Corría el año 1913 y siendo gobernador Rufino Ortega, se elige a Mendoza como sede del 2º Congreso Nacional de Industria y Comercio. En esa oportunidad se acepta la iniciativa de don José Trianes Díaz de realizar, por vez primera, una Fiesta de la Vendimia.
Llegaron 800 invitados en un tren especial orlado con racimos de uva y pámpanos en el que los visitantes recorrieron los alrededores de la ciudad, quedando maravillados de las pintorescas bodegas y viñedos.
El viernes 11 de abril de 1913 las calles de la ciudad se vistieron de vendimia. Por ellas desfilaron los 22 carruajes de esa primera celebración organizada del vino. (en la foto).
El desfile comenzó con tres heraldos que exhibieron sendos escudos de Mendoza, del Segundo Congreso del Comercio e Industria, y el estandarte del festejo vendimial. Comenzaron a marchar, siguiéndolos los carros alegóricos. Uno llevaba a Noé, otros una choza de los antiguos moradores de
América, una carabela conductora de la vid. Varios de ellos exhibían útiles antiguos de la recolección de la uva, la plantación de la viña, el pisado, maquinarias antiguas y modernas, cubas, un tonel artístico, carros con bordelesas, botellas de vino, y uno con marcas de bodegas.
Finalmente un carro del Círculo Valenciano representaba la vendimia en su región. Cerraba el desfile un heraldo anunciando el carro en el que llegaba el Dios Baco del cuadro de Velázquez y otro alegórico representando las bacanales.
Cien vendimiadores que simbolizaban la vuelta al hogar después de la terminación de la cosecha cerraron el desfile. Si bien esta fiesta no coronó soberana como en la actualidad, tuvo marcado éxito, que fue comentado en todos los diarios del país.
Los gobiernos posteriores no supieron aprovechar este valioso aporte. Recién en 1936 dos hombres visionarios, el gobernador Guillermo Cano y su ministro de Industrias y Obras Públicas, Frank Romero Day, firmaron un decreto para realizar la Fiesta de la Vendimia anualmente.
Desde entonces, año tras año, nuestra fiesta mayor fue ganando prestigio y presencia, popularidad y magnificencia, siendo la expresión más acabada del patrimonio inmaterial de la cultura del vino en conjunción con un mismo objeto, de la historia, la memoria colectiva, y el ofertorio a la tierra y a Dios.
Este festejo que nos representa desde hace 82 años y su Carrusel nacido tímidamente hace más de un siglo, en aquella tarde de un abril otoñal lejano en el que por vez primera rodó por las calles mendocinas, nos han colocado en los escenarios internacionales destacándonos como la mayor Fiesta de la Vendimia del mundo.
Finalmente, inundados los sentidos y con el reinado de una nueva soberana, comienza otro período de pasión, de trabajo, de tesón, en el anhelo de ese volver a empezar que año tras año caracteriza a nuestro mundo del vino.