El poder y la locura

El poder y la locura
El poder y la locura

La locura es una condición que ha acompañado a todas las sociedades. El carácter más evidente de esta es, sin duda alguna, la irracionalidad. Aunque, como señala Vivan Green en su libro "La locura en el poder", presenta cierto orden, los dementes tienden a seguir una lógica propia pero siempre partiendo de premisas falsas o distorsionadas.

En el pasado se consideraba que esta condición podía poseer causas sobrenaturales, sin embargo  existía una explicación con cierto fundamento físico que surgió en la Grecia Clásica  y fue aceptada casi sin cuestionamientos durante el Renacimiento. La locura, al igual que la mala salud del cuerpo, era producto de un desequilibrio de los "humores" (flujos, supuraciones) que condicionaban el temperamento del hombre.

Basados en esto, los primeros médicos trataban la locura igual que a las enfermedades físicas: con purgas, enemas y sangrías buscando reestablecer el "equilibrio de los humores". Además, como esta enfermedad se encontraba en el cerebro se practicaban trepanaciones craneales, para "drenar la zona" y "liberar los vapores tóxicos" que corrompían dicho órgano. Algunos textos de entonces aconsejan colocar un gallo rojo recién muerto sobre la cabeza del maníaco, pues la sangre caliente del ave absorbería los gases dañinos. También podía utilizarse una paloma.

De todas formas durante la Edad Media fue más fuerte el peso de las explicaciones sobrenaturales como causas de este padecimiento. Se confió en curar a "los locos" con misas, exorcismos y reliquias sagradas. Por entonces y siguiendo a Foucault se coloca a la locura en la jerarquía de los vicios. Muchos eran azotados públicamente y como una especie de juego ritual, los ciudadanos los perseguían simulando una carrera, y los expulsaban de la ciudad golpeándolos con varas.

A fines del siglo XVII los débiles mentales comienzan a ser aislados e internados en clínicas específicas. "…El abandono le significa salvación; la exclusión es una forma distinta de comunión…" especifica el mencionado autor francés. Se fundaron manicomios privados, que generalmente dependían de la Iglesia y comienzan a ser "tratados". Comienza a establecerse la idea de que los locos debían "ser controlados" y si bien algunos procedimientos aplicados eran benévolos, otros no lo eran tanto. En 1864 el médico Thomas Willis escribió:

"… Como primera medida es necesario intimidar, encadenar y golpear  al paciente, además de administrarle medicamentos (…) para curar a los locos no hay nada más eficaz que lograr que sientan respeto por quienes los atienden, a los que deben ver como sus torturadores…". 
Hasta aquí hicimos un recorrido sobre la locura y como esta fue tratada por la sociedad occidental en distintas épocas, pero también hubo casos en los que dichas sociedades fueron gobernadas por personas dementes y se sometieron a estas. El siglo XX fue testigo del desequilibrio mental de una sola persona decidiendo sobre la vida de millones, por entonces, los delirios de Hitler y la psicopatía de Stalin influyeron sobre el mundo entero.

La historia está plagada de lunáticos que alcanzaron el poder y arrastraron en esa locura a sus pueblos. Desde Calígula (foto) hasta los tiranos del siglo pasado, pasando por la Casa de los Austrias, la dinastía inglesa y un par de sanguinarios zares. Estos hombres intentaron reconciliar el desequilibrio mental con la acción de gobernar pero, como era de esperar, la mayoría no pudo lograrlo. Lamentablemente hoy, igual que en la Roma Clásica, muchos están dispuestos a aplaudir las promesas superficiales e imposibles de cumplir que presentan algunos dirigentes, sin analizar la cordura o pertinencia de las mismas.

Recordemos que Hitler llegó al poder a través de las urnas, elevando un discurso afín a aquella Alemania herida y resentida tras la guerra. Sólo queda mirar el futuro con esperanza y seriedad,  para que a la hora de elegir suenen en nuestra mente esas palabras magistrales que Coleridge escribió en 1831: "Si los hombres quisiéramos aprender de la historia ¡Qué clase magistral nos daría!, pero la pasión y la parcialidad nos ciegan, y la luz que ofrece la experiencia es una antorcha situada en la popa de la nave que ilumina solamente las olas que dejamos atrás".

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