El preso que más sabe de Historia: Aristóteles ganó las Olimpíadas

Tiene 40 años y participó del certamen que incluyó a 80 personas privadas de la libertad en toda la Argentina. Dice que estudiar es pensar en el futuro.

El preso que más sabe de Historia:  Aristóteles ganó las Olimpíadas

“La mejor herencia que le podés dejar a alguien es haber terminado la escuela”, dice Aristóteles Rómulo Báez (40) sentado en la preceptoría del CENS 3-503 apostado casi sobre Boulogne Sur Mer, pero puertas adentro del penal del mismo nombre.

Hace 47 meses -él no cuenta años- ingresó por intento de homicidio con los estudios secundarios a medio terminar, dejando atrás su trabajo de taxista, su familia y una historia personal que prefiere callar. Casi cuatro años después, saldrá con el secundario terminado -eso espera- y con el diploma del primer puesto logrado en las Olimpíadas Nacionales de la Universidad Nacional del Litoral para personas en contexto de encierro.

Está orgulloso. En la mano tiene una bolsa donde lleva los papeles que demuestran su hazaña, porque en su realidad lo es. También trae la medalla que le dieron, unas fotos de cuando fue abanderado, la revista “Despertar Comunitario” donde escribe habitualmente, y algunos manuales de estudio.

Está vestido de camisa celeste y corbata como si estuviera a punto de subirse al 250 “de cuando era El Rápido... poné el nombre total no le hacemos publicidad porque ya no existe”, dice preparado para contar cómo llegó a convertirse en el preso argentino que más sabe de historia.

“Siempre me ha gustado estudiar historia y cuando Diego (Sánchez, el profesor tutor) me lo propuso, me gustó la idea de participar. Lo mío es la historia mundial en general y la argentina en particular. Sé mucho sobre la revolución rusa y de cómo favoreció a la Argentina, en cierto modo”, comenta atento a la respuesta, como si estuviera dando lección.

Afuera, se oye el movimiento del complejo carcelario. Entra una ambulancia, se escucha el barrer de pisos de alguno de sus compañeros. Los guardia cárceles nos observan como intrusos, como si fuéramos también presos; es su costumbre. Algún grito adentro y la vida que pasa afuera con un micro que rompe sus amortiguadores contra el pavimento de la calle. Ruidos de todos los días.

Tres instancias para hacer historia

Para lograr el primer lugar, Aristóteles Rómulo -“tengo ascendencia grecorromana”, comenta entre líneas- tuvo que superar tres instancias ante un tribunal que evaluaba sus respuestas y las enviaba a la Universidad del Litoral. Junto a él participaron otros 80 reclusos de todo el país y en la etapa definitiva sólo 7 fueron los protagonistas, incluido otro preso de Boulogne Sur Mer que terminó en la séptima posición.

“Mi experiencia en esto ha sido la mejor. Me parece bien que se vea lo que hacemos. Uno acá está por error o inocentemente y es bueno que se sepa que lo que ocurre acá no es todo lo malo de la sociedad. Muchos tenemos ansias de superarnos y muchas veces somos mal tildados”, advierte.

Para prepararse, Aristóteles cuenta que estudiaba tres horas de corrido, al menos, y después en los momentos que el reducido espacio que ocupa -una celda de 2 por 2,5 metros habitada por otras tres personas- lo permitía. “Acá hay mucho respeto por el que estudia. Cuando te ven con los libros tratan de hacer silencio. Acá se reconoce el esfuerzo”, describe y agrega que en épocas de mucho calor optaba por el patio: “Pero los muchachos están jugando al fútbol y se complica”.

La forma de repasar para un examen no es muy distinta a la de cualquier estudiante: apuntes, una hoja donde va armando un texto con los temas principales y el método como principio, fueron sus herramientas fundamentales.

Cuando salga, en breve -está esperando que lo autoricen- quiere seguir estudiando. Le han asegurado trabajo. Al parecer vuelve a subirse al taxi, y sabe que una jornada de 12 horas manejando no le dejará mucho margen para ponerse con los libros, pero no lo descarta.

En el lugar equivocado

A esta altura, suelto ya de palabras, la charla se distiende. Dice que el miércoles vio la victoria por un gol del Real Madrid, que jugó de local, contra el Bayern Munich que es el club del que es fanático, y espera que puedan darlo vuelta en Alemania.

