El establecimiento es “el único museo del mundo dedicado al lugar que ocupa la mujer en la historia, el presente y el futuro”, explicó su directora, Maria Perstedt.
Esta orientación específica lo distingue de los demás museos dedicados a las mujeres y su historia.
“Queremos enmarcarnos en distintas perspectivas: a gran escala, tratando las relaciones entre los sexos y el poder, y a una escala individual, dejando un mayor protagonismo a los objetos y a las historias”, explica Perstedt.
Este museo, instalado en la capital europea de la cultura en 2014, y situado cerca del círculo polar, aspira a que se oiga la voz de las mujeres y a “describir y provocar las ideas, las normas y las estructuras que limitan las elecciones y posibilidades de las mujeres y de los hombres”.
Según Perstedt, que se unió al proyecto lanzado en 2010, la ausencia de perspectiva feminista en los otros museos de Suecia dejó un espacio para hacer reflexionar al público sobre estos asuntos.
La iniciativa pretende implicar a investigadores y crear “un museo vivo”, un lugar de encuentros y de debate.
El museo, financiado en su totalidad por el municipio, no tiene colección permanente. Ofrece dos exposiciones paralelas permanentes: una sobre el envejecimiento y otra titulada “Raíces”.
La entrada es gratuita y la directora no comunicó ningún objetivo sobre el número de visitantes.
“Necesitamos un museo como este, ya que las mujeres fueron excluidas de la escritura de la historia (porque) son los hombres quienes representan la historia”, afirma Hannah Lemoine, consultora en igualdad para la empresa AddGender.
“El hecho de que se muestre el lugar de las mujeres en la historia es una señal de que el estatuto de las mujeres en la sociedad ha aumentado”, celebra Lemoine.
En Suecia, el feminismo es parte del día a día. Según un sondeo encargado por la radio pública SR en agosto, cerca de la mitad de los electores se presentan como feministas. El partido Iniciativa Feminista se quedó a las puertas del Parlamento en septiembre, al no conseguir el 4% de los electores, límite para obtener un representante.
“Los otros partidos dicen ser feministas para poder atraer electores”, asegura la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Estocolmo, Maud Eduards.
El primer ministro sueco, Stefan Löfven, se granjeó muchas simpatías en 2012 al asegurar: “Soy feminista y ya está”. Su predecesor Fredrik Reinfeldt siempre se negó a emplear ese término, lo que le valió numerosas críticas.
Condenar la apertura de un museo como este es políticamente incorrecto. En Umeå, el jefe de la oposición, Anders Ågren, quería abandonar el proyecto por el coste que suponía para los contribuyentes: 11,5 millones de coronas (1,54 millones de dólares). Ahora es alcalde y no quiso contestar a las preguntas.