Los argentinos no quieren más enfrentamientos estériles, no admiten la grieta a la que nos quieren llevar aquellos que no pueden imponer sus ideas a través de la razón y de las propuestas. El pueblo no acepta volver a situaciones que se vivieron en el país décadas atrás, que costaron muchas vidas en enfrentamientos entre los sectores y que todos creímos que habían quedado en el olvido con la recuperación de la democracia.
Los violentos son los menos. Son grupúsculos que, a sabiendas de que no lograrán sus objetivos a través de los votos, prefieren sembrar el terror. Situación de la que se cuelgan oportunistas políticos que mantienen un doble discurso cuando tienen que referirse entre lo que pasa en nuestro país y lo que sucede en Venezuela, por señalar un ejemplo.
Debemos partir de la base de que todos los argentinos, sin distinción de banderías políticas, exigen el esclarecimiento de los hechos y saber qué fue lo que ocurrió con el joven Santiago Maldonado, porque nadie puede admitir la desaparición de una persona, ya sea en la actual gestión gubernamental o como también sucediera en el gobierno anterior, en el cual Jorge Julio López fue uno de los casos sin esclarecer. Pero también es dable señalar que la gente -salvo contadas excepciones- exige que sea la Justicia la encargada de la investigación y no acepta presiones impuestas a través de manifestaciones o concentraciones que suelen ser utilizadas por grupos minoritarios que sólo buscan sembrar el caos, la destrucción y actitudes inaceptables, como las pintadas y las leyendas en edificios de incuestionable valor histórico, como el Cabildo o de profundo contenido religioso, como la Catedral metropolitana. Destrozos que debemos pagar todos los argentinos mientras los autores de los desmanes logran quedar en libertad a las pocas horas de su detención.
La utilización política del caso también merece una consideración especial. Según señalan los abogados defensores de los detenidos, en la totalidad de los casos se trataba de gente que transitaba por el lugar y que inclusive no participaba de la marcha. Pero nos preguntamos si es común que una persona salga a caminar por la calle con el rostro cubierto, con un palo en la mano y con una mochila portando piedras, gomeras y hasta botellas con combustible para convertirlas en bombas molotov. O, como sucedió con un venezolano (el detenido número 31) que estaba "de visita" por Buenos Aires, aunque portando un pasaporte falso.
El kirchnerismo también intentó llevar agua para su molino, aprovechando el período preelectoral. La propia candidata a senadora por Buenos Aires, la ex presidenta Cristina Fernández, dijo que en la marcha se había producido una "cacería de gente y de periodistas", agregando que "hace décadas que no se veía en nuestro país tal grado de violencia estatal". Dijo que "estamos ante una inédita concentración del poder, que tal vez sea la causa de la desaparición forzada de Santiago Maldonado". Pareciera ser que tanto la ex presidenta como sus seguidores tienen poca memoria, porque en su gobierno hubo muchas más "cacerías" de periodistas y más concentración de poder. Además, Cristina Fernández denunció durante su gestión, en numerosas oportunidades, la posibilidad de golpes de Estado y resulta que ahora los kirchneristas lo dicen abiertamente y sin ningún tipo de pudor.
Lo cierto es que hubo cientos de marchas en el país reclamando por la desaparición de Santiago Maldonado y en todas ellas la protesta fue pacífica. La excepción la dio Capital Federal. Además, los violentos fueron 200 ó 300 que lograron el objetivo de ganar las portadas de los medios. Esos pocos, que no logran convencer a nadie, deberán comprender que la gente no quiere violencia, que la rechaza y que no quiere volver a los momentos nefastos que se vivieron hace décadas en el país.