Es momento de hablar de su condena, de su pasado, del barrio La Gloria, de los 47 meses en el penal, de que es separado y que vivió 3 años en Buenos Aires. De que sueña todas las noches con su mamá fallecida el 29 de julio de hace casi seis años y de una ex novia, que casualmente murió el mismo día que su madre.

“Estoy acá por intento de homicidio. Así figura en la condena, al menos. Pero fue algo que me pasó por estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. Nunca me habían pedido siquiera documentos y bueno. Ingresar acá fue un momento muy difícil”, contó con la voz un poco perdida, con falta de convencimiento, con miras al futuro.

Cuando ingresó, en junio de 2012, empezó en terapia laboral y también en los talleres de cortina y totora. Luego fue a la escuela de Boulogne Sur Mer, pero fue trasladado al penal de Cacheuta, donde pasaron mal las notas del año que estaba cursando y no le reconocieron sus avances. Tuvo que empezar de nuevo.

En agosto del año pasado inició con salidas transitorias los domingos y su condena se acortó bastante por haber participado del programa de estudios y por buena conducta. Actualmente, se encuentra en el pabellón 10, donde comparte su vida con otras 67 personas. Por las mañanas va a la biblioteca, charla con los profesores o estudia. Por las tardes va a la escuela, intentando cumplir con su objetivo de terminar antes de salir.

“Volver a estudiar es pensar en el futuro. Es decir, al hijo que todavía no tengo, que pude terminar. Ésa es la mejor herencia que le podés dejar a alguien”, confiesa Aristóteles mientras su tutor, Diego, agrega que en general los padres que logran terminar la escuela hacen que sus hijos también terminen, porque les inspira respeto.

“La tendencia es no terminar, porque no lo consideran un valor. Eso cambia cuando uno de los padres que están presos rompen el ciclo que viene repitiéndose generación tras generación”, añade Diego.

Para finalizar, Aristóteles dice que su principal consejo para sus compañeros es que no bajen los brazos, que se puede hacer frente a cualquier problema y que haber llevado al CENS 3-503 a lo más alto del país es lo mejor que pudo hacer.

Educarse en contexto de encierro

En el penal ubicado sobre Boulogne Sur Mer funciona una primaria, el CENS 3-503 (al que también asisten presos de la cárcel de mujeres de El Borbollón y de la Dinaf) que tiene cuatro turnos al día, hay talleres de trabajo (denominados Centros de capacitación de Trabajo), talleres socioculturales y la Universidad Nacional de Cuyo, que cuenta con aulas satélite para cursar Humanidades, Ciencias Políticas y Filosofía, entre otras carreras.

“Quienes optan por el estudio no tienen familiares que hayan terminado la escuela. En general, vienen de sectores muy vulnerables de la sociedad. Por eso, trabajamos desde la escuela en romper con eso, les damos la mirada de que ellos pueden ser los primeros en terminar. Eso los motiva”, asegura Diego Sánchez, profesor de Historia del CENS.

Sánchez contó que lo que buscan es hacerles florecer la idea de superación como hombres y por ello siempre tratan de transmitirles la frase de que el mejor regalo para sus hijos es sanarse como hombres. “La escuela es una grieta por donde se filtra la vida”, confirma tajante el profesor.

Por eso, citó el caso de Orlando, un preso que aprendió a leer y a escribir en la escuela penitenciaria y que descubrió la lectura al punto de hacerse fanático. “No llegó a terminar porque cumplió condena, pero ahora puede leer ciencia ficción, diarios y hasta puede seguir películas subtituladas. Él me dijo que se llevó un gran regalo de acá”, indicó el docente.

Por último, dice que aunque están en situación de encierro, la escuela es un paréntesis para todos los presos. “Acá entran y son llamados por su nombre. Distinto a lo que sucede en el resto de la cárcel, porque ahí pueden estar 20 años y ser sólo el apellido materno y paterno. Acá se reencuentran con ellos”, cierra.

Agradecido

Aristóteles agradeció a todos los que hicieron posible su logro: Diego Sánchez, Alejandro Muñoz, Carolina García, Alicia Ortiz, Ivana Chirino, Alejandro Quinteros, Alejandro Agüero y Mariana Páez, que le tomaba examen. A la preceptora Valeria Capriolo y a la bibliotecaria, Inés Carabajal. También, a la ex directora, Claudia Lucero.

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