Por Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
Si bien su trayectoria en el ámbito de los negocios le dio a Mauricio Macri una valorable experiencia para moverse en las altas esferas empresarias, su condición de presidente de la Argentina lo introdujo en el reducido núcleo de quienes ejercen el poder político mundial. Un miembro de la delegación que acompañó al jefe del Estado durante la semana pasada a Nueva York, contó que Macri está cada vez más fascinado con esos encuentros donde además de atender las relaciones e intereses diplomáticos, puede hacer sociales con los líderes de las naciones más poderosas.
Tal vez algo de esa fascinación, y también mucho de ingenuidad y desconocimiento de ciertas reglas sobreentendidas en ese ambiente, lo llevó a incursionar con notable liviandad en uno de los temas más sensibles de nuestra política exterior: el diferendo con Gran Bretaña por las Islas Malvinas. El breve diálogo de mesa a mesa en un almuerzo con la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, donde se prometieron hablar de los temas que interesan a ambos países, llevó a Macri a suponer que entre esas cuestiones estaría la soberanía de las islas. Con amateurismo político, el Presidente admitió esa posibilidad y desencadenó un confuso episodio diplomático.
La canciller Susana Malcorra debió salir a aclarar el supuesto contenido del diálogo, el gobierno británico hizo lo propio y finalmente Macri moderó sus expresiones. Menos el gobierno argentino, todos sacaron provecho del tropiezo presidencial.
Los ingleses, porque tienen en claro sus objetivos y la manera de conseguirlos. De hecho, el documento que firmaron el ministro de Estado para Europa y las Américas del Reino Unido, Alan Duncan, y la canciller Malcorra para establecer otra escala en territorio argentino de los vuelos a las islas, va en esa dirección.
También la oposición interna y hasta algunos aliados de Cambiemos, como el caso de los radicales y Elisa Carrió, vieron la oportunidad para fustigar de algún modo al Gobierno.
Con lentitud
Aunque ese episodio cargado de inexperiencia política y diplomática produjo ruidos inesperados, el viaje de Macri a la Asamblea de las Naciones Unidas colmó las expectativas del oficialismo y recargó de optimismo a los funcionarios. Aseguran que en los contactos bilaterales los líderes mundiales prometieron apoyos decididos para impulsar no sólo acuerdos, sino también una corriente de inversiones privadas necesarias para la generación de empleo y el crecimiento de la economía.
Falta ahora que ese contexto político internacional favorable se traduzca en hechos concretos y en especial en una mejora de la economía doméstica que pueda ser percibida por la sociedad. Los sondeos que se han realizado en las últimas dos semanas todavía mantienen en alto la expectativa, y aunque se observa una leve caída en la valoración de la gestión que había en el segundo trimestre del año, el Gobierno conserva más del 45 por ciento de aceptación.
Esas cifras son analizadas en la Casa Rosada como un crédito de esperanza que se prolonga a raíz de ciertos logros, siendo la caída de la inflación uno de los principales. “Ya hay movimiento en la construcción y otros sectores de la industria, con lo que podemos afirmar que se insinúa una reactivación. Moderada todavía, pero reactivación al fin”, se ilusionan en el Ministerio de la Producción que conduce Francisco Cabrera.
Lo cierto es que aún incipiente, esa recuperación está logrando modificar el clima de desánimo que transmite la oposición política y en especial el kirchnerismo. Los informes de la Iglesia Católica que les fueron comunicados al Gobierno en el encuentro que celebraron la semana pasada, sostienen que si bien no hay todavía una mejora notable, el deterioro de la situación de los más pobres se ha detenido.
Dos caras
Con esos datos, pero también con una fuerte controversia interna, el Comité Central Confederal de la CGT dispuso darle prioridad a la continuidad del diálogo con el Gobierno antes de declarar un paro general, como se había anticipado. Era lo que esperaba la Casa Rosada, que viene negociando con los principales dirigentes la extensión de la paciencia hasta que la situación mejore. En ese terreno, el de las conversaciones reservadas y el de las posturas públicas de los gremialistas, conviene ser cautos porque nada suele ser como parece.
En el ámbito sindical se coincide en que si bien la actual conducción cegetista debe ponerse al frente de los reclamos de los trabajadores y exhibir firmeza ante el Gobierno, deben también atender a un contexto más amplio en el que la palabra de la Iglesia es gravitante. El próximo jueves, el triunvirato dirigencial se reunirá con el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, y luego decidirá la actitud a seguir. Para eso fueron facultados en el plenario de gremios.
En caso de resolverse por compromiso la concreción de un paro de actividades como piden los más duros, esa medida podría salir atenuada, es decir, sin movilización y hasta con el funcionamiento del transporte público de pasajeros. De ser así, los efectos serían leves y de poco costo político para el Gobierno.
Después del Confederal del viernes, un veterano asesor sindical admitió que mientras haya diálogo “todo es negociable, hasta las características del paro”. Reconoció además que la dureza con que se expresan muchos de los gremialistas está sobreactuada, a modo de un doble discurso ajustado a la conveniencia.
Sin nombrarlo, insinuó que el camionero Pablo Moyano, uno de los más belicosos contra el Gobierno, es en realidad una pieza clave en la estrategia de conciliación.