El primer mes de Macri

Un balance de los pros y de las contras en las medidas adoptadas en los primeros treinta días por el nuevo gobierno respecto de problemas heredados. Y los nuevos desafíos que debe afrontar ante imprevistos como las inundaciones en el Litoral y la fuga de

El primer mes de Macri

Por Rosendo Fraga - Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. Especial para Los Andes

El primer mes de Macri cierra con un balance positivo: ha logrado reorientar rápidamente la política exterior al reclamar a Venezuela por los presos políticos; pudo resolver el tema del cepo cambiario sin que el dólar se saliera de control; dio un mensaje político conciliador, estableció buen diálogo con los gobernadores y pudo desmontar con éxito el poder remanente kirchnerista en áreas claves como el Banco Central y el Afsca y el Aftic, que ejecutaban la política de medios y telecomunicaciones.

En la columna del Debe pueden anotarse tres cuestiones: la primera es la demora en lograr una coalición parlamentaria, sin la cual es difícil la gobernabilidad para un gobierno que no tiene mayoría en ninguna de las dos cámaras y no ha articulado un gabinete de coalición; la segunda es el uso de decretos para designar miembros de la Corte, un error político que puede ser corregido y que la negativa del máximo tribunal y el Senado lo hacen necesario; por último, la falta de señales de una política clara en materia de seguridad, que se ha hecho evidente con la fuga del penal bonaerense, muestra que falta articular una política en esta área.

Los sondeos muestran, desde hace años, que la inseguridad y el narcotráfico son la primera demanda de la sociedad. El primer mes de Macri ha reforzado esta prioridad, que ha pasado a ser una medida de su gobernabilidad.

La “luna de miel” que suele acompañar a todo gobierno recién electo en cualquier país del mundo, implica que suelen comenzar con el apoyo de dos tercios de la población, aunque hayan sacado la mitad de los votos. No sólo lo apoyan los votantes propios sino también, generalmente, un tercio de los votantes del adversario. Pero la velocidad de la información hace que estos períodos duren cada vez menos. En el caso de Macri, el intento de designar miembros de la Corte por decreto, la inundación en el Litoral y la fuga del penal bonaerense han hecho que la gente ya comience a juzgar al gobierno por sus propios hechos y no por la herencia recibida.

En lo económico, el desafío con mayor dimensión social es evitar que el porcentaje de la devaluación se traslade a los precios. Es posible que, para ello, en las próximas semanas opte por recesión antes que inflación: es la opción menos mala y puede tener éxito siempre y cuando se atienda simultáneamente a la situación de los sectores sociales vulnerables. Con los sindicatos, el Gobierno se está moviendo con habilidad estableciendo puentes de diálogo y otorgando concesiones en temas como las obras sociales sindicales; para los sectores vulnerables ha otorgado un bono de 400 pesos a quienes reciben la Asignación Universal por Hijo, las embarazadas y los que cobran la jubilación mínima.

Antes que Macri eligiera al kirchnerismo como su adversario, la realidad indica que éste lo eligió a él. Desde que se presentó como candidato a la Jefatura de Gobierno en 2003, siempre el kirchnerismo lo vio como la oposición ideal, buscando plantear la política en términos ideológicos como una confrontación entre centroizquierda y centroderecha. Las circunstancias obligan a Macri a tener que desmontar la estructura dejada por Cristina para entregar el gobierno pero no el poder, y esto hace inevitable el conflicto.

El kirchnerismo realiza la oposición en tres ámbitos: el Congreso y en particular el bloque de Diputados nacional del PJ, cuya conducción controla; la movilización en la calle y la influencia que mantiene en la Justicia, como lo han evidenciado fallos de primera instancia contra decretos de Macri. Para que ello se mantenga, resulta vital para el kirchnerismo que la procuradora (Gils Carbó) continúe en su cargo.

En cuanto al peronismo, la historia muestra que tras una crisis en elección presidencial, se reordena recién con el resultado de la elección legislativa siguiente. Así fue con el triunfo de Cafiero en 1985 en la provincia de Buenos Aires, tras la derrota frente a Alfonsín dos años antes, el de Duhalde en el mismo distrito después del fracaso frente a De la Rúa, en 1999, y con el triunfo de Cristina en la elección bonaerense de senadores nacionales tras la bicefalía que dejó en el liderazgo peronista la elección de 2003.

Posiblemente será el resultado electoral bonaerense de 2017 lo que permitirá la emergencia de un nuevo liderazgo en el peronismo. Mientras tanto nadie tendrá todo el poder, pero ninguno desaparecerá.

Es por esta razón que en La Cámpora se analiza que Cristina sea candidata a senadora en la provincia de Buenos Aires en 2017 para revitalizarse electoralmente. Pero Scioli no descarta hacerlo también y Massa ve en esta elección una oportunidad de revalidar su peso en el distrito y su vigencia como alternativa nacional. La renovación de autoridades del PJ que tendría lugar en el segundo trimestre del 2016 difícilmente sea suficiente para redefinir el liderazgo peronista.

Respecto de Macri, le conviene un peronismo dividido para poder negociar, sobre todo en el Congreso. Esta división es clave para poder armar una coalición parlamentaria tanto en el Congreso de la Nación como en la Legislatura bonaerense. Es posible que Vidal la logre antes que el Presidente, dada la mayoría que ya gestó en ambas cámaras con Massa y los dos tercios que puede lograr en base a las divisiones del peronismo.

Hacia adelante, el desafío de Macri, más que sumar, es acordar, como anticipó al proponer el “arte del acuerdo”. Para ello, la clave es negociar con el peronismo y con los gobernadores.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA