Once presidentes de Estados Unidos han sido elegidos desde que el Presidente Harry S. Truman decidió arrojar un arma atómica sobre Hiroshima, y ninguno había puesto un pie en esa traumatizada ciudad en los 71 años transcurridos desde entonces.
Los predecesores de Obama tuvieron buenas razones para evitar Hiroshima. Nadie quería ser visto por los votantes estadounidenses como si se estuviera disculpando por una decisión que, creen muchos historiadores incluso actualmente, poniéndolo sobre la balanza, salvó vidas. Además hubo inquietudes de cómo se vería una visita de ese tipo en China, Corea del Sur y otros países de Asia que sufrieron por la brutal maquinaria de muerte de la II Guerra Mundial que era el Japón Imperial.
Sin embargo, Obama y sus subalternos más cercanos se han vuelto cada vez más desdeñosos hacia lo que ven como la sabiduría convencional de Washington, la cual creen que ha conducido a una serie interminable de desastres, desde la Guerra de Vietnam hasta la Guerra de Irak.
Ni un solo presidente estadounidense había visitado Cuba en casi 90 años. Obama lo hizo. Ninguno había visitado Myanmar.
Él ha ido dos veces. Pocos vieron méritos en negociar con los autocráticos mulás de Irán. Obama cerró un trato nuclear con los iraníes que él califica entre sus mayores logros. En Vietnam, la semana pasada, levantó un embargo de varias décadas sobre ventas militares.
Con cada decisión, sus detractores se quejaron de que Obama recompensaba a autócratas o molestaba a aliados. Él sigue desafiante.
Obama también abriga la esperanza de que su visita a Hiroshima lleve más lejos sus esfuerzos por reducir el arsenal de armamento nuclear del mundo y reduzca el riesgo de un accidente o ataque nuclear, tema distintivo para él e importante razón por la cual ganó el Premio Nobel de la Paz en 2009.
“Justamente como defendíamos la libertad en el siglo XX, debemos pararnos juntos por el derecho de la gente en todas partes a vivir exento de temor en el siglo XXI”, dijo en Praga, a sólo 10 semanas de haberse convertido en el presidente.
“Como la única potencia nuclear que ha usado un arma nuclear, Estados Unidos tiene una responsabilidad moral para actuar”.
Con Rusia él cerró un trato ratificado en 2010 para limitar las armas, pero el Presidente Vladimir Putin no ha dado señales de querer ir más lejos. Bajo el trato de 2015 con Irán, el gobierno allá entregó casi todo su material nuclear. Además, las reuniones cumbre de Obama sobre Seguridad Nuclear cada año y otras campañas tuvieron éxito para sacar combustible nuclear con graduación para bombas de países como Ucrania y Chile.
Sin embargo, su impulso por modernizar el arsenal de armas nucleares de Estados Unidos podría causar una nueva carrera armamentista y, discutiblemente, programas de armas nucleares en Corea del Norte y Paquistán han vuelto menos seguro el mundo durante su mandato.
“Corea del Norte es el peor ejemplo, pero tenemos también otras partes del mundo en las que se sigue viendo el desarrollo de nuevas tecnologías nucleares que pudieran ser muy peligrosas”, dijo Obama esta semana.
Ha cambiado el cálculo de cómo se vería una visita a Hiroshima en otras partes de Asia. Si bien se estima que entre 40.000 y 50.000 coreanos fueron muertos en los dos bombardeos de 1945 -más que cualquier otro grupo étnico no-japonés-, los coreanos han recelado largamente de un viaje presidencial a Hiroshima, temiendo que pudiera interpretarse como una disculpa por una guerra que puso fin a la ocupación japonesa de Corea.
En términos más amplios, prevalece la inquietud en Corea del Sur, China y otros países asiáticos en el sentido que la visita de Obama equivale a una aprobación de la campaña del Primer Ministro Shinzo Abe, enfocada a llevar a Japón más allá de la culpa en torno a su pasado militarista y hacia su visión de un “país normal”, con un papel mayor en asuntos globales.
Abe ha promovido una versión de la historia que le resta importancia a las transgresiones de Japón en tiempos de guerra y se ha movido para dar a los militares poderes limitados para el combate en conflictos extranjeros, deshaciéndose de ataduras pacifistas en vigor desde la II Guerra Mundial.
“A nuestro pesar, la administración de EU ha reforzado su alianza militar con Japón mientras el gobierno japonés ha rehuido su responsabilidad e historia”, dijo un grupo de prominentes líderes religiosos y civiles de Corea del Sur en una carta abierta a Washington, la semana pasada.
Presionado por Washington, Abe emitió una disculpa en diciembre con respecto al tema de las “mujeres de consuelo”, esclavas sexuales tomadas por los militares nipones de Corea y otras naciones, visto larga mente como una herida abierta para los coreanos. Muchos en Corea del Sur criticaron la disculpa por considerarla insuficiente, pero la Presidenta Park Geun-hye la aceptó, y Abe a todas luces ganó reconocimiento en Washington.
“Vamos a reconocer la experiencia coreana cuando tengamos oportunidades, pero no creemos que tengamos que elegir entre historias de diferentes pueblos”, dijo Benjamin Rhodes, uno de los subasesores de seguridad nacional, en una entrevista.
Uno de los grandes juegos de salón de Washington es el constante cálculo sobre si Tokio o Pekín tienen el favor del presidente. Durante los primeros años de la presidencia de Obama, muchas manos de Japón fueron convencidas de que el equipo Obama favorecía a China, viéndolo como la única nación indispensable de Asia y crucial para un pacto sobre el cambio climático.
Pero, con un acuerdo del clima en París concluido y preocupación en aumento con respecto a los reclamos territoriales de China, los mares de China Meridional y Oriental, muchos en Washington ven en ascenso el sol de Tokio.
“Creo que el debate se inclinó el año pasado a favor de Japón tras la construcción china de pistas de aviación en el Mar de la China Meridional”, dijo Michael J. Green, quien sirvió como importante asesor de Asia durante la administración de George W. Bush.
En el íinterín, Abe ha trabajado con diligencia para reforzar el abrazo de por sí fuerte de Estados Unidos. Nuevas reglas escritas el año pasado integrarán incluso más a los dos ejércitos, y una impopular ley de secretos de Estado, aprobada en 2014, tenía parcialmente el propósito de facilitar la compartición de información de inteligencia. A la par de nuevas leyes de seguridad que permiten a fuerzas japonesa participar en misiones de combate en el extranjero, estos movimientos le han granjeado elogios a Abe en Washington.
La visita a Hiroshima “es un gesto de respeto hacia el pueblo japonés”, dijo Rhodes.
China ha criticado la visita como una oportunidad para que Japón se presente como una víctima en vez de agresor en la II Guerra Mundial, y que Estados Unidos quede bien con Japón, lo cual fue ridiculizado por el diario del Partido Comunista, el Diario Popular, como “la mano derecha” de Obama en Asia Oriental.
“Nosotros esperamos que cuando se invite a otros jefes de Estado a visitar Hiroshima, Japón tenga en mente algo”, dijo este mes Lu Kang, el portavoz de la Cancillería. “Esto es, nunca seguirá de nuevo la senda del militarismo, ya que eso ocasionó sufrimiento indecible a su pueblo y la gente de Asia y por todo el mundo”.