Hillary Clinton lanzó las líneas maestras de su programa para llegar a la Casa Blanca, con un mensaje de optimismo en el futuro y promesas de crecimiento económico, en contraste con el panorama lúgubre presentado por el republicano Donald Trump.
Al final de los cuatro días de la Convención Nacional Demócrata, Clinton se convirtió antenoche en la primera mujer en alcanzar una candidatura presidencial por uno de los principales partidos en toda la historia política de Estados Unidos.
Hasta su adversario en la disputa interna, el senador Bernie Sanders, saludó la “hazaña histórica” de Clinton al conseguir ser la abanderada demócrata para las elecciones de noviembre.
En su discurso de aceptación de la candidatura, Clinton prometió un gobierno en que la prioridad absoluta estará en la recuperación económica, en especial de los sectores más desfavorecidos.
Clinton no escondió que “hay mucho por hacer”, y apuntó que “hay mucha desigualdad, poca movilidad social, mucha parálisis en Washington y muchas amenazas tanto internas como en el exterior”.
Sin embargo, añadió, Estados Unidos tiene “la gente más dinámica y diversa en el mundo. Tenemos los jóvenes más tolerantes y generosos que jamás hemos tenido”, así como “valores duraderos: libertad e igualdad, justicia y oportunidad”. Por ello, señaló, “no dejen que nadie les diga que nuestro país está fragilizado. No lo estamos”.
Clinton formuló un llamado a que “miremos el futuro con coraje y confianza. Construyamos un mejor mañana para nuestros niños y nuestro país. Y cuando lo hagamos, Estados Unidos será más grande que nunca”.
Esta frase es una referencia directa al lema principal de la campaña de Trump (“Que Estados Unidos sea grande nuevamente”), y deja en evidencia la tentativa de marcar distancia del devastador diagnóstico formulado por el candidato republicano hace apenas una semana en la Convención Nacional del Partido Republicano en Ohio.
Escenario lúgubre
En su discurso de aceptación de la candidatura republicana, Trump había trazado un panorama desolador de la situación del país. Los estadounidenses, dijo, no sólo “enfrentaban un desastre económico, sino que han tenido que vivir una humillación internacional tras otra”.
Al analizar el desempeño de Clinton como secretaria de Estado, Trump no se guardó palabras. “Éste es el legado de Hillary Clinton: muerte, destrucción y fragilidad”.
Internamente, el panorama diseñado por Trump no era mucho mejor: “Unos 180.000 inmigrantes ilegales con antecedentes criminales, cuya deportación ya fue determinada por nuestro país, deambulan libres esta misma noche para amenazar a ciudadanos pacíficos”.
Cerrando filas
En el primer día de la Convención, cada vez que el nombre de Clinton era pronunciado, la asamblea se convertía en un verdadero festival de abucheos, silbidos de desaprobación y gritos de apoyo, exponiendo la fractura interna provocada por el enfrentamiento con Sanders. En esa primera jornada, el partido puso de manifiesto la vitalidad de su militancia, pero dejó dudas sobre su capacidad para superar las tensiones y cerrar filas.
En el segundo día, sin embargo, el propio Sanders se empeñó en tender puentes en favor de la unidad y, al momento de la votación, incluso fue él mismo quien presentó la moción de declarar a Clinton vencedora por aclamación.
Para coronar esta realidad, el partido hizo desfilar pesos pesado, incluyendo al presidente Obama, el vicepresidente Biden, el ex presidente Jimmy Carter y, obviamente, el ex mandatario Bill Clinton, esposo de la nueva candidata.
De esa forma, Hillary liquidó la disputa interna, unificó la dirección partidaria detrás de su candidatura y pavimentó el camino para poner la máquina demócrata en marcha para las elecciones de noviembre.
Bill Clinton asume el rol de marido admirador
Por primera vez en la historia de Estados Unidos, es un hombre el que contempla con admiración a su esposa como candidata a la presidencia.
Bill Clinton está poco a poco asumiendo el rol del marido elogioso, aplaudiendo y sonriendo cuando las cámaras lo captan en medio de un discurso de su esposa.
En la Convención Nacional Demócrata, se le podía ver en el palco de los VIP, observando cómo su esposa asumía el podio para aceptar la nominación como candidata presidencial.
Fue un ejemplo de muchas ocasiones en que los estadounidenses tendrán que acostumbrarse al intercambio de roles si es que Hillary Clinton gana la Casa Blanca en noviembre.
Desde ya han surgido bromas y sátiras al respecto, como por ejemplo comentaristas que preguntan qué ropa viste Bill, qué productos de belleza usa, qué peinado luce. Qué tal esos pantalones, su poblada cabellera, cuál es la marca de sus zapatos.
Al fin y al cabo, así es como la prensa suele hablar de las primeras damas.
Para los curiosos: en la convención él llevaba puesto un traje oscuro; ella, uno blanco.
Ciertamente para gran parte del mundo esto no es nada extraordinario. Muchos países han tenido mujeres como líderes, inclusive en Europa, África, Asia, América Latina y Australia.
Pero en Estados Unidos es algo inédito, y sigue teniendo cierto aire de novedad.
Bill Clinton, que siempre ha sido un hombre seguro de sí mismo, no parece inmutarse al intercambiar posición con su esposa. No se lo ha visto en absoluto incómodo en sus nuevas funciones.
Se le vio con una amplia sonrisa mientras su esposa le agradecía por su apoyo en el discurso ante la Convención. Hillary admitió que a lo largo de los años “hemos pasado por buenos tiempos que nos llenaron de alegría, y tiempos difíciles que nos desafiaron”.
AP