Mauricio Macri expresó ayer un discurso con el que mostró sus cartas: se lanzó con todo por la reelección polarizando con el kirchnerismo, casi como empujando al atomizado arco opositor a forzar decisiones de unidad en el vertiginoso e impredecible escenario electoral.
Al finalizar el discurso, llovieron críticas al Presidente. En el variopinto abanico opositor, todos coincidieron que Macri relata una irrealidad como estrategia de supervivencia porque, dijeron, su gobierno es un fracaso para las mayorías.
A los opositores los enojó el optimismo sin respaldo de resultados. Pero los terminó de irritar el ninguneo a todo lo que no fuera kirchnerismo. La locución en cadena nacional fue sin ir más lejos un desafío abierto a cualquiera que no esté encolumnado detrás de él.
Con todos los indicadores económicos en rojo, Macri hizo un balance de las que para él son las virtudes de su programa y admitió que no todo salió como prometía en 2015, destacando siempre que los anteriores son peores. El mensaje tuvo un objetivo de máxima: es él o Cristina Kirchner.
Fueron 59 minutos en los que no hubo sorpresas. Sólo anunció que la Asignación Universal por Hijo aumentará 46% este mes. Es una decisión que va a tironear para abajo el dato de pobreza del primer semestre que el Indec revelará el 25 de septiembre,un mes antes de las elecciones.
Al Presidente se lo notó eufórico por momentos, cuando no enojado y hasta con gestos de cierta desesperación para que los argentinos no le suelten las manos en las urnas. “Yo estoy acá por el voto de la gente, señores”, vociferó Macri ante los cuestionamientos opositores.
“Yo soy el primero en saber lo que han sido estos meses, cuánto dolor, cuánta angustia y me he hecho cargo de ella”, dijo y golpeando reiteradamente el atril, pidió a los electores que no dejen que los “predicadores de la resignación y el miedo le ganen a la esperanza”.
Con pasajes calcados de las tres Asambleas anteriores, Macri le apuntó a la gente: apeló al entusiasmo, al esfuerzo, a la capacidad y el talento como si en parte prescindiera del rol decisivo del ejercicio del poder en el Estado para conducir la economía, y promover la generación y distribución de la riqueza.
Así dejó entrever, una vez más el Presidente, cuál es su concepción de la política. Esto es, quizás, lo que más cortocircuitos le generó en los tres años con sus socios de la UCR y la Coalición Cívica.
Envueltos en la necesidad de no debilitar la coalición, los pocos radicales que no se escondieron ayer en sus despachos elogiaron el discurso, aunque sin grandilocuencias. La mayoría se fue del histórico edificio. El encuentro con la prensa parecía exasperarlos.
Según Macri, los argentinos están “mejor que hace tres años”. Pero, “lo más importante” es que “maduraron”, porque hoy los electores tienen una “mejor calidad democrática y una mejor relación con el mundo que en el 2015”.
El Presidente –y más los radicales que ya no pueden evitar quedar pegados al destino de Macri- entienden que las elecciones de este año serán un plebiscito a partir del cual habrá cuatro años más de gestión o la más que probable disgregación de la coalición.
Ante los ojos dudosos de dirigentes que plantean disidencias en el seno de Cambiemos, como algunos radicales y el peronista Emilio Monzó, Macri pidió “paciencia” porque –como repite desde hace tres años- lo mejor está por venir.
“Que sea difícil y que lleve más tiempo no significa que no lo estemos haciendo, significa que esta vez es de verdad, es a conciencia y para siempre. Y les digo a los argentinos, a no aflojar, a no tirar la toalla”, arengó el Presidente.
Con un mea culpa de claro mensaje electoral, el líder del PRO se lanzó a la reelección. Como en 2015 y 2017, su mensaje le apuntó al corazón de los argentinos y habrá que esperar ahora ocho meses para ver si la respuesta podría o no venir desde el bolsillo.