta.

Esta especie de reinvención del clásico “El ángel azul” (1930) de Josef von Sternberg, sugiere una atmósfera artificial por los colores usados que funciona como una pátina que recubre la podredumbre del relato.

Con Barbara Sukowa, Armin Mueller-Stahl, Mario Adorf y Matthias Fuchs.

3 - "Desesperación" (1978)

Es una de las películas más curiosas de Fassbinder. La primera filmada en inglés, con un guión de Tom Stoppard, adaptado de una novela de Nabokov, que cuenta la extraña historia de Hermann Hermann, un magnate del chocolate que se obsesiona con un vagabundo que, él cree, se parece a él. Preocupado por el ascenso del nazismo en la década de 1930 en Berlín, trama un plan extraño y peligroso para escapar.

La trama, plagada de doppelgänger e impregnada de elementos noir, anticipa el trabajo posterior de David Lynch.

Ofrece además, una de las mejores actuaciones en el cine de Dirk Bogarde.

Con Andréa Ferréol, Klaus Löwitsch y Volker Spengler.

4 - "Fox y sus amigos" (1975)

Uno de los tópicos recurrentes del director, en esta ocasión se centra en el cruce de la clase trabajadora y la clase media alta y el tema de ser gay en ambos estratos sociales. El inocente Fox, un ex artista de circo, gana 500 mil marcos alemanes en una lotería y se hace rico de la noche a la mañana.

Eso le permite crear una sociedad comercial y comienza una relación con un hombre millonario llamado Eugen. Lo que podría terminar con una vida plena de felicidad se perturba por el accionar de un grupo de gays hipócritas y Fox termina finalmente explotado y maltratado por todos.

El director interpreta al propio Fox y lo convierte en una de sus víctimas más comprensivas.

Con Peter Chatel, Karlheinz Böhm, Adrian Hoven.

5 - "El amor es más frío que la muerte" (1969)

Realizado cuando Fassbinder tenía sólo 24 años, este fue su primer largometraje y la primera de tres películas de gánsteres que realizó en un año.

Fassbinder se apareció en los cines con una historia muy estilizada, un guión muy objetable, aunque con un inolvidable plano en cámara lenta al final.

Es la típica película fría que atiende al clima film noir, que presenta la relación entre  un gángster, una prostituta y un proxeneta. El homoerotismo burbujea bajo la superficie.

La recepción de la película en el Festival de Cine de Berlín fue hostil, pero Fassbinder saludó los abucheos con un triunfante gesto de celebración.

Con Ulli Lommel, Hanna Schygulla y Katrin Schaake.

Cambio de generación

El cine desarraigado de la posguerra tuvo una revitalización al comenzar la década del 60 con el llamado “Nuevo Cine Alemán”.

La corriente de cambio que duró las siguientes dos décadas provino originalmente de las rebeliones estudiantiles, se trasladó después al teatro y la literatura, para contagiar al cine, que develó a una generación de directores con obras de contenido profundamente crítico.

La hora cero del NCA, como suele ocurrir con los movimientos artísticos, se legitimó con "El Manifiesto de Oberhausen", firmado sobre todo por un grupo de cortometrajistas.

Sus mayores representantes fueron Volker Schlöndorff (“El tambor”, 1979) ; Werner Herzog (“Aguirre, la ira de Dios”, 1972) ; Wim Wenders (“París, Texas”, 1984) y el mismo Fassbinder. La muerte de este último, para la mayoría de los críticos cinematográficos, significó el final de esta escuela de quiebre.

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