Nos hemos ocupado en nuestras páginas de analizar y destacar la gran importancia del Censoagro realizado por el municipio de General Alvear. Su valor como muestra de lo que viene ocurriendo con las explotaciones agropecuarias de nuestra provincia obliga a volver sobre este asunto, que al menos parece fuera de la órbita de los asuntos públicos relevantes.
Es frecuente la denuncia política por la concentración económica, especialmente en el sector vitivinícola. Siempre la concentración y la crítica a "los grandes" rinde más, es más atractiva para achacarles los diversos males de la economía.
En cambio lo que ocurre en el otro extremo, la proliferación de minifundios, de baja productividad o improductivos, no suele ser un asunto atractivo para la denuncia, desde luego menos aún para relevamientos y estudios minuciosos como el realizado en Alvear.
El minifundio es una propiedad rural con riego, cuyo tamaño no permite realizar cultivos rentables económicamente. Como muestra el caso sureño, sólo se sostiene si el propietario cuenta con otros ingresos.
En general es el resultado de la subdivisión de las propiedades por herencias, imposibilidad de que alguno de los herederos compre a los otros, las propias dificultades de las sucesiones.
Y, sobre todo, la competencia de la urbanización, que lleva a que lotear, o mejor aún, esquivar la Ley de Loteos vía barrio cerrado y/o consorcios, sea mucho más atractivo económicamente que mantener los cultivos.
Lamentablemente el problema del minifundio existe en casi toda la provincia, en el Gran Mendoza, el Este y el Sur. Quizás el Valle de Uco sea una excepción, o el problema sea mucho menor, porque su transformación productiva reviste características muy particulares.
Es posible que la escala y la productividad de las explotaciones tengan un diferencial importante con otras zonas. El problema esencial del minifundio rural es la pérdida del recurso económico más importante y limitado de nuestra economía, la tierra con riego.
Algunos datos dispersos revelan que este es un problema que se ha venido desarrollando desde hace décadas, ante la indiferencia de quienes debían ocuparse de él y también, por qué no, de las propias instituciones de la sociedad.
Algunos trabajos de la UNCuyo destacan la disminución del área cultivada, que a comienzos de los 90 era de 291.000 ha y en 2001 de 261.000 ha. Sin duda que desde entonces la reducción ha sido aún más acelerada y la superficie cultivada no supera las 230.000 ha.
Otro trabajo del mismo origen muestra que para el caso de Guaymallén entre 1988 y 2008 las explotaciones agropecuarias se redujeron a la mitad, atribuyendo las causas a la expansión de la urbanización, barrios privados, vivienda secundaria y asentamientos informales.
Este fenómeno se repite en todos los departamentos del Gran Mendoza y en los oasis Este y Sur. En los alrededores de las ciudades cabeceras se extienden propiedades abandonadas y se registra la expansión urbana acelerada y no planificada, el deterioro de las zonas rurales y la red de riego, además de la contaminación de las tierras. En resumen, el deterioro de un paisaje agrícola bello y productivo, que nos distinguió con sello propio como provincia.
Frente a esta situación es indispensable extender al resto de los departamentos el Censoagro que llevó a cabo el municipio sureño. Urge conocer a fondo la realidad de la situación de las tierras bajo riego, ya que no se puede seguir perdiendo recursos productivos.
Luego deben aparecer políticas jurídicas, impositivas, y de organización del agro que permitan recuperar parcelas para la producción e impedir una urbanización descontrolada.
Existen hoy tecnologías y conocimientos para encarar una verdadera transformación del minifundio e impedir que se siga reproduciendo. Al menos comenzar con algunas experiencias en las zonas más críticas.
La revolución organizativa de la producción agropecuaria de la región pampeana es un modelo que se puede adaptar a nuestra realidad, es cuestión de estudio y trabajo.
Una nota reciente de Clarín Rural comparando la realidad de los contratistas forrajeros en Argentina y España, muestra que en este país existe producción de forrajes en numerosas explotaciones de menos de 10 ha.
Son explotaciones rentables que preservan la pequeña propiedad agrícola.